Lo advertían los analistas durante los últimos días de campaña: la amenaza de PP y Vox está activando el voto progresista. Y Navarra ha sido el ejemplo perfecto de cómo una serie de fuerzas alternativas a la derecha es capaz de movilizarse y otorgar más apoyo a las mismas fuerzas que hace dos meses ya fueron mayoría en las forales del 28 de mayo.

La lectura de los resultados en clave navarra deja claro que las fuerzas que sustentan la coalición de Gobierno –PSN, Geroa Bai y Contigo Navarra, el domingo bajo el paraguas de Sumar– volvieron a la urna. Acompañada, incluso, por personas que en mayo no lo hicieron, pese a la supuesta desmovilización que iba a acarrear una mala fecha. La participación del 23-J fue mayor –del 70%– que la del 28-M –cercana al 65%– y los tres partidos, en conjunto, sumaron 146.201 votos, un 43,13%. Es una cifra de mérito, teniendo en cuenta que hace dos meses las mismas fuerzas sacaron un buen resultado, pero incluso un poquito más bajo: 132.002 votos y el 40% del total.

Pero no solo ha crecido la coalición. Todo el bloque, con EH Bildu, suma un total de 204.887 votos, el 60,44% del total. También más que las mismas fuerzas para la cita de las forales, donde el bloque –que tiene 30 de 50 escaños en el Parlamento de Navarra– representó 188.537 votos y el 57,13%.

Es una tendencia interesante. Con más participación, más voto a las fuerzas progresistas. Y eso que parecía que la derecha estaba hipermovilizada y que el aumento de la participación era achacable a un votante de derechas. No ha sido así en Navarra, donde el mayor número de electores ha ido a los colegios a apostar por fuerzas que siguen un patrón similar a las del Estado, donde la posibilidad de un gobierno entre PP y Vox ha despertado dudas en muchos ciudadanos, temerosos de una regresión de derechos.

La lectura se redondea todavía más teniendo en cuenta el bloque que falta, y que recorre –como es obvio– el camino contrario. La derecha votó más en las forales que en las generales. Contra todo lo que cabía pensar, pero así lo reflejan los números. La suma de UPN, PP y Vox el 28-M supuso 130.608 votos, 39,58% del total. Veinte escaños en el Parlamento –los 15 regionalistas, los 3 populares y los 2 de la extrema derecha–. El domingo, las mismas fuerzas fueron menos: 127.460 votos, el 37,59%.

Es decir, que entre uno y otro bloque ha habido una diferencia de 77.737 votos. Son más de veinte puntos de diferencia entre un bloque y otro, lo que confirma y desmiente ciertas ideas atmósfera que siguen existiendo en la política navarra. Una de las más potentes, que esta sea una tierra de derechas, idea extendida por el recuerdo de tantos años de UPN y listas más votadas. Pero, en realidad, las fuerzas de izquierda suman más. La derecha, además, mantiene una lenta pero inexorable tendencia a la baja desde hace veinte años a esta parte. Basta acudir al histórico.

El precio del escaño

El baile de votos entre bloques deja también otra clásica lectura del día después: el precio del escaño. Se habla de escaño caro aquel que se pasa mucho del umbral, pero se queda a poco de poder reportar un segundo asiento. Con esa lógica, el escaño más caro ha sido el de EH Bildu, la segunda fuerza con 58.686 votos. Le sigue el PP –56.483 votos– y UPN –51.764–. El PSOE ha sacado petróleo de su resultado –el mejor desde mediados de los ochenta–, porque los 92.798 votos le han permitido que cada escaño de Santos Cerdán y Adriana Maldonado le haya costado 46.399 votos. Sumar –43.564– se quedó a menos de 3.000 votos.

El quinto escaño

2.836 votos hubiese necesitado Villanueva. Idoia Villanueva, candidata de Sumar al Congreso, se quedó muy cerca de obtener escaño. Hubiese supuesto revalidar el que en 2019 sí obtuvo Ione Belarra, que repite como diputada, aunque esta vez como número 5 por la lista de Madrid. Villanueva hubiese necesitado exactamente 2.836 votos más para atraerse el acta que terminó finalmente en otra eurodiputada navarra, pero en las filas del PSOE: Adriana Maldonado. La división casi en dos mitades perfectas de la derecha en PP y UPN descartó que la pelea del quinto escaño fuera entre Sumar y la derecha.

La ausencia de Vox y la disciplina de la derecha propician el senador de UPN

De un tiempo a esta parte, la votación para el Senado deja extraños resultados en Navarra. Porque toda la superioridad en votos que supone la izquierda no suele materializarse en escaños para la Cámara Alta, que funciona con un sistema de listas abiertas. Ahí, la disciplina de la derecha y la no concurrencia de Vox ha estado detrás del cuarto escaño, que ha caído en manos de la regionalista María Caballero. Merece la pena revisar los resultados. Los tres primeros senadores han sido el pack del PSOE. Se han mantenido las tendencias de siempre: el primer nombre recibe casi los mismos apoyos que la lista para el Congreso, y la tendencia es descendente con el resto de nombres de la lista. Así, Javier Remírez sacó 91.357 votos. Y Nuria Medina y Toni Magdaleno, 87.105 y 81.638 votos, respectivamente. Es decir, que hubo más de diez mil votantes del PSOE en el Congreso que no tacharon la X en el nombre de Magdaleno.

El Senado siempre da pie a combinaciones imprevisibles. Pero en el caso del domingo hubo un factor diferencial: Vox no presentaba lista. Los casi 20.000 votantes del partido de Abascal tuvieron libertad para elegir otras opciones. Y eligieron la de UPN por encima de la del PP. Basta acudir a los datos. María Caballero (UPN), representante de la cuarta fuerza, se llevó el pulso final ante Koldo Leoz (EH Bildu) por 64.652 a 63.829 votos. Amelia Salanueva, la número 1 del PP y presumiblemente mejor opción para Vox, no captó más que unos 3.000 votos de más con respecto al resultado del Congreso. Y Leoz tampoco atrajo los votos suficientes de las fuerzas progresistas que, otra vez siendo más, no supieron rentabilizar los votos en escaños. – A.I.R.