Los retrasos en los vuelos están a la orden del día, ya sea por las condiciones meteorológicas, averías, accidentes o algún tipo de suceso. Y causan desesperación y enfado en los pasajeros, y más cuando se ven obligados a hacer noche en el aeropuerto o buscarse un hotel a última hora porque el avión no despegará hasta el día siguiente.

Es lo que les ha pasado a los cientos de pasajeros que iban a despegar el domingo a las 20.05 horas de Tenerife con destino a Londres (Gatwick), a donde tenían previsto llegar a las 0.20 horas en un vuelo de Easyjet y que han tenido que esperar hasta este lunes por la tarde para poder hacerlo.

La cosa no iba ya bien porque el vuelo ya acumulaba retraso. De hecho, la compañía tuvo que cambiar al pasaje del avión previsto a uno más pequeño, con lo que ofrecieron 500 libras a los pasajeros que no cabían para que se quedaran en tierra y esperaran al siguiente avión. Ninguno quiso aceptar el dinero y la empresa tuvo que forzar a diez de ellos para bajar del avión.

Ahí no quedó la cosa. Con el avión repleto, detectaron sobrepeso, con lo que tuvieron que desplazar el equipaje de muchas personas, escogido al azar, para que viajara en otros aviones que tenían el mismo destino. Los pasajeros comenzaban a desesperarse.

Ya con todos los viajeros ya colocados en sus asientos se canceló el vuelo. El motivo: que un pasajero defecó en el suelo del baño, como se ha podido ver en imágenes que alguno de los damnificados ha subido a las redes, con decenas de pedazos de papel de baño tirados por el pasillo del avión. Algo que pudo tratarse de un simple accidente, un inoportuno problema digestivo.

El papel, en el suelo del pasillo del avión.

El papel, en el suelo del pasillo del avión. Daily Mail

La tripulación avisó de que las labores de limpieza iban a impedir que el vuelo despegara el domingo, provocando el enésimo enfado de los pasajeros, que se acrecentó cuando les comunicaron que no habían conseguido habitaciones de hotel en Tenerife para todos y que tendrían que buscárselas ellos, comprometiéndose a reembolsarles el gasto siempre que fuera un “precio razonable”.