Una carta de amor a una ciudad, Sarajevo, con la que han querido acabar las armas, los embates de la historia o la limpieza étnica. Los sueños de tres personas que después de huir del infierno de Afganistán, llegan a Grecia, donde sienten que sus vidas se detienen. Solo les quedan sus voces. El esfuerzo por preservar una cultura, la del pueblo Ma’di, estancada tras años de colonialismo, guerras y dispersión. Son los tres relatos que nos traen los cortometrajes documentales Maldita, de Amaia Remírez y Raúl de la Fuente; Our voices, de NatxoLeuza, y Raíces perdidas, de Eymard Uberetagoena. Tres miradas que nos acercan tres realidades casi siempre ocultas o diluidas en el ruido informativo diario. 

Las tres películas se proyectarán este martes 8, el miércoles 9 y el jueves 10 de noviembre, respectivamente, a las 18.30 horas en Golem Baiona dentro de la Muestra El Mundo y los Derechos Humanos, que se celebrará hasta este viernes. La entrada a estos pases es libre hasta completar aforo y contará con la presencia de sus creadores/as.

‘Maldita, a love song to Sarajevo’. Crónica del nacimiento de una canción

La historia de Bozo Vreco llegó a oídos de Amaia Remírez y Raúl de la Fuente por boca de Iván Zahinos, jefe de proyectos de Medicus Mundi. Zahinos tiene una relación muy estrecha con Sarajevo y quería confesarle sus sentimientos. Remírez y de la Fuente (Kanaki Films) aceptaron, pero en este caso entraron también como coproductores “y el proyecto se convirtió en algo más grande”, comenta Remírez, que después de años dedicada a la producción y al guion, con Maldita, a love song to Sarajevo debuta en la dirección. De algún modo, “es una cuestión de visibilidad y también de que sentía que mis contribuciones artísticas no las podía vehicular desde donde estaba; además, las líneas en el mundo del documental son muy difusas”, dice, “muy satisfecha con la experiencia”. De hecho, ahora mismo está codirigiendo con de la Fuente el largo Bayo, Bayo, Baby.

El encuentro con Bozo fue “fascinante”. “Te atrapa su valentía”. El artista se declara como no binario y tuvo una infancia muy difícil durante la guerra de los Balcanes. “Sufrió la guerra externa, que fue terrible, y la interna, por su identidad”, apunta de la Fuente, para quien esta película es la “crónica del nacimiento de una canción”. En concreto de Maldita, que crean juntos Vreco y Clara Peya, una pianista catalana “que nos encanta porque es súperheterodoxa”, indica Remírez. La unión de estos dos artistas simboliza la relación entre Sarajevo y Barcelona, que en plena guerra de los Balcanes, “era observada por todo el mundo por las Olimpiadas”. Pese a eso, la capital catalana promovió una intensa campaña de solidaridad con la ciudad bosnia, convirtiéndola, incluso, en su distrito 11.

Ambos músicos reproducen esa historia de amor en esta película distinta. “Nosotros no hacemos historiografía y estamos muy contentos de haber podido contar la guerra desde la música y su capacidad sanadora”, señala la directora. Y de la Fuente agrega que querían crear “algo especial”, delicado, “tratando de llegar a un nuevo lenguaje”, lo que se nota en el montaje y en el uso del blanco y el negro. “No lo habíamos hecho hasta ahora, pero Raúl vio desde el principio que quería hacer un gran retrato de estas dos ciudades y estas dos personas”, que conectaron de manera “inmediata”. Tanto es así, “que nos regalaron Maldita”, cuya interpretación en un plano secuencia fue “impresionante”. 

La película ya es candidata a los Goya –está en la lista de diez títulos de la que saldrán los cinco finalistas– y ha calificado también para los Oscar. “Y eso que nos hemos dejado un montón de cosas por contar de la vida de Bozo”, que es alguien “que se sale de los cánones”. “A la gente que se atreve a ser diferente todos les debemos mucho”, termina Remírez.

Amaia Remírez y Raúl de la Fuente ya han ganado dos Goya, uno por el cortometraje Minerita, y el otro por el largo de animación Un día más con vida.

Imagen de 'Our voices', de Natxo Leuza. Cedida

‘Our voices’. Cuando tu vida se estanca en el limbo

Natxo Leuza, autor del documental El Drogas, firma Our voices, título que nos habla de Fadia, Wais y Emram, que gastan todos los ahorros de sus familias para salir del infierno de Afganistán y llegar a Europa. Un viaje que les marca hasta el punto de que ya no son los mismos. Y el refugio, en Grecia, se convierte más bien en un limbo de desesperación, porque allí sus vidas se detienen y sienten que no valen nada.  

La película surgió por iniciativa de Etnia Barcelona Foundation, que creó una campaña para visibilizar el trabajo de entidades como Open Arms. En este caso, querían proyectarlos mensajes de los refugiados en las principales capitales europeas empleando la plataforma Public Protest Poster de Raúl Goñi, coproductor y coguionista de Our voices junto a Leuza. “Nuestra metodología siempre es hacer las cosas de verdad, así que si queríamos proyectar mensajes, necesitábamos sus testimonios de primera mano. Y de ese viaje y de los mensajes que nos dieron y después proyectamos surgió el documental”, cuenta el director navarro. 

Cuando Goñi y Leuza llegaron a Grecia en octubre de 2021, conocieron “muchas historias trágicas” en los campamentos de Malakasa y Ritsona, y, como tenían pocos días para filmar, se centraron en refugiados afganos, “ya que era la problemática de mayor actualidad en aquel momento”. Primero conocieron a Emram y a Wais, “pero sentíamos que no habíamos encontrado a nuestra voz protagonista”. Al día siguiente les presentaron a Faddy, una noven de 16 años que había cruzado el Mediterráneo con toda su familia. “Tenía una fuerza y una madurez únicas”, apunta Leuza, que reconoce que en la decisión también pesó su género, cuestión que querían tratar en el corto.

Sin casi tiempo, “grabamos y nos conocimos al mismo tiempo”. “Tuvimos la suerte de que nuestros protagonistas querían contar su historia, querían protestar, y sus únicas armas eran sus voces y mensajes”, así que todo fue “un poco más fácil”. No así sus relatos. “Nuestros protagonistas son jóvenes muy preparados y válidos para cualquier sociedad; y, en estos momentos, sus vidas no valen nada. Ven el tiempo pasar...” Pese a todo, “sus mensajes siempre son de optimismo, de unión y esperanza”. “Toda una lección de vida”, señala el realizador.

“La película es un camino desde la oscuridad hasta la luz”, de ahí el blanco y negro. “La oscuridad de su traumático viaje, donde salen como niños y llegan como adultos, transformados”. Y la luz de los mensajes de esperanza reflejados en el Mar Negro. Los testimonios a cámara y la proyección de esas frases en distintas superficies conforman Our voices, corto seleccionado dentro del catálogo Navarra Shortzinema que hasta la fecha ha sido seleccionado en 16 certámenes, obteniendo un premio. 

“En estos momentos está siendo proyectado en el Festival de Sant Louis, Texas, que es calificador para los Oscar y los Goya, así que estamos muy contentos de que las voces de los refugiados sigan viajando y llegando al mayor número de personas”, concluye Natxo Leuza.

'Raíces perdidas', de Eymard Uberetagoena. Cedida

‘Raíces perdidas’. Repensar una cultura en riesgo de extinción

El pueblo Ma’di se encuentra actualmente disperso entre Sudán del Sur, el norte de Uganda y en menor medida en la República del Congo. Esta diáspora, fruto del colonialismo, empeoró con distintas guerras, dejando su cultura al borde de la extinción. Así lo supieron desde Tripulante Produce cuando comenzaron a colaborar con la ONG de Burlada Solidarios con Arua, que coordina Aritz Azparren. La base inicial del proyecto fue “la creación de una escuela de música en Moyo, al norte de Uganda”, indica Eymard Uberetagoena, director del cortometraje documental Raíces perdidas, que añade: “No solo es una escuela de música, sino también un espacio donde los alumnos aprenden y comparten unos valores, como la colaboración equitativa entre hombres y mujeres”. 

Desde Tripulante empezaron a grabar materiales sobre este centro, pero poco a poco vieron la necesidad de reflejar el contexto del proyecto, es decir, “el estancamiento de la población Ma’di, la tedencia al sedentarismo y, como consecuencia, la pérdida de su cultura”. Los Ma’di tienen su idioma, su música, sus bailes y una gastronomía que valoran especialmente. Protagoniza el corto Grace, “que cuenta cómo vivió los conflictos y las guerras que fueron el origen de la pérdida cultural”. También está John, “un joven periodista interesado por su cultura y con un punto de vista pesimista”. Los dos conversan con distintas personas, caso de Unzia, una sudsudanesa Ma’di que vive en un campo de refugiados en Uganda. O de Ruthensia, profesora, o de la joven Mokomiko Stella, “que hablan de la situación de la mujer en esta cultura y meditan sobre qué habría que preservar de su propia cultura y qué habría que cambiar”.

En cuanto a la estética, las conversaciones y el seguimiento de la vida de las/os protagonistas se han reflejado “de una manera natural, lo más fielmente posible a la realidad”. Ya en un segundo nivel están las entrevistas individuales, en las que apuestan por “iluminar con un color a cada persona dentro de una cámara oscura, reforzando visualmente las experiencias y las reflexiones que aportan”.

Raíces perdidas ya ha recorrido varios festivales y, a partir de ahora, “la idea es que tanto Vura Music Project como la ONG Solidarios con Arua la puedan utilizar como material de sensibilización”. Y es que, aunque parezca que la película narra una historia pequeña de un lugar muy concreto del mundo, “esa pérdida cultural sería extrapolable a cualquier otro pueblo minoritario”, lo que la convierte en universal.