Paseando por mi hermosa ciudad un 26 de agosto, llego al Ayuntamiento y me encuentro que no cabía un alfiler. Entre tanto público, no sabía si era un G-7 o una ficción. Debía ser verdad. No se tiraba ni el chupinazo ni tomates, ni la gente estaba sucia, ni había cristales por el suelo, ni gente vestida de blanco y rojo. Había un olor transparente a limpio.

De repente te encuentras a un grupo (no políticos) de personas que allí abajo se encontraban. Estaba en lo cierto, en el alto atril del ayuntamiento no se cantaba, se oían los lindos acordes de sus instrumentos, en especial el de un grande con su guitarra haciendo fácil lo difícil. Le llaman Tomatito, que no es el de comer pero está para ello. Gracias por tu música flamenca y tu delikatessen. Hasta pronto, amigo.