Hace dos días murió mi tía abuela Josefa Esain, natural de Eltzaburu, Ultzama. Aunque apenas tuve contacto con ella durante sus últimos años, y fueron mis primos y mis tías quienes la cuidaron hasta sus últimos días, siempre pensé en ella porque sentía que era nuestro último lazo con unas raíces que estábamos a punto de perder. Josefa era la última persona que nos quedaba de una generación que marcó nuestras vidas pero con la que hubo una tremenda brecha. Fue la última generación de nuestra familia que habló euskera libremente, que pudo utilizar su lengua materna sin que ello tuviera ninguna connotación especial hasta que dejó de ser así.

Josefa, su marido Paquito, hermano de mi amatxi María, de Mercedes, Fermín, Manolo, Esteban, nacieron en Ultzama y el euskera era, simplemente, el idioma que hablaban en ese precioso valle, con un suave acento que parecía mecido por las infinitas colinas de la zona. Entonces, algunos se mudaron a Pamplona y allí cambió todo. Mercedes y su marido Tomás sufrieron por ser los vascos y mi madre recuerda oírles decir ”que no noten que lo sois”. A pesar de ser su idioma materno, mi madre nunca habló euskera a pesar de que, cuando pasaba los veranos en Autza para ayudar a su abuela, como sus hermanas, ése era el idioma que la rodeaba.

Pero, por ilógico que parezca, nunca lo interiorizó, sabiendo que en Pamplona era algo que les dificultaría la vida y había que ocultar. Así, la lengua originaria se perdió y lo hizo, también, la forma más sencilla de comunicarse con su familia. Después, algunos de mis primos tuvieron la fortuna de estudiar en la ikastola. Las diferencias entre el batua y el euskera de mi abuela eran muchas, pero creo que ella se alegraba. Cuando murió, sus últimas palabras, desde la semi-inconsciencia, fueron en euskera, y en el hospital nadie la entendía.

El euskera pasó de medio de comunicación a medio de aislamiento. Con Josefa ha marchado nuestro último hilo de conexión con esas raíces. Así, cuando alguien te pregunte si son necesarias las políticas de apoyo al euskera, piensa, por favor, en todas aquellas personas en Navarra para las que el euskera pasó de ser eso, de medio de comunicación a medio de aislamiento. En todas las personas, como nosotros, a las que la política lingüística separó de sus raíces para siempre. Ojalá los políticos sepan y puedan ayudarnos a vivir libres en cualquiera que sea la lengua en que vivimos y queremos vivir. Goian bego, Josefa.