Durante su etapa al frente de Unicef en Navarra, Mikel Aguirre destaca hitos como la nueva Ley Foral de Infancia, el nombramiento de dos municipios navarros como Ciudades Amigas de la Infancia o el aumento a 6.700 socios, además de varios proyectos internacionales. Admite que queda mucho por hacer, pero asegura que Joaquín Mencos Arraiza, quien le sustituye en el cargo desde el pasado 26 de enero, “es mucho mejor del presidente que se va”.

Con esta alegría casi parece que tenía ganas de dejarlo...

Bueno, igual que llegas con ilusión, hay que saber irse. Se me ha hecho muy corto porque encima, yo no tengo perfil de presidente (risas), me convenció mi maestro, Juanjo Almagro, que me dijo que había un equipo profesional de lujo y lo he podido confirmar. El equipo profesional, Maider y Carlos, son los que tiran del carro. Este equipo es fundamental porque solo con voluntarios esto no se construye y recibe solo el 20% de la financiación, el otro 80% va directo a los proyectos. 

¿De qué está más orgulloso de estos años?

Primero, del trabajo conjunto de la junta respecto al apoyo al equipo operativo. Me siento satisfecho de las relaciones con las instituciones y de los convenios con otras entidades. Yo aquí he aprendido al palabra alianza. Tenemos una misión tan grande que si no tenemos alianzas es imposible. También de haber incrementado los socios y alcanzar los 6.700 porque ellos nos hacen independientes y nos dan la fuerza. Pedimos ayudas a las administraciones pero no dependemos de ninguna subvención. 

¿Qué considera que ha dejado usted en Unicef?

Le he metido mucho cariño, he puesto al servicio mi agenda, mi conocimiento y optimismo. A pesar de tratar temas que dan ganas de llorar. Tratamos mucha miseria de muchísimos niños que al final te puede afectar de manera personal, y aún más sabiendo que lo que nosotros hacemos arregla una parte minúscula. Eso sí, el agua que hoy hay en Mauritania o la escuela de Bolivia es por el Comité de Navarra. Dentro del mar de porquería es muy poco, pero es nuestra gota y es lo que podemos hacer. 

A pesar de todo lo conseguido, dice que no se puede estar satisfecho.

Es verdad que ha ido bien, pero los retos que tiene Unicef son de tal envergadura que al ver que España es el tercer país por la cola de Europa en pobreza infantil, cerca del 30%, no puedes estar satisfecho. Navarra está mucho mejor pero tampoco es para estar contento porque tiene el potencial para erradicar la pobreza infantil. Lo veo posible porque tengo fe en una comunidad como la nuestra.

¿Qué hace falta para hacerlo?

Que los políticos entiendan que tienen muchos sitios para mostrar sus diferencias pero la infancia no es uno de ellos. En políticas de infancia y en erradicar la pobreza infantil tendrían que ir todos a una y no poner los colores por delante. Habrá matices, pero ninguna persona estaría en contra y se crearía una foto de unión que la ciudadanía también agradecería porque hay mucha desafección política.

¿En qué ha cambiado la sociedad de cuando entró hasta ahora?

Sí que he notado que ha ido aumentando la sensibilidad, aunque siempre ha habido hacia los temas de infancia . Durante la pandemia hubo un tiempo de reflexión, que de normal no nos damos, sobre que era lo verdaderamente importante y decíamos lo de “saldremos mejores”. La realidad fue que volvemos con demasiada rapidez a nuestro día a día, se nos olvidó cualquier reflexión y no hubo ninguna salida mejor.

La pandemia sí que sirvió para poner sobre la mesa el cuidado de la salud mental en los jóvenes.

En los primeros cuatro años de mi presidencia era un tema que estaba en los protocolos, nada más. A partir de la pandemia, los datos eran de tal envergadura que ya nos escandalizamos. Siempre ha estado en la hoja de ruta, pero no como prioridad y ahora ya sí. Tenemos un problema impresionante. Lo bueno es que ya no tenemos miedo a las palabras, a llamar a las cosas por su nombre y concienciar. Lo que pasa es que la Salud Pública va muy por detrás de los problemas de la sociedad y la gente que no puede permitirse atención privada entra en una rueda muy peligrosa. 

Uno de los causantes de esos datos preocupantes está el mal uso de la tecnología.

El último informe de Unicef era muy preocupante. Ahora están preparando un borrador a nivel estatal y hay gente de la organización trabajando también para que sea todo lo efectiva posible. Nadie puede negar que hay cosas buenas pero hay muchas otras que se necesita una cierta madurez para poder usar. No es de recibo que las familias tengamos que entender que los ocho o nueve años es el momento para que un niño tenga una herramienta de esa potencia. Hay darle la vuelta ya. Habrá que capar contenidos. Que mi hijo de 11 o 12 años tenga un aparato para poder hablar con sus padres si va algún sitio solo y se sienta mas seguro está bien, pero eso no significa que tenga que tener acceso a todo a lo que tiene un adulto. Son cosas que hemos aprendido con el tiempo y lo preocupante es que hay generaciones que ya han desarrollado adicciones y llegamos muy tarde. Las legislaciones de ahora van para el futuro y van a tener que pasar por prohibir. 

¿Se refiere a los problemas con la pornografía?

Es una barbaridad que el primer acceso a la pornografía sea cada vez más pronto y que consuman ese contenido machista. Si su primer acceso al sexo es eso es que tenemos que atajarlo ya. Sabemos que no tenemos educación sexual, que tenemos unas generaciones de padres que no saber tratar estos temas y unos profesores que no dan a basto como para echarles mas responsabilidades. Hay que cambiar muchas cosas, pero si todo el espacio que queremos dar a la educación sexual y emocional la dejamos en mano de la tecnología, estamos locos.

¿Qué podemos hacer para evitar que sigan creciendo estos problemas?

Siempre decimos que la solución a cualquier gran problema es educar, pero luego no le damos a los educadores las herramientas necesarias. Nuestra mejor gente debería ser los que trabajen con nuestros niños y niñas. Ya en la etapa 0-3 años se ha demostrado que se desarrolla la personalidad y seguimos con el concepto de que en la guardería hagan lo que sea. Empecemos por tener una escuelas de magisterio donde estén los mejores y estén bien pagados. No puede ser que mi sobrina estudie en 2020 los mismos contenidos en Magisterio que estudié yo en 1980 o que haya gente joven que elija esa carrera porque es fácil o por las vacaciones. Ahora no estamos incentivando la curiosidad, todo lo contrario, hemos tenido un tiempo en el que cualquier niño que se salía un poco era hiperactivo y te proponían medicación. Esa no es la educación que queremos. Hay muchas educaciones demostradas de éxito, pero son mucha inversión. Por ejemplo, 25 alumnos en una clase es una barbaridad pero es caro cambiarlo. Luego hay gente que dice “yo estaba 42 en clase y he salido normal”, bueno lo normal que hemos podido.

¿A qué se refiere?

A mi generación le gusta mucho quejarse y meterse con los jóvenes. El mundo está como está y lo lidera mi generación. Así que mi generación, calladita. No sé lo que van a hacer los jóvenes pero van a ser lo primeros que vivan peor que sus padres gracias a nosotros, no podemos estar orgullosos del resultado final. Las nuevas generaciones tienen que mandarnos a la mierda y decirnos que no sirve nada de lo que les hemos dejado y tienen que empezar otra vez de cero. Y eso incluye cambiar el modo de educación, valorizar como se merecen a maestros y sanitarios, apostar por los elementos públicos como fundamentales y ser mas duros con los especuladores que aquí les hemos puesto en un altar. 

¿Qué retos tenemos que afrontar en el futuro?

Hay que poner las políticas de infancia como prioridad y hacerlo con una mirada hacia el vulnerable. Tenemos la suerte de haber nacido aquí, pero hay mucha gente ha nacido en países con situaciones mucho más complicadas. No podemos olvidar ni que esos niños necesitan más cobertura para que se integren mejor ni que todas las políticas de multiculturalidad son en beneficio de la ciudad que los acoge. Por no hablar de que necesitamos que venga gente para cubrir todas las necesidades laborales. En cualquier sentido, el discurso racista y xenófobo es estúpido. 

¿Y en el ámbito internacional?

Primero todos los conflictos bélicos, que son tan terribles para todos menos para quienes los provocan. Cada día nos despertamos con una barbaridad en Palestina, la guerra de Ucrania nos dejó de importar muy rápido y por no hablar de los conflictos más desconocidos que siguen latentes. A quien vende las armas le interesa mucho que los conflictos sigan y así continúan tantos años. Luego la desnutrición o los niños que están muriendo de enfermedades que aquí se curan con una pastilla, ¿cómo no nos da vergüenza? Acabar con el hambre es una decisión de un reunión de los grandes países del mundo. Tenemos excedentes en un montón de sitios y en otros les falta. Hay problemas que tendrían solución si los ponemos como prioridad desde el punto de vista humano. 

¿Por qué no se aplica esa perspectiva?

Porque manda Don Dinero. No puedo entender que un líder de una gran empresa solo tenga su mirada en el dinero. No entiendo que haya que explicar la responsabilidad social de las empresas y no sea algo obvio. Somos seres humanaos y en las buenas acciones es donde tenemos la recompensa más importante, pero hay quien se quita el corazón y pone el dólar, y esos son los que manejan el mundo creando una rueda que sufren siempre los mismos.

Ante una situación así, ¿por qué no rendirse?

Porque tenemos que poner la gota cada uno. Si todos lo hacemos sí que la liamos, es que no hay otra. Esto me lo enseñó mi nuera cuando empezó a salir con mi hijo. Me contó un proyecto en Kenia, se fue, montó una ONG y siempre dice: esta es mi gota. Si esa mirada se contagia a todos los jóvenes, el mundo es recuperable y en muy poco tiempo, si la mirada sigue siendo la del dinero nos devoraremos y será de abajo a arriba.