Ángeles González Sinde (Madrid, 1965) fue la ponente de la tercera jornada de la Semana del Pensamiento de Civican, con una reflexión sobre el panorama cultural y social que viene.

Su planteamiento es evocador.

–Vivimos en un momento en que la cultura, al igual que el resto de sectores, está marcada por la inmediatez, la ansiedad narrativa y la voracidad. Queremos que todo sea inmediato, y una abundancia de relatos para consumir. Es un uso de la cultura muchas veces individual, a diferencia de otras épocas, en que ir al cine era un acto que se hacía en comunidad, ver la televisión se hacía en familia, porque solo había un televisor en la casa, e infinitamente menos opciones. Hay ansiedad por consumir y por generar historias. Nosotros mismos tenemos capacidad de generarlas, en Tik Tok, en Instagram, o nuestras opiniones en X (antes Twitter). Eso es lo que marca el presente y seguramente marcará el futuro entre otras cosas.

¿La cultura es ahora menos transgresora?

–Yo creo que no. Es más rápido el plazo de tiempo entre lo que un día es transgresor, y pasa a ser absorbido por el establishment y empaquetado y vendido como novedad, sea discográfica, audiovisual o teatral. Dura menos la transgresión, pero quizá no estamos tan informados de lo que ocurre en otros ámbitos y espacios culturales. Nos estamos retroalimentando con nuestros referentes y gustos preferidos, y a lo mejor nos cuesta más romper conocer lo que está haciendo otro, tal vez en nuestra misma ciudad.

"Me preocupa que hayamos dejado de ver cine. Nos hemos habituado a una narrativa quizá menos exigente como la televisiva"

¿Qué opina del auge de las series?

–Entra en esa voracidad narrativa. Queremos consumir historias, cada uno en su pantalla. Me parece muy bien. Solo me preocupa que hayamos dejado de ver cine, porque nuestro tiempo libre es limitado y nos hemos habituado a una narrativa quizá menos exigente como la del lenguaje televisivo, que por su propia naturaleza tiene que apelar a un número muy grande de espectadores y tiende a correr menos riesgos. Si nuestra dieta cultural o audiovisual solo se nutre de un tipo de series, nos estamos perdiendo otras cosas. Tenemos que pensar bien qué hacemos con nuestro tiempo libre.

A menudo, gastar una parte en elegir entre una oferta casi infinita.

–Por eso los prescriptores como vosotros, los periodistas y los periódicos, siguen siendo muy importantes. Quien me ayude a interpretar, y en el caso de la cultura, a elegir, son esos prescriptores. Con una información que me viene de otro ser humano con cuya sensibilidad y experiencia puedo encajar, que me filtra todo eso. O pueden ser otros usuarios o lo que sea, pero seguimos necesitando maestros.

Cuando recuerda los tiempos en los que fue presidenta de la Academia de Cine o ministra de Cultura, ¿qué cambios clarísimos detecta?

–Percibo una obligación de que no haya espacios para el vacío, y el vacío es muy importante en la cultura, como creador o espectador. La aceleración con que tenemos que escribir un artículo o una propuesta de guion, o elegir una serie, nos deja poco espacio para pararnos, y eso hace que estemos muchas veces como sociedad un poco quemados y agotados. El agotamiento se ha incrementado. Como trabajadores de la cultura porque tenemos que estar a muchas tareas simultáneamente. Como espectadores, la obligación de seguir al día esa oferta te agota, te invade en cierta manera y te impide hacer otras cosas.

"Un museo de arte contemporáneo no es ya el lugar que dicta el canon y la belleza, sino un espacio propositivo y cambiante"

Fue ministra de Cultura durante dos años. ¿Qué papel se puede hacer desde un ministerio? ¿Qué limitaciones administrativas encontró?

–La parte administrativa, como en todo organismo grande, resulta frustrante, porque hace que los procesos muchas veces sean más lentos que lo que uno querría. Los ministros de Cultura nos quejamos de que la dotación presupuestaria es insuficiente. Comparado con otras partidas de los PGE o de una comunidad autónoma, el dinero cunde mucho. Desde un Ministerio de Cultura se puede hacer muchísimo, porque estás dictando las reglas, por ejemplo del audiovisual, y generar y suscitar temas. Toda la cultura es muy dependiente en Europa, en Estados Unidos y en todos los países. Donde no hay políticas culturales la cultura languidece, desaparece y los países no tienen esa presencia en el panorama internacional.

Cuando observa la política actual...

–Me parece que el tono se ha convertido en muy agresivo y eso no te permite pensar bien. No me gustaría estar ahora en ese contexto tan duro.

Tampoco era sencillo en 2009.

–Nada sencillo, pero la sensación que nos da a los que en aquel momento estábamos en el Gobierno es que se ha hecho todavía más difícil.

¿Qué le parece el cambio plurilingüe en el Congreso?

–Pues que es una cosa evidente, no veo cuál es el gran tema ahí. Todo esto de las lenguas lo deberíamos vivir con mucha más naturalidad.

Hasta hace unos días no existía.

–Pero está bien que exista, no es tan difícil. Se ha encontrado una solución muy buena, sencilla, que funciona y ya está. Es un tema natural, ¿no?

Entiendo que sí, pero el PSOE hasta hora no había dado ese paso.

–Tampoco nadie lo había propuesto.

Hombre, sí, se había reprendido a oradores...

–Desde luego en mi etapa no era un tema que estuviera sobre la mesa, porque creo que se hubiera adoptado con naturalidad. La protección o el uso de las lenguas cooficiales se viene haciendo y se asume, y es parte de la riqueza de este país.

En 2008, antes de ser ministra, firmó un manifiesto “por la lengua común”.

–Bueno, en 2008 éramos otras personas y era otra país y todo era distinto.

Es presidenta del patronato del Reina Sofía. Hay un debate abierto sobre el papel de los museos.

–La crisis económica y la pandemia han cambiado mucho las reglas de juego en los museos, que siguen siendo necesarios pero se han transformado. Uno de arte contemporáneo no es ya el lugar que dicta el canon y donde se dice qué es la belleza o qué está bien o es meritorio de ser colgado en una pared. Ahora tiene que ser un lugar propositivo, cambiante, donde también se haga investigación y se hable de los temas que sirven a la ciudadanía, que a veces son controvertidos. No necesariamente tienen que ver con traer exposiciones que además se han vuelto muy caras, como la que vamos a tener este otoño de Picasso. El transporte de obras de arte ha disparado su precio. Y entran en una filosofía de cultura del espectáculo que a lo mejor ahora estamos revisando si ha sido útil. Esas exposiciones multitudinarias atraen a un público que de otra manera no se acercaría, pero son carísimas y difícilmente sostenibles. También tienen que tener, yo creo, una propuesta nueva, decir algo nuevo a los visitantes sobre su realidad, que es para lo que sirve un museo. Un lugar donde vas a coger ideas para resolver tu día a día.

¿Y qué es para usted la belleza? ¿Qué capacidad para elevarnos le otorga?

–Creo que es parte de nuestra forma de sobrevivir como especie. Esa búsqueda de la belleza nos habla de la armonía que hay en la naturaleza. La belleza reproduce esa sensación, y eso genera muchas veces consuelo, o la esperanza de que tu experiencia, por difícil que haya sido, puede trascender, o de que hay esa posibilidad de mejora. La belleza es importante, pero también cada uno la encontramos en un lugar distinto. Y eso es lo bueno. Por eso, los museos o el cine tienen que ser diversos, para gentes muy distintas en momentos muy distintos de su vida y su biografía.