Epítome, icono indiscutible, palmarés excelso (campeona del Tour en tres ocasiones y del Giro en dos entre otros logros extraordinarios) y leyenda del ciclismo femenino vasco, Joane Somarriba aconseja a las ciclistas del Laboral Kutxa, la única formación vasca femenina que ha podido soportar el cambio de paradigma de la especialidad, que camina hacia la profesionalización a marchas forzadas.

Durante estos días de enero, Ane Santesteban, flamante fichaje del Laboral Kutxa, lucía el nuevo maillot del equipo vasco para el curso venidero. Joane Somarriba y Ane Santesteban sirven como vasos comunicantes de la biografía del Bizkaia-Durango –las dos compitieron en su día con ese maillot–, formación, que al igual que Sopela Women’s Team, se ha visto abocada al cierre.

Ambas estructuras no estarán en la carretera la próxima temporada. “Es una pena, pero para nosotros resultaba imposible cumplir con las nuevas condiciones”, apunta Paco Pla, exdirector del Sopela.

Mejorar las condiciones laborales

Las exigencias de la Federación Española de Ciclismo han motivado el apagón del Bizkaia-Durango y del Sopela ante la incapacidad de los equipos para abonar los salarios y la seguridad social de las corredoras el próximo año.

“Debíamos abonar el salario mínimo interprofesional más su correspondiente seguridad social. Son uno 20.000 euros al año por ciclista. En nuestro caso, el equipo era de diez corredoras. Además había que dar de alta a un director, a un mecánico, a un masajista y a un médico. Económicamente era inviable para nosotros. Te ibas a los 500.000 euros”, expone Pla.

Las estructuras, abrazadas en una mezcla de amateurismo y profesionalismo, se movían en un arco presupuestario de entre 100.000 y 200.000 euros por temporada. Con las nuevas medidas, el presupuesto para acometer una campaña se disparaban el triple. 

“Aparte de los contratos, se exigía disponer de una autocaravana, una furgoneta y tres coches como estructura y luego estaban los gastos que originan los desplazamientos”, subraya el exdirector del Sopela.

300 ciclistas en 21 años de actividad

“Al constatar que no resulta posible la continuidad en la categoría Continental UCI, debido a las nuevas exigencias presupuestarias mínimas impuestas por la Real Federación Española de Ciclismo para 2024, la dirección deportiva del equipo ha tomado la difícil decisión de cesar la actividad en la nueva temporada”, rezaba el comunicado del Bizkaia-Durango.

La formación vizcaina, con 21 años de andadura, ofreció la opción de competir a 300 ciclistas en algunas de las mejores carreras del mundo. Joane Somarriba conquistó uno de sus Tours con ese maillot. El Sopela Women’s Team formó también a decenas de ciclistas en sus 15 años de singladura. “Éramos un equipo que servía como trampolín y para dar oportunidades”, subraya Pla.

Las condiciones impuestas por la Federación Española de Ciclismo para dignificar el ciclismo femenino profesionalizando las estructura son inasumibles para las escuadras de estas dimensiones, que funcionaban prácticamente con lo imprescindible para competir.

Ese salto hacia delante, que precisaba una considerable inyección económica, imposibilita la presencia de las dos formaciones, Bizkaia-Durango y Sopela, sostén del ciclismo femenino vasco durante muchos años.

La inversión necesaria para hacer frente a las exigencias del ente federativo, que ha acelerado la propuesta de la propia Unión Ciclista Internacional, han dejado sin horizonte a ambas escuadras.

Únicamente el músculo financiero del Laboral Kutxa, cuya apuesta por la profesionalización de la escuadra y su crecimiento es inequívoca, posibilita su presencia. El proyecto del Laboral Kutxa, desde el comienzo, ambiciona alcanzar el WorldTour, la máxima categoría del ciclismo femenino.

Ciclistas del Laboral Kutxa ruedan en pelotón. Fundación Euskadi

Fortaleza del Laboral Kutxa

De momento tendrá que esperar, pero su solidez, con un patrocinio que se extiende hasta 2029, es una garantía de futuro. El del Bizkaia-Durango y el del Sopela Women’s Team no existe. Se calcula que para plantearse un calendario similar al de cursos precedentes, ambos equipos deberían haber logrado un mínimo de 500.000 euros de ingresos. Una entelequia.

Nos habría encantado haber seguido siendo parte de este crecimiento y trabajaremos para, en algún momento en el futuro y si las circunstancias lo propician, volver”, decían en el comunicado del Bizkaia-Durango. 

El fin último de los cambios promovidos desde los entes que gobiernan el ciclismo femenino, el de la profesionalización de las estructuras, es un gran paso para el porvenir de la modalidad y es una buena medida para mejorar las condiciones de las formaciones.

Se trata de dotar de mejores condiciones a las ciclistas y a los trabajadores del staff de cada equipo, un paso imprescindible para fortalecer la especialidad, pero por otra lado deja, de algún modo, desguarnecida la base que cubrían equipos como el Bizkaia-Durango o el Sopela Women’s Team, lanzaderas para las más jóvenes y que realizaban una labor impagable.

Son numerosas las ciclistas que han crecido bajo el cobijo de esta clase de estructuras. Joane Somarriba, Mavi García o Ane Santesteban surgieron de esos equipos que ya son un recuerdo. La paradoja del ciclismo femenino. Menguar para crecer.