El Aita Mari, el viejo atunero vasco acondicionado para misiones de rescate humanitario y gestionado por la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), con base en Pasaia, ha zarpado esta tarde del puerto de Adra, en Almería. A bordo, una tripulación de trece personas entre marineros profesionales y voluntarios, a los que acompañará un fotógrafo del GRUPO NOTICIAS, que en las próximas semanas tendrán la misión de rastrear el Mediterráneo central en busca de embarcaciones a la deriva. Y es que barcos como el Aita Mari se convierten muchas veces en la única esperanza de miles de personas que, en busca de un futuro mejor, cada año se lanzan al mar en embarcaciones precarias, convirtiendo el mar Mediterráneo en la frontera más mortífera del mundo.

El camino no ha sido fácil. El buque guipuzcoano ha tenido que navegar antes por un largo periplo de más de dos meses. El pasado 2 de diciembre, el Aita Mari soltó amarras en Pasaia. Atrás dejó cinco meses atracado en puerto para llevar a cabo las reformas que Italia exigió para poder navegar.

Con su tripulación al completo, emprendió el viaje con el objetivo de salvar vidas de las personas que a diario intentan cruzar la peligrosa ruta migratoria entre Libia e Italia. Catorce días por delante, dependiendo de las condiciones meteorológicas para llegar al Mediterráneo Central. No obstante, de camino a Almería, el barco sufrió una embestida del mar Cantábrico que provocó la lesión de su capitán. Este infortunio, así como una sucesión de temporales, obligaron a la ONG a entrar en el puerto de Santander y posponer su aventura hasta el pasado mes de enero.

Tras dos meses de contratiempos, SMH ha tenido que afanarse en demostrar que el barco cumple con todas las medidas de seguridad exigidas en una exhaustiva inspección, que ha durado cinco días, propia de buques de mayor envergadura.

ZONA DE RESCATE

Tras superar el complejo examen, ocho marineros profesionales y cinco personas voluntarias, un médico y una enfermera entre ellos, emprenderán un viaje de alrededor de cinco días hasta llegar a la zona de rescate (conocida como zona SAR). Allí, trabajo no les va a faltar. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), solo en la primeras semanas del año se han registrado alrededor de 1.000 salidas. Ni el covid-19 ni el mal tiempo frenan el flujo de personas que parten principalmente de Libia, huyendo del terror mientras arriesgan la vida en la mayor fosa común del mundo rumbo a Europa. Basta un ejemplo. El 19 de enero, frente a sus costas se produjo la primera tragedia conocida del año, en la que al menos 43 personas perdieron la vida, según informaron la OIM y ACNUR.

A ello se suma que, entre quienes logran sobrevivir, la mayoría son capturados y devueltos al país africano, que, según recalca Naciones Unidas, no es un puerto seguro para refugiados y migrantes.

Para intentar aliviar esta vergonzosa situación, el Aita Mari se unirá en breve a los catalanes del Open Arms en las tareas de salvamento, observación y denuncia de la vulneración de los derechos humanos en el Mediterráneo Central, así como en la frontera entre Libia y Europa.