Una nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra obliga al Ayuntamiento de Villava-Atarrabia a borrar del frontón el escudo con los siete territorios de Euskal Herria en los que el juego de la pelota vasca tiene su origen y su arraigo porque, a juicio de estos magistrados, puede suponer un apoyo a una determinada corriente política y ello rompe con el deber de neutralidad política al estar ubicado en un edificio municipal. La sentencia, fundamentada en una farragosa argumentación y escrita en un penoso castellano como suele ser habitual, viene derivada de una denuncia previa de UPN, que como con los mapas de Euskal Herria en los libros de texto antes o la persecución constante contra los avances en la normalización del euskera en Navarra traslada sus obsesiones ideológicas al ejercicio de la política a través de los tribunales de justicia. Vistos los resultados electorales en Villava no parece que el Ayuntamiento necesite hacer proselitismo político alguno en ningún sentido. Y vista la progresiva pérdida de apoyos electorales de UPN en esta localidad parece que la utilización de un símbolo cultural histórico navarro como es ese escudo como instrumento de confrontación política tiene más que ver con su propia necesidad desesperada de hacer proselitismo llamando la atención con lo que sea. Ese escudo ha ocupado y ocupa desde hace décadas espacios públicos e institucionales por toda Navarra, un símbolo geográfico y cultural –en algunos documentos también político–, con absoluta normalidad hasta que hace pocos años atrás la política y la justicia impulsaran de la mano una cruzada particular contra toda aquella simbología que simplemente no les gusta y no coincide con su propia visión de lo debe ser Navarra. De hecho, el fallo judicial no se sustenta más que la interpretación ideológica de los jueces echando mano de hipótesis y supuestos: podría... si se... No hay ninguna prueba más allá de esa interpretación más bien nada jurídica que avale la obligación de borrar ese escudo por una cuestión de ilegalidad. Lo que tiene sentido es que ese escudo con los siete territorios de Euskal Herria figure en un frontón –lo hay en otros muchos–, como reflejo de la realidad social y cultural del juego de la pelota vasca que acoge. Ver en ello vulneración de la neutralidad política parece mucho ver. Y desde luego, más difícil de demostrar jurídicamente que la evidente vulneración de la mínima neutralidad e imparcialidad que cabe exigirle a todo juez en un Estado de Derecho democrático y garantista que la que se les puede señalar a esos mismos magistrados del TSJN que llevan pasando con la cabeza gacha por el friso de su puerta que tiene allí plantado desde siempre el escudo franquista preconstitucional e ilegal con la Ley de Símbolos de Navarra. Ese escudo es ilegal seguro, el del frontón de Atarrabia, no. La diferencia de actitud y trato es escandalosa e inaceptable. Siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. De todas formas, esa persecución obsesiva contra la identidad, la cultura, la lengua o símbolos propios de Navarra lleva siglos en activo y sus resultados están a la vista en la localidad de Villava. Otros ejemplo de que judicializar la política para intentar obtener lo que no se ha logrado en las urnas suele ser habitualmente un camino cuando menos confuso y de consecuencias inciertas y muchas veces erróneas y contrarias al mínimo sentido democrático de la convivencia.