El Museo Oteiza acoge la destacada obra Retrato de mi mujer, creada por Jorge Oteiza en 1947, como parte de una exhibición focalizada en esta pieza, considerada una de las más significativas en la producción artística del escultor. La muestra, que se expone desde el 30 de noviembre hasta el 23 de junio de 2024 en la planta segunda del museo, es posible gracias a la colaboración del Museo de Bellas Artes de Bilbao, entidad asociada al proyecto.

El retrato, que representa a Itziar Carreño, fue realizado por Oteiza en Buenos Aires en 1947, poco antes de concluir su estancia en Latinoamérica y regresar a Bilbao al año siguiente, es un préstamo temporal del centro bilbaíno.

La exposición se presentó ayer en una rueda de prensa en el propio museo en el que participaron el Director general de Cultura-Institución Príncipe de Viana, Ignacio Apezteguia; el autor, crítico e historiador del arte, Gillermo Zuaznabar y el director del Museo Oteiza, Gregorio Díaz Ereño.

Este proyecto, se integra en el programa Obra invitada. El diseño de la exposición, que ha corrido a cargo de Xabier Salaberria, propone el reencuentro simbólico entre Itziar Carreño y Jorge Oteiza en el vigésimo aniversario de su fallecimiento. De esta manera, esta colaboración entre dos instituciones culmina las actividades programadas a lo largo del año con este motivo, como las exposiciones Interestratos/Estratuarteak. Nora Aurrekoetxea, Miren Doiz, Marina González Guerreiro o Frisoa de Xabier Salaberria, además de los programas In perspective /20 Oteiza de La Faktoria o Messa di Voce de Fátima Miranda.

Esta obra se destaca como uno de los bustos más relevantes en la amplia colección de retratos esculpidos por Oteiza a lo largo de su carrera. En 1992, fue trasladado a Bilbao, donde ha permanecido desde entonces. Actualmente, el Museo de Bellas Artes está afrontando un importante proyecto de reforma y, aprovechando esta situación excepcional, se están dando en préstamo a otras entidades obras importantes de la colección del museo, en palabras de Zuaznabar, para “educar, incidir en el presente para articular y modelar un futuro”. El autor destacó la “relación estrecha y afectiva” que en el centro de Bilbao mantienen con el Museo Oteiza, gracias a la figura del escultor.

Zuaznabar incidió en la idea de que este es un “reencuentro” entre Itziar y Oteiza y destacó que la obra forma parte de una secuencia muy importante de la estatuaria del artista y de su carrera como escultor. Esta tipología de retratos y de cabezas, según el autor, la desarrolló ampliamente en América, donde el escultor estuvo instalado entre 1935 y 1948. “La cabeza que hoy nos convoca es uno de los testigos que abre y cierra el paréntesis de esa etapa de Oteiza”, afirmó Zuaznabar.

En este período artístico, la preocupación central de Oteiza fue la profundización en la condición espacial de la escultura, evidenciada en el doble enfoque con el que abordó el dinamismo y la proyección del cuerpo escultórico. La parte frontal de la obra presenta una expresión silente y estática, mientras que el resto del cuerpo escultórico adopta una formalidad fluida y dinámica.

La escultura es un homenaje a Itziar, una obra singular en la que se juntan dos mundos, “un mundo intelectual y un mundo afectivo”, en palabras de Zuaznabar. La pieza, al igual que otras obras del escultor, se compone de dos espacios antagónicos que contraponen polos opuestos mediante “llenos y vacíos, lo primitivo y lo moderno, lo local y lo universal, lo celestial y universal, pasado y futuro”, añadió el escritor.

Este retrato, realizado en yeso patinado en gris, muestra una piel delicada pero bruta, acabada pero cruda, y un cierto aire que el arquitecto Rafael Moneo considera “de resignación”, a través de una leve sonrisa y una mirada baja. Esta expresión melancólica relaciona a Oteiza con dos artistas que tuvieron una gran influencia en él, Durero y Giacometti. La microexposición presenta, además, otro retrato de Itziar Carreño realizado por Oteiza en 1953, de carácter más expresivo y gestual. La instalación se enriquece con diversa documentación fotográfica, que según Zuaznaga, se ha colocado “muy acertadamente” junto a la cabeza para documentar el recorrido histórico de esta obra, que, según el autor, muchos de los que estudian la obra de Oteiza, sólo conocen a través de las fotografías. Además, alberga una pintura de Santiago Uranga, que representa a Oteiza junto con el retrato de su mujer y forma parte de la colección del Museo Oteiza. Esta muestra, en la que Itziar regresa a Alzuza, supone una oportunidad para reivindicar su nombre, cuestionar el título de ‘mi mujer’ y comenzar a llamar a la pieza ‘retrato de Itziar Carreño’ o, como la llaman en Bilbao, ‘Cabeza de Itziar’.

Por otro lado, partiendo de los retratos realizados por Jorge Oteiza, el Museo organiza un taller infantil del 26 al 29 de diciembre, de 9.30 a 13.30 horas, dirigido a niños de 6 a 12 años. La inscripción cuesta 50 euros, y se puede realizar llamando al teléfono 948.332074 o mediante el correo recepcion@museooteiza.org.