Una margarita amarilla, qué color si no, en la solapa remata el traje azul marino de Christian Prudhomme, que se explaya con este diario sobre el impacto que tendrá el Tour en Euskadi, una apuesta que nunca estuvo en duda. “Sabíamos que íbamos a volver. Era cuestión de fechas. Nunca dudamos de ello”, subraya el director de la Grande Boucle, que sostiene que la Grand Départ será un gran éxito que superará al de Copenhague. “¿A vosotros os van a ganar la partida los daneses? (Niega con el dedo). No creo. Ja, ja, ja...”

Ha comenzado la cuenta atrás para la Grand Départ. ¿Qué siente tras activar el reloj que anuncia la llegada del Tour?

—Muchas ganas. Ganas de que venga el Tour, de que estén contentos y de que muestren todo lo que son capaces de hacer a todos los niveles. No nos preocupa para nada la organización porque estamos trabajando con todo la confianza con las autoridades de Euskadi. Veíamos la voluntad entre ellos de que todo salga bien. Cuando dimos al botón del reloj de la cuenta atrás fue muy emocionante. Son 100 días, menos ya, pero eso es pasado mañana. Te das cuenta que ya está ahí y que en breve, llegamos con todo. También me gustó mucho que hiciéramos varios kilómetros en bicicleta. El Tour de Francia también es un motor para que la gente ande en bici a diario.

¿Cómo van los preparativos de la Grand Départ?

—Todo va fenomenal. Como se dice en los cohetes, trayectoria nominal. (Un avión despega y rompe con su ruido la calma. Parece un guiño a la frase de Prudhomme). Va como un tiro. Evidentemente siempre hay cosas y detalles que hay que retocar al final, pero todo va bien. El comité de organización que se ha creado aquí es buenísimo. Confiamos plenamente en ellos. Estamos trabajando fenomenalmente con ellos.

Bingen Zupiria, consejero de Cultura y portavoz del Gobierno vasco, advertía hace unas semanas de que no éramos consciente de lo que se nos venía encima con la llegada del Tour. ¿Qué se nos viene encima?

—(Ríe). Espero que, sobre todo, se nos vengan muchas sonrisas encima. Yo suelo decir que el Tour son 3.500 kilómetros de sonrisas y los primeros kilómetros son en Euskadi. Los vascos sienten una gran pasión y orgullo por el ciclismo y eso es palpable. Sienten el orgullo de acoger la carrera más importante del mundo. Eso es algo que se nota. Además, para nosotros, es muy prestigioso que entre Copenhague y Florencia, (salidas del Tour de 2022 y 2024, respectivamente) esté Bilbao. Bilbao se sitúa entre las ciudades más bonitas del mundo. Eso quedará ahí plasmado. Es algo muy bueno para nosotros y para vosotros. Creo que es un orgullo para vosotros pertenecer a ese club.

El comienzo del Tour es muy duro, muy vasco.

—Sí. Es duro. La primera etapa tendrá 3.300 metros de desnivel. Récord desde 1903. Nunca ha habido tanto desnivel en una etapa inicial del Tour. Pike Bidea, cerca de meta, hará realmente espectacular la llegada con Pogacar, Van der Poel, Van Aert o Vingegaard... No sabemos, además, si a Pogacar le picará una mosca (bromea) y le dará por atacar de lejos a meta. Lo que es seguro es que se han alineado los planetas. Tener estos campeones de hoy, que dominan desde hace 3-4 años el ciclismo y que ofrecen espectáculo, mezclado con este terreno, puede ser espectacular. Euskadi está hecha a medida de ellos y pueden ofrecen un gran carrera. Espero emoción y ataques. La primera etapa del Tour será la bomba. 

Prudhomme posa sonriente. José Mari Martínez

En el Tour que empieza en Euskadi se espera el gran choque entre Vingegaard, el último campeón del Tour, y Pogacar, que ganó en 2020 y 2021. 

—Lo bueno es que no van a esperar a la última semana del Tour para atacarse. Va a ser un pim, pam, pum en Euskadi. De eso estoy seguro.

El Tour está en Euskadi por la insistencia y el trabajo de las instituciones vascas, pero ¿cuándo decidió el Tour que la Grand Départ tenía que ser ahora?

—La primera vez que nos reunimos fue en 2016. Estábamos en la Vuelta con Javier Guillén. Cada año recibíamos una carta del Gobierno vasco, del Ayuntamiento de Bilbao y de la Diputación de Bizkaia. La presentación física se hizo a través de Javier Guillén, pero era un tema de fechas, de encontrar la fecha adecuada. No pensábamos si íbamos a venir o no. De eso no había duda. Sabíamos que íbamos a volver (en 1992 Donostia acogió la Grand Départ del Tour). Era un tema de fechas. Con la pandemia del coronavirus cambió todo. Sabíamos que íbamos a volver a Euskadi, no había ninguna duda de que volveríamos.

¿Considera que la Grand Départ de Euskadi alcanzará el éxito que tuvo la de Copenhague?

—Todos los periodistas con los que me he encontrado aquí me hablan de ello, de Copenhague. Estoy encantado con ello. Pero pienso que vosotros tenéis pasión, entusiasmo y fervor. Sabéis hacerlo y habéis visto lo de Copenhague, ¿A vosotros os van a ganar la partida los daneses? (niega con el dedo). No creo. Ja, ja, ja...

Usted conoce muy bien a las distintas aficiones del ciclismo y del Tour. ¿Qué tiene de diferente la afición vasca respecto a la belga, la italiana o la francesa?

—Por ejemplo, de cara al Tour vemos la bandera flamenca o la que sea, y luego vemos una marea naranja. El color del maillot del Euskaltel, del equipo de antes. Para nosotros el fervor vasco es una marea naranja. Son unos locos de la bici que animan a sus campeones en la montaña. Yo no veo esas mareas de aficionados vascos en una llanura. Lo vinculo a las montañas, a las cotas bien inclinadas.

Usted además de director del Tour, es un gran aficionado al ciclismo. ¿Por qué cree que una tierra que ama el ciclismo y que cuenta grandes corredores, no existe un equipo como aquel Euskaltel-Euskadi?

—(Hace un largo silencio). No tengo una explicación precisa. Hay ciclos. ¿Por qué desde 1985 no ha ganado un francés el Tour? A mí me gustaría saberlo para que ganara alguno. Es complejo, son ciclos. Precisamente, la salida de Euskadi tal vez sirva para devolver esas ganas. Lo que es seguro es que contar con un equipo que representa a un país ya es algo muy potente. En los próximos años espero que el equipo vasco vuelva a estar muy arriba o que al menos consiga transmitir emociones. La fuerza del Euskaltel-Euskadi es que transmitía emoción. Cuando Roberto Laiseka estaba ahí transmitía emociones con su equipo y eso es todavía más potente que el palmarés.

El Tour de Francia es más que una carrera. Es un espectáculo televisivo y una gran ventana para el turismo. ¿Se nota un repunte turístico en las localidades donde se posa el Tour?

—Sí. Hay una amortización de la inversión casi inmediata. Las 5.000 personas que viven en el mundo Tour pernoctan en la ciudad. También hay aficionados a la carrera que van a ver el Tour in situ. A más largo plazo, con lo bonito que es Euskadi, estoy seguro de harán turismo no solo para ver el Tour. Visitarán Euskadi. Además, habrá mucha gente que descubra o redescubra Euskadi a través de las imágenes del Tour y eso atrae turismo. El Tour se ve en 190 países y verán lo bonito que es Euskadi. 

El Tour es un gigante. ¿Teme que una carrera así pueda morir de éxito?

—No. (Ríe).

A pesar de todos los escándalos de dopaje, el ciclismo sigue siendo muy popular. ¿A qué cree que se debe?

—Un ciclista nunca va a tener el dinero de Federer o la habilidad de Messi, pero tiene coraje. Y eso la gente lo siente. Le conecta con el valor del ciclista, con la humildad de los ciclistas ante un territorio muy duro y difícil. Tal vez por eso siente adoración por los campeones ciclistas. Es natural y legítimo. El Tour de Francia y las carreras ciclistas en general tienen otro enganche: lo que te muestran las imágenes, los paisajes más bonitos son los de las carreras ciclistas y, sobre todo, los del Tour. Lo que consiguen los campeones se ve extrapolado y exacerbado por la belleza del paisaje. Otros deportes son de estadio y la diferencia entre estadios es mínima, marginal. La salida desde Euskadi suma un paisaje muy bello, con un recorrido duro, muy exigente, más la pasión de los seguidores. Tiene todos los ingredientes para conseguir un gran éxito. 

El director del Tour de Francia, reflexivo. José Mari Martínez

Los presupuestos de los equipos son cada vez más altos. ¿Teme que el ciclismo se convierta en un deporte de élite?

—Creo que es importante que el ciclismo no se separe de la realidad. Con un balón juegan 20 niños y con una bici solo puede jugar uno. Además, las bicis cada vez son más caras. El desarrollo del ciclismo con gente que tiene mucho poder adquisitivo, que puede permitirse bicis caras, está muy bien, pero también tiene que ser un deporte popular para que la gente que no tenga mucho dinero pueda seguir montando en bici y competir si quiere hacerlo. Hay que intentar hacer eso.

El Tour ha hecho una apuesta clara por el ciclismo femenino. ¿Cuál cree que es el camino a seguir y su proyección?

—Hay que ir creciendo paso a paso. No es un tema de paridad de cara al Tour. Se trata de equilibrio económico. Si económicamente hubiera habido un equilibrio, estaríamos ya en la 40ª edición. El Tour femenino se paró porque se perdía mucho dinero (la época Longo). El reto no ha sido lanzar de nuevo esta carrera, si no que exista dentro de 100 años. El año pasado relanzamos el Tour femenino y fue mucho mejor de lo que esperábamos. Superó todas las expectativas, tanto en el seguimiento a pie de carretera, donde hubo más mujeres y chichas que hombres, como en televisión. Además se hizo popular en televisión. Más de lo que se esperaba. Delante de la tele los espectadores son los mismos, pero en los arcenes es mayor la presencia femenina. El pasado Tour fue un escaparate fenomenal y este también lo será. El reto es que pueda vivir sin la protección del Tour de los chicos. 

Para terminar, ¿quién cree que será el primer maillot amarillo del Tour de Francia que sale de Euskadi?

—No lo sé, pero va a ser uno de los grandes. Con una etapa de 3.300 metros de desnivel y con Pike Bidea antes de encarar la meta, los que la semana pasada han brillado (habla de la Milán San Remo, con Van der Poel, Pogacar y Van Aert) estarán ahí delante. Vingegaard, que no estuvo ahí, seguro que estará. Estoy seguro que el primer líder del Tour de Francia, el que gane en Bilbao, va a ser uno de los grandes. Eso sin lugar a dudas.