Fermín Danborena regenta una zapatería en la Rochapea y, de repente, empezó a vender calzado que terminaba en los valles de Roncal y Salazar.

“Vecinos de la Rocha tienen familia en el Pirineo y se llevaban género para allá que nunca volvía. Al tiempo, me hacían más y más pedidos”, relata Fermín, que no entendía por qué vendía tanto en los pueblos de montaña.

La respuesta era bien sencilla: no existe ninguna zapatería en los valles pirenaico. Ni vendedor ambulante que acerque calzado a Roncal y Salazar: “Se desplazan hasta Sangüesa”, asegura. 

Al conocer esta situación, Fermín decidió, hace justo un año, realizar venta ambulante de calzado en el Pirineo. Un viernes al mes carga de zapatos una furgoneta de doce metros cúbicos y pone rumbo al valle de Roncal.

“Tengo mi red de contactos. Unos días antes de ir, mando un WhatsApp y lo reenvían por el grupo del pueblo. Cuando llego, hay una fila de vecinos esperando”, comenta. 

A continuación, Fermín se baja de la furgoneta y monta “el chiringuito” compuesto por una mesa de camping, una silla y una alfombra para que los clientes se prueben el género en las mejores condiciones.

En concreto, Fermín vende zapatillas de andar por casa, calzado para personas mayores con “pies delicados”, botas de monte y deportivas para hacer trekking.

“De cada artículo llevo todo el tallaje porque, como te falle un número, ya la has liado. Traigo hasta un 47”, señala. 

En Burgi y Garde se coloca en la plaza principal, en Roncal se pone en los soportales del Consistorio y en Isaba le ceden el frontón. “Estoy encantadísimo porque me dejan ponerme en los mejores sitios. Algunos ayuntamientos me cobran una tasa por ocupación del espacio público y en otros sitios no pago nada”, apunta. 

Además, los vecinos del valle de Roncal le realizan encargos por WhatsApp. “Les mando tres o cuatro fotos de lo que quieren y eligen el modelo que más les gusta”, detalla. Cuando se le acumulan varios pedidos, Fermín “echamos gasolina y hacemos un puerta a puerta. Si me llaman de Vidángoz, voy a Vidángoz”, asegura. 

Valle de Salazar

Fermín también vende sus zapatos en el valle de Salazar. En Otsagabia, “la joya de la corona”, el Ayuntamiento no le autorizó el permiso y en Ezcároz y Jaurrieta pronto se percató de que “no había suficiente meneo”.

A los meses, Fermín suspendió esta ruta, pero no quería dejar huérfanos de zapatos a los vecinos que aún resisten en la zona. “Si se siguen perdiendo servicios, la vida en estos pueblos desaparecerá para siempre. Hay que fomentar el arraigo como sea”, defiende.

Por eso, Fermín cerró en abril un acuerdo con una tienda de Ezcároz donde “dejo el género en depósito. A final de mes, miramos lo que hemos vendido y la dueña me paga una cantidad”, explica. 

Además, Fermín se ahorra los viajes hasta Ezcároz para reponer el género porque unos conocidos de la Rochapea son de allí y se ofrecieron a llevar el calzado cuando hiciera falta. “Quieren apoyar al pueblo. Les aviso unos días antes, les preparo el paquete y lo dejan en la tienda. Ya han hecho seis viajes y me viene de perlas”, reconoce. 

Lumbier

En octubre, Fermín amplió su ruta y comenzó a vender zapatos en Lumbier. “Tampoco hay ninguna zapatería. Ni tienda de ropa”, lamenta. Y no será por falta de demanda: “He vendido muy bien desde el minuto uno. Siempre tengo a una docena de personas esperando”, indica.