El 15 de marzo se celebra el Día Mundial de los Derechos de los Consumidores. Hace ya más de 50 años el presidente de EEUU, John F. Kennedy, inauguraba este día con la frase célebre: “Ser consumidor, por definición, nos incluye a todos. Somos el grupo económico más grande en el mercado, que afecta y es afectado por casi todas las decisiones económicas públicas y privadas... pero también el único grupo importante cuyos puntos de vista a menudo no son escuchados”.

Es cierto: desgraciadamente, los consumidores, el último eslabón de la cadena del consumo, todavía son a menudo escasamente escuchados, atendidos en sus quejas y reclamaciones, en sus demandas, en las cuestiones que les afectan.

Se trata de la empresa telefónica que nunca contesta al teléfono cuando se le llama, aunque parezca irónico; la comercial del gas que no responde a las preocupaciones y consultas de sus clientes; el vehículo de segunda mano que recién comprado ha comenzado a dar problemas y resulta un chorreo de gastos de los que nadie quiere hacerse cargo.

Y, tristemente, los problemas resultan mucho más graves cuando nos enteramos que los inventores de las redes sociales no dejan a sus hijos participar en ellas o les limitan su tiempo de permanencia por los peligros y riesgos que entrañan. Se va generalizando el uso de datos sobre el consumo de los consumidores para bombardearles con ofertas de productos que en este momento no necesitan ni desean, creándoles falsas necesidades. O la fuerte subida del Euribor, que puede terminar ahogando a muchas familias si no se van poniendo medidas efectivas.

¿Nos invade la cultura racional e individualista de la muerte, que no proporciona alegría ni esperanza y va dejando a las personas en la cuneta?

Afortunadamente, todavía hay muchos signos de esperanza a los que nos podemos agarrar. Hay hombres de buena voluntad, mujeres, niños, ancianos que luchan contra la desesperanza que atenaza al mundo y que contribuyen y aportan su granito de arena a que la esperanza crezca. Resplandecen. Es su forma de vivir la que nos cuestiona y plantea preguntas. No las ideas. Las asociaciones de consumidores, con humildad, están llamadas a desempeñar esta función.

Actos de paz, gestos de amor, hechos de verdad, la generosidad que no espera nada a cambio. Esos gestos gratuitos son los que nos permiten no desesperar y nos animan a seguir adelante.

Ojalá nuestra vida, nuestra propia vida, tienda hacia estas formas de vida; será bueno para nosotros y para los que conviven a nuestro lado. Feliz día del consumidor.

El autor es presidente de la Asociación de Consumidores de Navarra Irache