En 2001, el actor comenzó a pisar las tablas con la compañía navarra Almadía Teatro. Su carrera continuó en otras ciudades y ahora regresa de la mano de ‘Hemingway’, montaje producido por Global Servicios Culturales que refleja los claroscuros de la vida y muerte del autor de Fiesta. El texto es obra de Maritza Núñez, dirige Patxi Larrea y, junto a Alonso, conforman el elenco Virginia Cervera, Iñigo Salinero, Pablo Salaberri y Manolo Almagro.El estreno tendrá lugar el jueves 9 de febrero (20.00 horas) en el Teatro Gayarre.

Viéndole, es evidente el parecido entre Alonso y el Premio Nobel. Sin embargo, para el intérprete, "esto es meramente anécdotico". Lo importante "ha sido encontrar la esencia del personaje".

PREGUNTA: Regresa...

RESPUESTA: –Sí, yo me fui en 2010 cuando estábamos –con la compañía Almadía Teatro– haciendo Taxi y acabábamos de estrenar Dinero negro, por eso seguí viniendo durante un tiempo, pero ya dejé el montaje en 2012. Ya me pillaba muy lejos porque entonces vivía en Madrid.

P: En los últimos años se ha movido mucho, sobre todo entre Madrid y Barcelona, debido al trabajo. 

R: –Sí, las decisiones importantes de traslado de los últimos tiempos han estado relacionadas con el trabajo, con la necesidad de abrir el espacio. Sobre todo me he movido entre Madrid y Barcelona. Algunas veces he trabajado en proyectos míos y otros me he incorporado a producciones de otros, como han sido los casos de A cada rey su merecido, en Barcelona. En Madrid también estuve en Transformación, de Paloma Pedrero, en el CDN. 

P: No ha dejado nunca las tablas. 

R: –No, nunca, pero a la vez siempre he trabajado con el ánimo de entrar en el audiovisual. He hecho cine y muchas series, aunque soy consciente de que por edad los personajes en mi caso suelen ser secundarios. Y siempre, en todo momento, he tenido a Navarra y a Pamplona como referente al que volver.

P: ¿Por qué? 

R: –Nunca como aquí he sentido el calor de una ciudad y durante este tiempo de preparación de Hemingway he vuelto a sentirlo. Estoy viviendo en una nube de emociones desde que se puso en marcha este proceso. Y a medida que se avecina el estreno, más. Ensayo tras ensayo, con una obra que parece que no tiene límites. Incluso después del jueves seguirá habiendo cosas que ajustar, que trabajar... Es lo que tiene el teatro.

P: El teatro siempre está vivo. 

–Eso es. Someterte al peligro de que las cosas tienen que funcionar en un momento determinado, que no hay segunda oportunidad, genera una emoción especial.

P: ¿Es por eso que en un momento de su vida en el que muchas personas están asentadas en un trabajo más o menos convencional decidió dejarlo todo y apostar fuerte por gran pasión, la interpretación? 

R: –Sí, hasta entonces trabajaba en otras cosas para vivir y pagar la hipoteca, pero me empeñé en esto, aquí sigo y espero seguir estando, porque tengo que vivir 100 años (ríe). En Pamplona di mis primeros pasos, creo que me gané el respeto de la profesión y me marché quizá cuando estaba en el mejor momento. También influyeron circunstancias familiares. Nunca una decisión suele deberse solo a un motivo, siempre hay varios. La vida es una sucesión de pasos, algunos puedes controlarlos y otros debes asumirlos e integrarlos. De todos modos, aunque es muy importante dedicarme a la interpretación, lo más relevante para mí son mis hijos, mi pareja, a la que adoro, y mi perrita, claro (ríe). En ese sentido, me siento realizado y eso ya es un logro.

P: Y regresa a Pamplona, donde todo empezó, de la mano de Hemingway, una figura muy relacionada con esta ciudad, donde quizá solo hemos atendido a una de las múltiples facetas del personaje y la persona. 

R: –Y era tremendamente complejo. Cuando entras en un personaje, es fundamental investigar sobre él. Hay muchas cosas de Hemingway que hoy en día serían intolerables. Pero también hay que tener en cuenta que estamos hablando de un personaje del siglo pasado con la mentalidad del siglo pasado. Él podía ser violento y agresivo, pero profundizando en sus obras, se percibe una sensibilidad especial hacia el sufrimiento de los demás, incluidas las mujeres. No podía estar solo, necesitaba estar enamorado. Y eufórico.

P: ¿En qué sentido? 

R: –Si no estaba enamorado, entusiasmado, eufórico y en primera línea de lo que fuera, su creatividad se venía abajo. Tuvo muchísimas crisis. Conocemos sus obras, están ahí, pero para llegar a ellas sufría muchísimo. Él tuvo un arranque muy bueno como periodista, pero en 1925 se vio de pronto rodeado de grandes autores que ya habían publicado su primera novela. Y empezó a sentir las prisas. ¿Dónde encontró su primera novela? En Pamplona. Fiesta habla de su propia experiencia en su primera visita a los Sanfermines. Después escribió Adiós a las armas, relacionada con la Primera Guerra Mundial, que también había vivido. Pero después de cada obra llegaba el vacío. Una y otra vez.

P: Y la muerte siempre estaba muy presente.  

R: –Sí. Necesitaba la presencia de la muerte, jugar con ella. Y no quiso estar en la Segunda Guerra Mundial, pero se vio arrastrado por su mujer, Martha Gellhorn, la primera mujer que se le enfrentó. Fue la primera feminista con la que se encontró Hemingway, que no quería ir a la guerra. Decía que ya había estado en dos guerras y no quería morir, pero cuando fue estuvo en primera línea. No podía evitarlo. Siempre bordeaba el límite. Constantemente. Y eso es apasionante.

P: Un personaje tan poliédrico es un riesgo, pero también una oportunidad para un actor.

R: –Este es un personaje poderosísimo. Por eso lo abordo desde una cierta humildad. No soy más que un actor, pero sí que es cierto que el personaje se me ha ido metiendo dentro. Cuando se dice eso de tienes que ponerte en la piel del personaje, yo pienso que es al revés, que es el personaje el que tiene que meterse en tu piel, porque tú también le ayudas con lo que eres. 

P: ¿Cree que este será uno de los grandes personajes de su carrera?

R: –Probablemente, el más grande. Estoy muy contento de algunos de los personajes que he hecho. Por ejemplo, del que hice en Raquel y Rachid, en la que di vida a un hombre marroquí, y lo debí de hacer bien porque a la salida del teatro la gente que se sorprendía al verme hablar en castellano sin acento. También el de A cada rey su merecido. Hasta ahora, esos eran mis dos personajes de teatro favoritos, pero este de Hemingway los va a superar.