En 2016, el profesor francés Philippe Blanchet concibió este vocablo, fusión de dos términos griegos: glotta, lengua, y phobos, miedo.

En España coexisten varias lenguas -catalán, euskera y gallego-, además del castellano, reconocidas en nuestra Constitución; y por venir de una dictadura que las reprimió y silenció, la derecha mediática, judicial y política siguen viéndolas no como atributos de la riqueza cultural muestra de la diversidad de nuestra nación que son, sino con temor, y desearían extinguirlas -España, una, grande y libre- por su idoneidad de articular argumentos que desvelan sus mentiras, corrupciones, manipulaciones y falsas morales. Por eso denuestan la multiplicidad de acentos de nuestra tierra, mofándose, incluso, del deje andaluz de la ministra de Hacienda.

Tanto espanto les produce que, en la apertura de la XV Legislatura, Vox y PP amenazaron con judicializar el juramento formulado por varios parlamentarios en sus lenguas vernáculas, algo que, hace años, el mismísimo Tribunal Constitucional ya convalidó.