En 2019, Oskar Alegria inauguró Punto de Vista con su segundo largometraje, Zumiriki. Entonces, el cineasta navarro dijo que aquella iba a ser su última película. Sin embargo, volvió a sentir que tenía algo que contar y parece que acertó, al menos a juicio de los reconocimientos que ya ha recibido Zinzindurrunkarratz, su tercer trabajo. Por eso también, el lunes 11 de marzo vuelve a abrir oficialmente el Festival Internacional de cine de Navarra. Será a las 19.30 horas en la sala de Cámara de Baluarte, en una sesión con las entradas agotadas.

La pieza, de 122 minutos, podrá volver a verse, esta vez en versión original en euskera, el miércoles 13 de marzo, a las 19.00 horas en el mismo espacio. Tras la proyección, el mismo Oskar Alegria, que dirigió el festival entre 2013 y 2016, protagonizará el coloquio junto a la escritora Eider Rodríguez.

En la misma línea que en su trabajo anterior, el cineasta pamplonés se sumerge en una historia que parte de lo personal para alcanzar lo universal. Y es que, en su nueva creación, el director toma un camino olvidado, una vieja cámara familiar y a un burro, Paolo, para componer  un recorrido poético por las montañas de Artazu por las que caminó su abuelo. Y por una memoria de otro tiempo de la que solo quedan fragmentos, tal y como comentó a este periódico pocos días antes de su proyección a concurso el pasado 27 de octubre en la Seminci de Valladolid, donde obtuvo el reconocimiento al mejor documental del Estado. Entonces dijo que, como ya demostró en Zumiriki, hace cine “para salvar una palabra”. En este caso, tres onomatopeyas en euskera: zinzin (una brisa ligera), durrundurrun (una piedra que cae) y kurruzkarratz (una cumbre golpeada por un rayo).

Un festival que es casa

Desde aquel primer pase, la película ha cosechado media docena de premios en festivales internacionales como el Laceno d’Oro de Campania (Nápoles), el Festival dei Popoli de Florencia, el Docs NYC, FiDocs de Chile o L’Alternativa de Barcelona.

Ahora, en estos días previos al inicio de Punto de Vista, que se celebrará entre el 11 y el 16 de marzo, siente que es “un honor de nuevo” inaugurar un certamen que hasta la fecha ha seleccionado todos sus trabajos y donde “la gratificación es doble”. “Cuando me lo dijeron, sentí que era ya como ser de esa casa. Es el lugar donde empezamos nuestra carrera como espectadores, que, por cierto, es el mejor lugar donde estar en el cine: en una butaca al fondo, escondido en las últimas filas, en el anonimato y arropado en la oscuridad de la sala”, comenta. Y añade: “Volver a casa y a dar el punto de salida del festival es tener la sensación de no haberse ido. Con 51 años ya, uno empieza a ver que no hay mejor placer que regresar; conjugar ese verbo es ya el mayor deseo”.

Alegria conoce bien Punto de Vista, y celebra que siga vivo “a pesar de estar en un mundo donde han proliferado muchos otros y ha habido que adaptarse a otras formas de visionado y rituales del cine”. Por eso cree que su supervivencia “está muy asentada”. Y “me encanta que cambie de dirección cada cuatro años; no es algo que se estile en otros festivales, donde sucede lo contrario, que hay equipos o direcciones que se perpetúan y creo que eso apolilla un poco su carrera. Aquí cada uno entra con un perfume nuevo, pero manteniendo la esencia. Se pueden cambiar los muebles de sitio, pero no conviene hacer mudanza”, continúa.

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Del mundo a Pamplona

La sesión de apertura de la 18º edición del programa tiene las entradas agotadas hace un tiempo. Y eso suma presión, “sobre todo jugando en casa”. “Nadie es croqueta en su tierra, que decía aquel”, bromea. Pero no le preocupa. “Para estrenar mis películas. siempre he tenido la fortuna de poder dar una buena vuelta al mundo antes de llegar a casa con un buen eco y aire extranjero”, apunta. Tal vez, “parodiando al gran Leonard Cohen, estrenar en casa y salir al mundo quizá sea más difícil”. “Mi lema es first we take manhattan, then we take Lerín”.

Entrando en Zinzindurrunkarratz, el cineasta afirma estar “sorprendido” por la respuesta que está recibiendo. “Ha llegado a lugares donde, antes, mis películas no habían entrado. Acaban de escribirme desde Uzbekistán para pedirme el filme... sin yo mover un dedo”. Por todo esto, nunca olvida que “para haber salido un día de madrugón desde un establo de Artazu con un burro en una mano y una vieja cámara de super8 en la otra, no está nada mal”. 

Tesoros

Será, añade, porque “los caminos pequeños son mucho más largos de lo que pensamos”. “Una hormiga cae de un sexto piso y sobrevive. Un elefante tiene que comprobar eso con gran envidia. Hay algo en lo minúsculo que es muy potente, muy inmortal. A mí me encanta encontrar tesoros pero sobre todo los que caben en una mano, no los grandes, y este camino está lleno de ellos. La palma de la mano de un pastor es un universo. Ahí cabe todo”, termina. Asomarse a ese mundo ya es cosa del público.