En 2019, Ana Chamarro regresó de Guatemala, aparcó el mundo del derecho y cogió las riendas de la Quesería de Guillermo, que fundó su abuelo en la década de los 60.

Hace seis meses, su marido, Miguel Ángel Rustrián, graduado en diseño gráfico, dejó su empleo de programador y también atiende a los clientes detrás del mostrador.

Me animé porque todas las comidas familiares terminan con una tertulia gastronómica sobre quesos”, bromea.

Ana y Miguel Ángel apuestan por el producto de la tierra y ofrecen quesos artesanos elaborados por pastores de Beruete, Urbasa, Huici, Baztan, Irati y Roncal.

Vendemos tradición porque las queserías son familiares y tienen una historia detrás. Son pequeños productores con los que estableces una relación de amistad muy cercana y bonita”, expresan.

Ana también tiene un máster en comercio internacional que le permite moverse como pez en el agua en el mundo de las exportaciones y contar con una vitrina repleta de quesos de Italia, Suiza, Alemania, Francia, Holanda...

“Se debe apostar por la tradición y la innovación”, defienden. El matrimonio se toma al pie de la letra su consejo y le gusta sorprender a sus clientes con “productos muy raros” que no se suelen encontrar en los grandes supermercados como queso con chocolate, especias, jengibre o pimienta y limón. “Nos arriesgamos muchísimo”, confiesan.