Hace décadas que las mujeres tomamos anticonceptivos hormonales de todo tipo. La ciencia no ha parado de evolucionar en este sentido desde 1950, ofreciendo múltiples opciones y alternativas. Todas y cada una de ellas con sus particulares riesgos para la salud y con múltiples efectos secundarios.

Pero cuando hablamos de anticonceptivos hormonales enfocados a los hombres, todo son incógnitas e inconvenientes. Entre los argumentos que sostienen este diferimiento, se destaca la complejidad biológica del sistema reproductivo masculino y los efectos secundarios, los cuales las mujeres también sufrimos. Pero el inconveniente más obvio es la falta de inversión y prioridad, que en mi opinión es el desencadenante de los dos argumentos mencionados anteriormente.

Esta falta de investigación se arraiga a las expectativas de género y a la división de roles en la sociedad, donde se espera que las mujeres asumamos la responsabilidad principal de la anticoncepción. Así pues, si todavía no contemplamos alternativas masculinas es porque esta brecha persiste a la sociedad.