El Aita Mari vuelve de misiónAita Mari con dos meses de retraso sobre los planes iniciales previstos.

-Sí, con el tema del cuaderno de estabilidad y todo lo que es el pin de la reforma y, sobre todo, el papeleo, y luego los temporales, el accidente del capitán... nos ha ido retrasando

¿Cuál es la misión?

-Salimos trece personas a bordo, ocho tripulantes profesionales y el resto son voluntarios y nuestra idea es acercarnos a lo que denominamos a la zona SAR (en inglés, Search and Rescue), frente a las costas libias para hacer la observación en esa zona para relatar qué es lo que está pasando. Tardaremos unos cinco días aproximadamente si no hay novedades. Calculamos que estaremos un mes, un mes y poco dependiendo de la cuarentena que nos obliguen a hacer en Italia.

¿Cómo está la situación en la zona?

-Sigue saliendo gente. Nos consta porque recibimos información periódica, hace poco ha habido una información de Alarmphone con el informe de actividad de diciembre y allí sigue habiendo tráfico. Libia es un país en guerra y salen con intención de llegar. Ahora los barcos salen un poco más preparados porque saben que no hay ONG y su intención es llegar bien a Malta o bien a la zona de Lampedusa. Decir que salen más preparados es que salen con algo más de gasolina y más comida, pero siguen siendo barcos precarios para la navegación.

En pleno invierno, ¿la mortalidad se dispara en la ruta mediterránea?

-La mortalidad en invierno es mucho mayor que en verano.

¿Y cuál es la situación para los barcos de rescate como el Aita Mari, que tratan de dar cuenta de lo que ocurre en el mar?

-Ahora acaba de salir el Ocean Viking otra vez, pero es el único barco que hay, con capacidad para 270 personas. Lo que pasa es que con todos los requisitos de seguridad en los barcos de rescate, por un lado está muy bien porque es bueno, pero hay una segunda lectura detrás de todo eso y es que todas esas exigencias lo que hacen es complicar mucho nuestra labor y en algunos casos, como en el caso de Italia, es una mala utilización de la normativa de seguridad de los buques y de la burocracia. La necesidad en la zona es hacer pasajes humanitarios, hacer corredores humanitarios, no que haya ni un barco de rescate ni siete. Lo que hay que hacer es cambiar la metodología y el sistema. La parte asistencial de nuestra labor es casi anecdótica porque lo que hacemos es poner encima de la mesa un problema que de otra forma está oculto.

En el pasado han tenido problemas para lograr puerto una vez se producen los rescates. ¿Qué perspectivas tienen a este respecto?

-Creo que con los nuevos certificados que se han hecho en base a las exigencias de Italia y las últimas experiencias que ha habido con el Open Arms y la última arribada del Ocean Viking hace una semana en puerto italiano, todo eso parece que ha cambiado, Italia da un puerto mucho más rápido. Las perspectivas son más positivas. Los últimos tres desembarcos que se han hecho en Italia se ha solicitado puerto y en 24 horas se ha concedido. Han sido procedimientos más previsibles y no como hasta ahora, que era todo incertidumbre.

Una vez concluya la misión, ¿cuáles son los planes del Aita Mari?

-Nuestra intención es dejar el barco en Almería, o en Burriana (Castellón) o igual alternando un puerto y otro, pero sí que mantendríamos el barco en el Mediterráneo. Y con respecto al futuro, somos una asociación, dependemos de la voluntad de los socios.