José Antonio Pérez Tapias (Sevilla, 1955) visitó Pamplona el pasado lunes para disertar en la Biblioteca de Navarra sobre la inteligencia artificial (IA), la posverdad y la política. Ex miembro del PSOE desde 2018, candidato en 2014 a convertirse en secretario general de los socialistas (donde ser erigió por primera vez con la victoria Pedro Sánchez) Tapias funde su experiencia filosófica y política, como catedrático y exdiputado; “Filosofía de la praxis”, dice parafraseando a Gramsci en tono cordial. Autor del libro ‘Imprescindible la verdad’, publicado por Herder, reclama poner la IA al servicio del desarrollo y la democracia, y que no alimente nuevas injusticias o desigualdades. Todo ello, advierte, demanda voluntad anticipatoria y una política pública “de primer nivel”.  

La IA es un acrónimo que se ha colado en los últimos meses en nuestras vidas. Un punto más de incertidumbre en nuestro horizonte. 

–Sí, es una innovación tecnológica muy potente, una nueva ola en la revolución de la información que empezó hace décadas. Presenta una potencialidad enorme, algo así como en su día la energía nuclear, con muchas posibilidades positivas y billones de algoritmos que dejan reducida la llamada big data, pero también con muchos riesgos y amenazas, por esa combinación de ficción, y confusión entre verdad y mentira, que prorrogue la dinámica de posverdad en la que nos hemos visto metidos.

Cada vez es más complicado discenir entre la IA y la humana. Una distopía que parecía ciencia ficción.  

–La fantasía de vernos desplazados por las máquinas. Hemos generado una tecnología tan potente que aparecen temores de que nos suplante en nuestras decisiones y en nuestra libertad, que socave la libertad de expresión o aliente nuevos dominios. Eso es lo que hay que controlar. La tarea es ímproba, pero no hay más remedio que acometerla, desde el punto de vista jurídico, político, social, científico... con nueva formación y nuevas instancias para ello. 

Necesitaremos décadas para seguir la estela de esa irrupción, que va a una velocidad sideral.

–Eso incentiva la incertidumbre. Cada vez que aparece un avance tecnológico, y más de la envergadura de la IA, se multiplican las potencialidades, pero en la misma medida los riesgos y las amenazas. Por ejemplo, por los sesgos con que funciona esa IA. En principio, las nuevas tecnologías favorecen a quienes las financian y las controlan, y a quienes pueden rentabilizarlas. ¿Cómo hacemos que redunden en beneficio social y desarrollo frente al cambio climático o problemas complejos como las migraciones, o la conjunción de intereses en un pluralismo tan diverso? Porque hay nuevos delitos en bandeja con la IA, y formas de manipulación que se van a acentuar. Todo ello puede dar lugar a una sociedad mucho más autoritaria y dictatorial. 

Sabemos que el campo digital potencia el blanco y negro. 

–Sin duda, no hay que ser ingenuos. Confiábamos que internet nos iba a facilitar el ágora universal, la comunicación en los términos más razonados y razonables. Nos brinda unas posibilidades inmensas de comunicación, en la pandemia lo disfrutamos y lo padecimos a su vez. Pero también encontramos muchos elementos negativos, generando adhesión emocional a determinados presupuestos ideológicos, líderes o partidos, anulando el debate público, en una dinámica de fabricar mentiras a gran escala. Con la IA tenemos que tener las suficientes cautelas. 

“Con la inteligencia artificial tenemos que tener las suficientes cautelas visto lo que es internet, que parecía facilitar el ágora universal”

Va a hacer prescindibles determinados trabajos. 

–En muchos sectores profesionales, incluso de un nivel notable. Aumentará el caudal de la información, habrá que filtrarla, dotarla de fiabilidad y de métodos de validación. Habrá que domesticar a la IA y tener muy presente que es un invento y una creación humana. Se corre el peligro de una alienación tecnológica, similar a las antiguas y no tan antiguas alienaciones religiosas, a la que rendir culto. A la IA hay que controlarla, porque no solo se pueden perder puestos de trabajo, sino generar fantasías que no produzcan nada positivo. 

En 2014 fue candidato a secretario general del PSOE, y abandonó el partido en enero de 2018, en la antesala de otra etapa. ¿Se precipitó?

–En mi caso, como en otros de Izquierda Socialista, en 2017, cuando se presentó Pedro (Sánchez) por segunda vez, le apoyamos. En 2018 pensé que ya había hecho un recorrido, veía que mis opiniones muchas veces no eran bien recibidas o entendidas y generaban discordia, y era decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada. No creo que tomase una mala decisión. Planteaba la necesidad de abrirse a una izquierda plural y pactar, y avanzar en federalismo plurinacional, que hoy está de nuevo, al menos como necesidad, que hay que acometer. 

¿Hay mimbres para una legislatura estable? Los partidos independentistas no solo piden amnistía. 

–Cuando se produjeron los indultos dije que eran razonables para el Estado, además de beneficiar a personas y a formaciones políticas, sobre todo a ERC. Pensaba que quizá se tenía que haber acometido un proceso más amplio, donde con cierto sosiego se abordara una amnistía. Ahora se está haciendo. Es un asunto delicado, con muchos flecos, complejidad e implicaciones, al hilo de la necesidad de resolver la investidura de Pedro Sánchez para un próximo gobierno de coalición. Pero hay que atar muy bien las razones que se exponen ante la ciudadanía de que no solo es factible, sino conveniente políticamente y que redunda en beneficio de todos a largo plazo.  

Eso es lo que intenta hacer Sánchez.

–Es difícil articular esas razones si desde el lado independentista, sobre todo Junts y Puigdemont, se mantienen posiciones inamovibles, bajo el rótulo de la unilateralidad. Una amnistía es un pacto entre partes, con cierto factor de reconciliación, marco de entendimiento y capacidad de acuerdo para un reinicio. Reiniciar no es partir de cero, pero sí dar un nuevo enfoque a los problemas como el de la territorialidad de nuestro Estado y la ubicación de Catalunya. Los independentistas piensan que pasa por un referéndum de autodeterminación, pero eso es lo que hoy por hoy, y no se ve como salir de ello, en nuestra Constitución no cabe. Hay que buscar un elemento común en la negociación, hilar muy fino, y ofrecer razones convivenciales y de diálogo futuro. Una reforma de corte federal abriría un proyecto de Estado en el largo plazo, que hoy no lo tenemos claramente dibujado ni mucho menos.

“La respuesta absolutamente desproporcionada, con tintes genocidas, del Estado de Israel sobre Gaza, es de todo punto injustificable”

¿Qué cree que pasa en la comunidad internacional ante la impunidad de Israel en Gaza?

–Estuve como diputado una vez en campos de refugiados palestinos. Las humillaciones diarias, el atosigamiento, la ocupación de tierras... Fue una experiencia tan dura, tan inhumana... era asombroso que aquello no estallara y ahora ha estallado. 

El maltratado, maltratador, ante una comprensión extendida. 

–Me han satisfecho mucho las declaraciones de António Guterres, secretario general de la ONU. La respuesta absolutamente desproporcionada, con tintes genocidas, del Estado de Israel sobre Gaza, es de todo punto injustificable, contraria al derecho internacional. Ya lo era lo que venía haciendo desde hace décadas, y ahora su masacre sobre la población civil. Israel no respeta ni siquiera la ley del talión, que en la Antigüedad suponía un límite a las venganzas violentas. La desproporción es tal, que ni siquiera eso. Hay una venganza llevada a tal límite que Gaza, como campo de concentración se convierte en campo de exterminio. Cuando se invoca la solución de los dos Estados, ¿quién se cree que ahora mismo es viable uno palestino? La gran paradoja es que un Estado que nació de la mano de la ONU como Israel nunca se ha tomado en serio sus resoluciones. Ha hecho caso omiso. Ahora cuestiona al mismo secretario general de la ONU, a la cual debe su existencia. Es inasumible e injustificable lo que está haciendo el Estado de Israel. Si no se detiene esto puede incendiarse todo Oriente Próximo, con lo que supone en Ucrania, no solo por los recursos disponibles, sino por la argumentación política, porque si los mismos que han apoyado a Ucrania apoyan ahora a Israel, la evidencia de dos varas de medir es clamorosa. El entendimiento entre Occidente y el Sur global es más difícil, con lo cual la solución de problemas planetarios no va a ser nada fácil.