Vamos a hablar de transporte y de nuestros gobernantes navarros. De una clase política que, a nuestro parecer, no tiene política ni clase alguna. Mientras en el resto del país el sector mantiene el sistema fiscal comúnmente denominado módulos, en Navarra, con un claro afán recaudatorio, se apresuraron a colarnos hace un par de años un régimen especial, el cual se instaló sin consenso alguno. Ni preguntaron, ni escucharon ninguno de los argumentos mostrados por nuestra parte. Intentaron vendernos que este sistema seguía la misma temática que en el País Vasco, pero no se nos dijo que con unos márgenes de rebaja fiscales muy inferiores, la mitad exactamente, y, para colmo, no lo instauraron de manera progresiva y ayudando al sector (que arrastraba una pandemia), como sí hicieron nuestros vecinos.

Ahora, y para terminar su obra recaudatoria, nos enfrentamos a una nueva imposición: los peajes al transporte en 5 vías de alta capacidad a lo largo de la comunidad foral. Bajo la indefendible frase de el que usa paga y el que contamina paga, resulta que ni los coches ni las furgonetas ni los vehículos de la Administración Pública los van a pagar (estos últimos quedan exentos de su abono, tal y como recoge el artículo 3 de Ley Foral 23/2022, de 1 de julio). En cambio, sí los vamos a pagar los transportistas, pues parece ser que para el Gobierno de Navarra solo contaminamos nosotros. 

Pero vamos a poner el colofón a toda esta desfachatez. Y es que mientras aquí ni nos atienden ni nos escuchan, mientras ponen al autónomo contra las cuerdas, resulta que los nuevos acuerdos a nivel nacional van a perdonar millones de euros en Cataluña para poder seguir haciendo una política que no se adapta a la situación actual ni a lo que la misma requiere.

Para terminar, nos gustaría hacer una pregunta. ¿Conocen ustedes algún sector que no tenga ni una sola enfermedad reconocida como propia de su actividad? Pues esto también ocurre en el transporte. Llevamos muchos años reivindicando el reconocimiento de enfermedades profesionales y el acceso a una jubilación anticipada dentro del sector, pero éste es un asunto en el que tampoco se nos tiene en cuenta. ¿Cómo puede ser que la DGT comunique que a los 65 años perdemos reflejos a la hora de conducir un coche, pero un transportista no pueda jubilarse hasta los 67?

Este Gobierno continúa haciendo una política basada en su propio interés, ellos/as que en su día tanto se quejaban de que no se les escuchaba y que todo era a base de imposiciones… Pues sí que han aprendido bien la lección. Como decían los antepasados ganaderos, “mal domado buen domador”, y aquí han cogido el testigo.

Los transportistas estamos al límite, pero aún tenemos aliento. No vamos a dejar de luchar, aunque la situación parezca una recreación de David contra Goliat. Es por ello que vamos a necesitar de todos/as aquellos/as que se dedican a esta profesión para hacernos escuchar ante una clase política que ha dejado muy claro que no tiene política ni clase alguna. 

*En representación de un grupo de transportistas