“¿Vamos a hacer todo el recorrido de la kalejira, no?”, preguntó un hijo a su madre mientras llegaban a Iturralde y Suit. “Claro que sí”, le contestó.

La conversación de esta ama y su txiki era el mejor síntoma de que había muchas ganas de que Olentzero saliera de la Escuela de Artes y Oficios, que el domingo volvió a desatar pasión por las calles de Pamplona gracias a su receta mágica: música, dantzas y animales.

Sin embargo, había que esperar unos minutos porque las manecillas del reloj aún no habían dado las seis en punto y la verja del centro educativo permanecía cerrada. 

En el patio interior, Carlos Itxaso, presidente de la Asociación Amigos de Olentzero, y Xabier Martínez de Álava, su antecesor, revisaban hasta el más mínimo detalle: repasar, por enésima vez, el orden de la kalejira, confirmar que cada niño y niña estuvieran en su carro vestido de caseros, corroborar que habían llegado todos los músicos… 

Los miembros de la Hípica Zahorí, de Falces, también ultimaban los preparativos antes de la faena. Diego Olkoz, hijo del dueño de la Hípica Zahorí, explicaba a las madres Ana Martínez y María Teresa Íñigo cómo debían guiar las ovejas por las calles de Pamplona.

Hay que hacer un cuadrado y respetar su espacio para que no se sientan acorraladas, se pongan nerviosas y salgan disparadas. Con la vara de madera, marco su territorio”, detalló Diego, que, con tal solo 13 años, ya se ha convertido en todo un pastor experimentado.

“Cualquiera maneja los animales mejor que nosotras. Nosotras le acompañamos, nos lo pasamos bien y nos echaremos unas risas”, bromearon las aprendices Ana y María. 

A las 18.00 horas, como marca la tradición, la música de los txistus comenzó a sonar en el interior del patio, la verja de la Escuela de Artes y Oficios se abrió entre aplausos y Eloy Itxaso, Hodei Aparicio e Iñaki Morente lideraron la comitiva con los carteles de Zorionak y Eguberri On.

“He salido toda mi vida, desde chiquitito”, apuntó Eloy, 10 años. “Debemos ir despacio y tener mucha paciencia”, explicó Hodei.

Estos dos carteles ya volvieron locos a los más pequeños, que no pararon de gritar “¡ya los veooo!”. Imagínense cómo reaccionaron cuando contemplaron a Olentzero. 

El resto de la comitiva –compuesta por 750 personas, 200 animales y ocho carros– salió poco a poco de Iturralde y Suit y atravesó la plaza de la Libertad y Paulino Caballero mientras los distintos grupos de música amenizaban el ambiente: txistularis, fanfarres –Oberena y Muthiko Alaiak–, trikitixas –More Iluna y Bronce–, los cantores de San Francisco –novedad– o los gaiteros de Haizaldi, que con sus melodías hicieron sudar de lo lindo a la docena de adolescentes que bailaron las cadenetas. Giros, brincos y dantzaris que se agachaban para pasar por debajo de sus compañeros.

El castañero, Joseba de Echarri, también se unió a la fiesta musical porque de su moderno fogón salían villancicos además de castañas asadas. Decenas de txikis, vestidos de casero, repartieron castañas a los asistentes de la kalejira a la vez que cantaban Ole-Olentzero

Al mismo tiempo, los voluntarios de la asociación zarandeaban las cestas que clamaban solidaridad. “Venga, esas monedas, que os pesan los bolsillos. Dinero para Olentzero, dinero para Olentzero”, pedía Susana Sánchez, que esta pasada Nochebuena regresó a la calles de Iruña.

Había salido de joven, siempre unida a la cesta. Lo he retomado por mi sobrino, Marcos López, que es la primera vez que sale de kalejira”, relató Susana, que, confesó que “la gente está siendo bastante solidaria”. 

Los ponis, las ‘estrellas’

“Qué monos”, “Qué txikis”, “Ohhhhh qué bonitos” “¡Mira, miraaa!”. Los cinco ponis fueron las grandes estrellas de la fauna que desfiló en Nochebuena y acapararon las miradas de los asistentes. “Ayyyyyy, preciosos”, no pararon de exclamar los niños y niñas, que, con sus deditos, apuntaban a estos animales con chiribitas en los ojos. 

El rebaño de ovejas también tuvo sus adeptos y despertó gritos de emoción. “Ala, ala, qué guay”, “Oh, oh, que vienen”, avisaban entusiasmados los más pequeños de la casa.

La pasión de los txikis era de tal calibre que Diego Olkoz, el pastor, se remangó la camisa y puso en práctica la lección que minutos antes había enseñado a sus compañeras: “Por favor, para atrás, por favor, para atrás”, decía Diego, vara en mano, para que la gente no se metiera en el recorrido y pusieran nerviosas al rebaño. “Vamos tirando”, comentaron las alumnas Ana y María mientras sonreían. 

Y, cómo no, las ocas –chulas ellas– se desgañitaron, abrieron las alas y realizaron intrépidas arrancadas para dejar claro quién mandaba en la capital.

Los txikis les jalearon para que se vinieran aún más arriba y alguna oca hizo ademán de atacar con el pico, lo que provocó que los padres, inconscientemente, dieran unos pasos para atrás.

Los Ioaldunak de Zubieta, que también impresionaron a más de uno, cerraron la kalejira a golpe de cencerro. 

Ibarrola anuda el pañuelo

A las 19.30 horas, Olentzero entró por la calle Calceteros a la Plaza Consistorial, donde aguardaban la aún alcaldesa de Pamplona, Cristina Ibarrola, su número dos, Carlos Salvador, concejales de EH Bildu –Joseba Asiron, Joxe Abaurrea y Maider Beloki–, los ediles de Geroa Bai –Koldo Martínez y Mikel Armendáriz– y Xabier Sagardoy, PSN.

Ibarrola anudó el pañuelo de cuadros a Olentzero en el que fue seguramente uno de sus últimos actos públicos como alcaldesa.