El primer rayo de sol del primer día del primer mes de 2024, doraba el arenal de la playa de Hendaia, azulaba el mar tranquilo de olas y una brisa me traía sabor de sal benefactora, amansando el ruido de los pasos y voces y risas de la gente que concurría por la rambla. Estaba envuelta en el milagro de la mañana primigenia, presenciando cómo un centenar de jóvenes se sumergían en las aguas atlánticas, a 14 grados, en una inmersión sacramental, cumpliendo un rito por recordar los efectos de una enfermedad severa como la esclerosis múltiple que amenaza la movilidad de hombres y mujeres cuyos cuerpos padecen dolor en cada uno de sus movimientos, enfrentándose a una decadencia física progresiva. Un nervio dañado es causante de este dolor neuropático, sucediéndose gradualmente sensibilidad gravosa en cuero cabelludo, frente, ojos, labios, mandíbula... hasta llegar a la debilidad muscular general que imposibilita el caminar. Las enfermedades acechan y achican al ser humano por su secuela de debilidad y dolor, pero ésta hace que en lo mejor de la vida te instales en una silla de ruedas. Así le sucedió a Juan Larreta, pero como es hombre valeroso no ha se ha concedido la rendición. De lo profundo de su su sólido ser han aflorado los ánimos suficientes para luchar no tan solo en su día a día contra el mal que le aqueja, sino en ir trabajando la ilusión de poner en marcha un proyecto vivificante: la convocatoria a conocidos y amigos, y son más de cien, cada primero de enero de un baño bautismal en la aguas del mar de los baskos, para afirmar que cada amanecer nos trae una nueva oportunidad. Porque Juan Larreta está consciente de que más vale el reto animoso mañanero que el término de una jornada derrotado por la enfermedad. Que estar unas horas rodeados de amigos vale más que padecer la amargura de una soledad que agudece el dolor.

Estábamos reunidos un grupo de Iruña que nos veníamos conociendo de otros avatares, también con su roce de reto, y nos reconfortaba que pasados los años, siguiéramos propicios no tan solo al encuentro mágico de la playa sino obedientes al llamado cordial de la sobrevivencia. Nos convoca Larreta no tan solo contra la enfermedad, sino a favor de nuestra humana condición. Nos reuníamos al reclamo de un amigo, acortando la fiesta de fin de año de Iruña, incursionar por sus montañas y allegarnos a la playa de Hendaia, el otro lado de nuestro ser basko, para otorgarnos unos a otros y todos a Juan Larreta, un abrazo renovado, animando al que padece la enfermedad precisa pero sabiendo que todos nosotros también llevamos en el alma un padecimiento, sea de soledad o de vacío por los seres queridos recordados fuertemente en Gabob, o la agonía de alguna indisposición física. Era como dejar tendido en el arenal, bajo el sol de la mañana nueva, la carcasa del dolor para recibir a cambio, sobre el cuerpo desnudo y humedecido, un bálsamo bendito propio del agua salada del mar. Y la hierba del jardín de Larreta emanaba fortaleza, acudiendp allí al llamado de Busti Zaitez / Mójate por la esclerosis múltiple, huéspedes de honor de un espacio resplandeciente por la amistad y la esperanza, desterrando las lágrimas, apartando el pesar. Hablar de la enfermedad es volverla doméstica, enfrentarla a sí mismo y los demás, comunicación valiente que sirve de paliativo al dolor. Nos cuesta aceptar que nacemos para morir, que transitamos un breve camino en historia de la humanidad de la que formamos parte, aspirando a la felicidad como meta incuestionable, pero vamos aprendiendo en el arduo peregrinar que hay más ortigas que rosas en el camino. Es eso lo que lo hace valioso. Su propia dificultad. Hay veces que los hombres y mujeres reflejamos nuestro dolor en al arte o lo manifestamos en el trabajo o la diaria lucha familiar o laboral, pero la eternidad al fin nos la concede la franqueza de nuestra expresión. Juan Larreta es un ejemplo de luchador que no ha abandonado su morral al borde del sendero: lo lleva con él, dolorosamente es cierto, pero dándonos una lección de entereza. De alegría. A su reclamo en la primera hora del primer día del primer mes del año que comienza en la playa de Hendaia, sentí que un aire vivificador me envolvía el alma y le agradezco haberme llevado a esa la orilla bendita. Al rumor de las olas que infinitamente tornan y retornan por el lomo del mar infinito. Como la vida misma.

*La autora es bibliotecaria y escritora