Los hospitales, las empresas, los hogares, la calle, los centros cívicos, las redes sociales deberían ser lugares seguros para las personas pero muchas veces no son así. El tráfico de órganos, la prostitución, el sadismo, estafas del amor, el maltrato o incluso no tener un hogar son algunas circunstancias que muchas personas pagan con un precio muy alto así como sus familiares o personas importantes para esta persona o en el caso del crimen organizado personas insignificantes para ellas pero que de alguna manera tienen alguna conexión.

La organización de un viaje, una invitación privada en un sitio de lujo, trasladarte a otro país sin saber que el peligro acecha o los llamados cebos mediáticos y personales para captar personas con fines de explotación y asesinato son cosas que ocurren a diario pero omitidas y lo único que es cierto es que los lugares más insospechados suelen ser los más peligrosos, los evidentes son aquellos que son más fáciles de evitar.