No poder controlar las defecaciones es una pesadilla. “La incontinencia fecal ha existido siempre pero no se contaba. Antes la gente no iba al médico a decir se me escapan las cacas, y tampoco lo preguntábamos. Pero ahora, quizá porque hay cirugías de extirpación de recto más arriesgadas por un cáncer, o tratamientos con radioterapia que antes no se hacían, tiene más visibilidad”, explica Lola Galán, cirujana colorrectal.

Víctor Javier Larrinaga fue, de hecho, el primer paciente de cáncer colorrectal atendido en la Unidad de Suelo Pélvico del Hospital de Basurto, que acaba de celebrar su primer año. Asegura que es un problema duro de asumir y muy difícil de sobrellevar y lo aborda con valentía. “Sufrí un cáncer de colon hace casi tres años y tuvieron que quitar lo que consideraron”. A sus 69 años, y gracias a la rehabilitación, intenta superar sus problemas de control de heces, con muchos altibajos. “Hay cosas que me sientan bien, y otras mal, haciendo el mismo ritmo de vida”, indica. “En mi caso, después de la digestión, tengo mucho miedo porque el organismo ya quiere evacuar. Pero debido a la gimnasia y a la rehabilitación, pues aguanto y soporto, pero hay momentos en que no puedo”, expresa.

Para dar visibilidad a una cuestión tan delicada, una jornada en la capital vizcaína ha hecho partícipes a los pacientes, contando con la colaboración de la asociación catalana de incontinencia fecal que arrancó hace ya más de diez años. “En Euskadi sería muy necesaria una asociación de este tipo pero no tenemos nada”, se lamenta Larrinaga, quien se queja del desconocimiento y la estigmatización social. “Si digo que tengo esto, a veces me dicen; ¡Ah! como las embarazadas ó como las abuelitas, y realmente hay muchos más afectados de los que la gente piensa”, indica.

Porque el grupo de pacientes más numeroso obedece a causas multifactoriales “¿Qué es eso? Pues que me he ido haciendo mayor, que tuve tres partos, por ejemplo, que he engordado a lo largo de mi vida 20 kilos, que he sido una estreñida crónica y me he pasado toda la vida empujando y ese suelo pélvico se ha debilitado. Además soy menopáusica y encima, diabética. O sea que se van sumando factores”, explica gráficamente la doctora Lola Galán.

Asimismo “existe un segundo grupo de pacientes como los operados de un cáncer de recto y que tienen síntomas asociados a ese cosido que hemos hecho a una distancia corta del recto”, destaca. Otro colectivo de pacientes es el que sufre un prolapso de órganos pélvicos. “Dicho de forma coloquial, tienen la vejiga caída o la matriz caída, o el recto. Es un grupo de gente de edad avanzada”. También hay personas que quedan con alteraciones tras operarse de un problema en el ano, hemorroides, fístulas, fisuras, etcétera...

Incontinencia tras el parto

Pero el problema más grave, porque afecta a mujeres jóvenes, son los casos relacionados con el parto. “Hay incontinencias fecales después del parto que son secretos inconfesables”, asegura la ginecóloga Gemma Garay. “Al final, el parto es un trauma para el suelo pélvico y puede haber un desgarro del esfínter. Sucede en pocas ocasiones, aquí en torno al 3%, pero sucede”, señala.

Las expertas aseguran que estos trastornos afectan por igual a ambos sexos. Lógicamente entre los más jóvenes casi todo son mujeres, excepto los operados o los radiados por un cáncer de próstata. Y entre los mayores, están más equiparados. “Pero lo cierto es que las mujeres tenemos un agujero para el recto, otro para la vagina y un agujero en el propio suelo pélvico para el pis. La vagina llega a crecer mucho para que por ahí salga una criatura de tres o cuatro kilos y eso puede pasar varias veces en la vida. Y, si has engordado, todo eso va cayendo a plomo sobre el suelo pélvico”, declaran. “Además las mujeres igual tienen menos vergüenza en revelar su incontinencia porque están acostumbradas a abordar temas más íntimos en el ginecólogo”, matizan.

Desde esta Unidad de Suelo Pélvico, por la que han pasado en un año 158 pacientes, proponen soluciones y tratamientos para aliviar estos trastornos. “Las primeras son las medidas higiénico dietéticas, farmacológicas y tener un ritmo de evacuación del intestino. Luego, en la rehabilitación, enseñamos ejercicios del suelo pélvico para poner en forma la musculatura y trabajamos también en el deseo de ir al baño a hacer caca. Ofrecemos varios tratamientos base. Y cuando fallan, acudimos a otras terapias”, subraya Ana Suárez, rehabilitadora.

Dejan constancia de que se trata de un trabajo en equipo. “Es vital el abordaje multidisciplinar porque esto un puzzle, ocupado en el centro por el paciente, y luego por muchos profesionales, cirujanos, ginecólogos, rehabilitadores, radiólogos, psiquiatras... También intervienen los servicios sociales porque a veces hay que pedir discapacidades. Hace falta que utilicemos todos el mismo vocabulario”, sostienen.

Porque los trastornos de suelo pélvico son muy frecuentes. Hablamos de la incontinencia fecal pero también de la incontinencia urinaria, prolapsos, del dolor pélvico crónico y de las disfunciones sexuales. Así como de los trastornos defecatorios, es decir la incapacidad de realizar una evacuación normal.

“Yo me acuerdo mucho de mi abuela que decía; me pongo un pañito. A ella nunca se le ocurrió que la incontinencia urinaria podría tener un tratamiento, ni siquiera pensó en consultarlo. En este sentido, Concha Velasco hizo un gran papel al visibilizar la incontinencia, pero también hizo un flaco favor a las mujeres porque parece, que si estabas incontinente te ponías una compresa y ya, y no es la solución”, precisa Galán.

Desde el terreno de la rehabilitación, Suárez insiste en que puede haber soluciones con ejercicios, “enseñando a frenar esas ganas”, combinando la coordinación, la postura y por supuesto una buena higiene alimentaria. “A veces no hacemos caso a las ganas de defecar y eso nos puede hacer estreñidos. Pero también hay que normalizar que no es necesario ir al baño todos los días. Si se va cada dos ó tres sin esfuerzo, perfecto”.