Las matemáticas reciben de manera natural un rechazo muy potente por parte de los estudiantes, que suelen finalizar la etapa educativa con la creencia de que “están reservadas para las mentes superiores”. Sin embargo, cientos de personas llenaron el pasado martes el aula Fernando Remacha, la más grande del edificio El Sario de la Universidad Pública de Navarra, para asistir a la charla La niña del Teorema del matemático, profesor y presentador de televisión Eduardo Sáenz de Cabezón, no sin ser divididos entre “matemáticos y mortales”.

Las primeras filas estaban reservadas a expertos en la materia y el resto las ocupaban “mortales que no tienen ni idea”, bromeó el ponente sobre la imagen de elitismo de los científicos. Entre los comunes se encontraban Benjamín y Mariela, de 8 y 10 años, que incluso le pidieron un autógrafo antes de empezar la charla. El hecho de que dos niños le pidan su firma como si fuese una estrella de la música le sorprendió al conferenciante, que aseguró que iba a intentar adaptar lo posible su ponencia remarcando que “se viene caña matemática”. Incluso invitó a los expertos presentes a adoptar un mortal cuando el temario se pusiera intenso

"Las matemáticas tienen un sentido de la belleza muy fuere y profundo, como la poesía"

Sin dejar el tono sarcástico, Sáenz de Cabezón, que presenta Órbita Laika, el programa de ciencia de La 2, comenzó defendiendo que “las mates tienen un sentido de la belleza muy fuertes. No por hacer cosas bonitas estéticamente, sino más profundo, como la poesía”. El prolífico matemático Paul Erdós aseguraba también que “Dios tiene un libro con las demostraciones más bonitas de las matemáticas”. Este experto húngaro es uno de los “ídolos de los matemáticos”, al nivel que es común investigar el llamado “número Erdós” que indica cuántas personas conocidas te unen a escribir un artículo con él. 

Dos científicos se tomaron en serio la frase de Erdós y se dispusieron a recoger las demostraciones más bonitas en un libro. La curiosidad es que el contraejemplo en 946 dimensiones de La conjetura de Borsuk, tan técnico y complicado como suena, está atribuido a A. Nili, una niña de cinco años, con foto incluida. “Me puse a investigar quién era pero no aparecía su nombre en ningún trabajo más”, explicó el ponente. La demostración de la niña está recogida en las actas de un congreso celebrado en 1993 en Israel, pero no hay nadie registrado con tal nombre en ese evento. “¿Qué pinta esta niña aquí? ¿De dónde ha salido?”, se interrogó. 

El rector de la UPNA, Ramón Gonzalo, acudió a la charla de puerta abierta. Unai Beroiz

Resulta que tenía una explicación tan sencilla como que un matemático experto en ese ámbito, Noga Alon, decidió firmar el artículo con un pseudónimo creado con el nombre de su hija. “Me flipó que los autores se quedasen tan a gusto atribuyendo eso a una niña de cinco años pero os confieso que me tranquilizó” –reconoció– “Aparte de saber que no hay una niña de cinco años con un cerebro prodigioso dedicando su tiempo a pensar en 946 dimensiones, me tranquilizó que la solución fuera de un matemático con muchos años de estudio”. 

Pensamos que las matemáticas son para gente superior, para genios, pero, como defendió Sáenz de Cabezón, “hay muchos matemáticos mediocres como yo, en el sentido más humilde de la palabra, que simplemente curran mucho” y recordó la importancia de que “tengamos referentes de aquí y ahora para quitarle esa pátina de heroicidad. Parece que todos los matemáticos son genios y nada más lejos de la realidad”. 

"Parece que todos los matemáticos son genios pero nada más lejos de la realidad"

Al acabar, el pequeño Benjamín levantó la mano y dijo orgulloso: “Aunque no me haya enterado de nada, gracias”, provocando el aplauso cómplice de todos los asistentes. Esto le alegró al ponente que aprovechó para contar una anécdota. “En un viaje a Argentina una mujer de más de 75 años me dijo que veía mis vídeos con su hijo y me dijo: casi nunca comprendo pero me hacen sentir lista”, recordó. 

Esa señora argentina y Benjamín el martes pasado quizá dieron con la clave para acabar con el rechazo hacia las matemáticas. “Creo que a veces imponemos que la relación con las matemáticas sea entender todo y podemos hacer sentirse tonto”, reconoció Sáenz de Cabezón. Quizás no consiste en entender todo, quizá la verdadera belleza consiste en pasarlo bien y entretenerse de una manera más afectiva, más mortal.