El que los gobiernos de los países utilicen mercenarios es más viejo que el mear y nos parece tan normal. Nos parece normal que un ministro de Interior mienta cuando se trata de aclarar cientos de muertos y heridos intentando pasar a otro país; nos parece normal que un exministro se permita el lujo de decir que volvería a ascender a un tipo de la Guardia Civil que ha torturado a todo el que se le antoja terrorista o que no le gusta, según esté, en su opinión y los que le mandan, en peligro el Estado.

Nos parece normal que hombres maten a cientos de mujeres y haya quien diga y grite a los cuatro vientos que eso no es violencia machista sino un problema intrafamiliar, interfamilia o como cojones se diga. Nos parece normal que la Iglesia ponga a su nombre todo lo que huele a incienso; parece y ha parecido normal que a un niño o niña que es distinto le llamemos maricón o marimacho. Nos hace gracia o incluso nos gusta a los europeos y occidentales en general, que a Putin se le haya apretado el culo de miedo porque el antaño su amigo al que facilitó presos y personal que no tiene nada que perder, por tres mil euros al mes, vaya a Ucrania a reventar edificios y ucranianos. Nos parecen normal tantas burradas que hacemos que damos pena, mucha pena. Lo raro es que la raza humana no se haya extinguido. Hacemos todo lo posible, pero no hay manera. Será verdad aquello de que la mala hierba nunca muere.