Navarra está repleta de monumentos megalíticos. Dólmenes, crómlech y demás yacimientos copan las sierras de la zona norte de la Comunidad Foral, señal de la larga historia que la precede. Sin embargo, cuando parece que todo está descubierto, todavía siguen apareciendo piezas que durante miles de años han permanecido ocultas a los habitantes de la zona.

Esta vez ha sido en Donamaria, cuando un grupo de Basozainak-Guarderío de Medio Ambiente realizaba labores rutinarias de vigilancia de la masa forestal. Encontraron un saliente en “una zona que no encaja con las habituales”, en una pequeña cresta entre dos barrancos donde abundan las piedras, explica Xabier Petrirena Gortari, guarda de la zona. “Nos pareció que podía ser un dolmen, por lo que dimos parte para que se comprobase”, dice.

Un dolmen es una estructura arquitectónica prehistórica que consiste en una cámara funeraria, compuesta por piedras verticales que sostienen una losa en la parte superior. En la Comunidad Foral se encuentran principalmente en la zona del Pirineo y cadenas montañosas adyacentes, en áreas abiertas, generalmente en colinas o zonas elevadas, y a menudo están rodeadas por montículos de tierra o piedras adicionales. 

Este dolmen recién encontrado no corre peligro, al encontrarse en una zona de difícil acceso, donde la actividad es muy limitada. No hay ganado cerca y el único inconveniente es la extracción de madera que se realiza, por lo que ya lo han señalizado para evitar su deterioro, cuenta Luis Millán, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que acudió a la zona a certificar que, precisamente, se trataba de un monumento megalítico, “una pieza de gran valor” que ahora debe catalogarse y estudiarse.

Ahora es competencia de Patrimono de Navarra su protección, en colaboración con los guardas de Medio Ambiente. Este dolmen, “al ser de montaña”, es de tamaño medio y se estima que hay enterradas “un par de personas”, cuenta Millán. Tiene una antigüedad de alrededor de 4.000 años, al igual que el “montón” de ellos que hay en Navarra.

“Seguro que hay más sin descubrir”, asegura Petrirena, que a lo largo de su trayectoria espera encontrar alguno más. “La naturaleza está viva y con el paso del tiempo, muchas veces, acaban cubiertos, pero no es la primera vez que se encuentra uno”, apunta. Tiene “compañeros, ya jubilados, que encontraron alguno, muchos no encuentran ninguno, pero seguro que encontraremos alguno más”, añade.