Críticas de libros: Matar es fácil, Casi nada que ponerte...

Cuando se cumplen los 65 años de su alcance del entonces esencial Premio de la Crítica, Ignacio Aldecoa vuelve a nuestras vidas lectoras gracias a sus Novelas Completas, nombre de la recopilación de sus narraciones genéricas que acaba de presentar la Fundación José Antonio de Castro en forma de novedad de la Biblioteca Castro. El fulgor y la sangre, Con el viento solano, Gran Sol y Parte de una historia son las cuatro obras que acaban de renacer y Aldecoa nos regaló entre 1954 y 1967 y conoció publicadas en vida, algo destacable, ya que moriría a la temprana edad de 44 años. 

Pese a ello, el gasteiztarra, autor también de obras poéticas como Todavía la vida (1947) y conjuntos de relatos breves como los de los dos tomos de sus Cuentos Completos (Alianza Editorial, 1971), no dejó de influir en posteriores generaciones de novelistas. Su figura, además, permanece viva en nuestros días, pues siempre ha sido considerado, década tras década, como uno de los principales exponentes del realismo en una época en la que no era fácil contar con la aparición de historias como éstas, las de dichas Novelas Completas. 

Ambientadas en los bajos fondos o en las consecuencias de la pobreza generalizada característica de la España franquista, sus adaptaciones cinematográficas, a cargo de cineastas tan hábiles como Mario Camus, ayudaron al no muy numeroso público lector de la época en la búsqueda de unos retratos notables, reflejos de las carencias económicas y humanas de un mundo atroz, narraciones que, en cualquier caso, son citas obligadas con la mejor literatura realista del momento... y el lugar. 

Por todo ello, la nueva entrega de la ‘Biblioteca Castro’ (bien cuidada y documentada, como cabía esperar) acerca esta complicada sociedad supuestamente del pasado, tal y como Alfaguara hiciera en 2019 con otros Cuentos Completos: los que acercaron al lector libros como Caballo de Pica (1965) o Los pájaros de Baden-Baden (1965). Las Novelas Completas que ahora nos ocupan son, en definitiva, un compendio más que interesante de una obra, la de Ignacio Aldecoa, de la que el especialista James H. Abbott ya escribió hace cuarenta años, considerándola “llena de vida dinámica y palpitante”. 

El caso es que, además de tales textos, la Biblioteca Castro publicará muy pronto los Libros de viaje de Julio Camba. Original y lúcido cronista, en este libro, Camba nos muestra piezas como Playas, ciudades y montañas o Aventuras de una peseta, otra forma de acercarse a la realidad de algunas décadas del pasado siglo, en esta ocasión a lo largo de medio mundo. No obstante, ese es el mundo al que, aunque no lo parezca, también pertenece la sociedad española de las Novelas Completas de Aldecoa, alguien de quien Jesús Fernández-Santos escribió, en aquellos lejanos años, que “pocas veces, como en su caso, la vida de un escritor fue tan consecuente con su obra”. 

Otra de las múltiples razones para acercarse, hoy, al universo (horrible universo) de dichas novelas, el cual permite al joven lector aprender lo suyo, de la España nacida a finales de los 30 del pasado siglo y de la novelística más comprometida con la descripción de la realidad. Con aquella realidad. 

Entretener no es fácil

¿Matar es fácil? Sí, por supuesto que sí. Matar es fácil, que te maten es fácil y, sin embargo, hace solo unos meses, a primeros de marzo, cuando cantaba y tocaba el saxo en Barcelona, no pensaba en eso”: el arranque de la novela lo dice todo... o no: “La tarde caía y, sentado en la escalinata de la catedral, con el saxo en el regazo, bebía una cerveza y descansaba junto a Caco Hualde”. Y Matar es fácil, el relato del periodista navarro es, eso sí, un nuevo entretenimiento asegurado. ¿Por qué? Sigamos: 

“Un tipo se acercó a nosotros.

-Quería hablar con usted -me dijo”.

Al igual que en Paraíso asesino, en Los muertos no cantan, en Los hobbies huraños, J. C. Gómez Martínez se hace con las riendas del barullo de la mano de la inspiración necesaria para narrar una historia negra sin tonterías pero, sí, lo hace de uno modo ideal para encandilar a todo lector inclinado del lado intrigante de la historia en cuestión. Matar es fácil o eso, al parecer, se intuye tras la lectura de una nueva entrega de quien ya sorprendiera positivamente a los responsables de reconocimientos como el Ciudad de Huelva, el San Fermín o el Premio Leandro Perdomo.

Con todo merecimiento: a través los vericuetos de una novela como Matar es fácil, entretener no es tan fácil pero su autor lo consigue.  

Narrativa libre de ataduras

Casi nada que ponerte, la original obra de la bonaerense Lucía Lijtmaer que en 2016 publicó Libros del Lince, es el nuevo texto que ahora presenta Anagrama, sello que el pasado año hizo lo propio con su Cauterio, una novela diferente. Y diferente es, igualmente, este ejemplo de narrativa libre de toda atadura y, por lo tanto, muy personal.

Casi nada... puede entenderse como una narración: 

“Esta historia, en realidad, empieza con un camión. Esta historia empieza y termina en un avión”. Muy pronto, sin embargo, tal relato salta por los aires: “A partir de cierto momento, una niña con una frase revoloteándole la cabeza empieza a jugar con ella. Y cuando se cansa de imaginar, también aprende a husmear entre las fotos”.

Tal y como cuenta la propia autora en el breve y sincero texto introductorio, la historia de historias “tardó muchísimo en ser vista, en ser leída. Siguió uno de esos tortuosos procesos del mundo editorial que tiene que vivir un escritor novel”. Añade: “Le tengo mucho afecto a Casi nada que ponerte, y, aun así, el pudor sigue apareciendo” y, en lo referente a esta nueva edición, reconoce que “Isabel Obiols ha respetado el texto y la estructura prácticamente en su totalidad”, así como que ambas, ella e Isabel, han “desempolvado el vestido del baúl para ver si aún funciona”.

Lo cierto es que, tras su lectura, eres consciente de que no tienes... Casi nada que ponerte.