Osasuna tuvo que resignarse a llevarse un punto del campo del Espanyol, en un encuentro con alternativas, en el que se puso por delante el marcador gracias a un gol de Budimir en el primer tiempo, que fue equilibrado por Braithwaite como premio a los mejores minutos de los catalanes, en los instantes de su satisfactoria reacción en la segunda mitad. El partido fue muy igualado y disputado y estuvo mediatizado por la labor arbitral, por la doble expulsión con la que castigó a los dos equipos en el tiempo de descuento del primer tiempo, con muchos minutos por delante como para que el partido diez contra diez no dejara contento a ninguno de los dos equipos.

Abde, que se estaba comiendo al lateral derecho debutante, el francés Pierre Gabriel, y el zaguero del Espanyol vieron la segunda tarjeta amarilla tras encararse y protagonizar unos empujones tras una jugada de enredo, y dejaron a sus equipos cojos en cada una de sus bandas. La decisión del árbitro, que probablemente tiró por el camino de en medio para quitarse del campo a dos chavales alterados que le podían dar la tarde porque estaban con las pulsaciones muy revolucionadas, tocó en el tuétano a Osasuna porque le quitaron del campo a su jugador más desequilibrante, al argumento ofensivo más interesante, su recurso ofensivo por excelencia.

El partido quedó entonces mediatizado por este segundo tiempo diez contra diez, con todo lo que supone en la administración de espacios y la multiplicación de los esfuerzos, y Osasuna se vio sensiblemente lastrado por ese barullo castigado con la máxima severidad. 

La reaparición de Budimir había sido la gran noticia de Osasuna en el primer tiempo. La reaparición junto al gol, claro. El delantero croata estaba haciendo un partido en su estilo, sin miramientos en el esfuerzo y sin rechistar en cada pugna, valiente en la arena del circo romano donde todo se resuelve a lo tremendo, hasta que atrapó un balón sin dueño en el área tras una pugna ganada por el Chimy. Budimir marcó y así vivió su particular exorcismo con el gol -es el segundo de su cuenta particular- y puso a Osasuna por delante en la cita. El equipo de Arrasate, con un portero excelente en las contadas apariciones de su rival, había expuesto el poso de los buenos conjuntos: Tranquilo en los momentos de aprietos y con recursos para darle la vuelta a la situación, trabajándose el encuentro metro a metro.

Osasuna se sintió seguro y con las expectativas altas hasta el retorno tras el descanso. Espoleado por la necesidad quizás, con más determinación por los apuros que expone la tabla, el Espanyol entró como una centella en el partido, se hizo dos ocasiones de gol claras en menos de diez minutos y antes de llegar al cuarto de hora ya había empatado. Fue en un jugada extraña porque Aitor Fernández, seguro siempre, decidió despejar un balón que llegó a sus dominios quizás influido por el sol golpeándole de cara. La acción generó otro centro y un remate a bocajarro de Braithwaite, favorecido porque los defensas de Osasuna no acertaron a despejar un balón centrado sobre sus pies, en el meollo del área.

Los cambios de Arrasate fueron reconstituyendo a Osasuna, que en el descanso ya había dado entrada en el campo a Darko por el lesionado Torró, y que siguió dando aire a su equipo con la inclusión de Rubén García por el inadvertido Chimy; la de Kike García por el magullado Budimir -con la ceja como púgil de los pesos pesados- y la de Pablo Ibáñez por el incombustible Diego Moreno, que se ha ido comiendo los minutos desde su debut y ya tiene maneras de jugador de Primera. 

La madurez y solvencia de Osasuna volvió a emerger y los rojillos le dieron la vuelta a la situación, dejaron el empuje del Espanyol en un mal recuerdo -por el doloroso gol- y apagaron todos los fuegos. A Osasuna no le llegó sin embargo para crear problemas al Espanyol, porque no se acertó a rematar entre los tres palos y sus aproximaciones, aunque numerosas, nunca tuvieron peligro. Maniatados para el gol y exhaustos terminaron los dos equipos. Que Osasuna se sienta molesto y con los planes estropeados por llevarse un punto fuera de casa no deja de ser una buena noticia, porque hay ambición.