Gran Miserere de Eslava

Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Navarra. Coro de la Federación de Coros. Cristina Sevillano, soprano. Lucía Gómez, alto. José Luis Sola, tenor. Iñaki Fresán, bajo. Jesús Echeverría, dirección.

Programa: Ciclo Conciertos Sacros del Ayuntamiento de Pamplona.

Lugar y fecha: Baluarte. 27 de marzo de 2024.

Incidencias: Lleno el patio de butacas (15 euros).

Para los que tenemos cierta edad, reencontrarse anualmente con las pegadizas melodías de Don Hilarión, era un acto más de la Semana Santa tradicional. No sé si ahora hay tanto entusiasmo, pero, no obstante, a la inmensa mayoría del público que escucha el Miserere, le gusta. Es una música más terrenal. Sin quitarle tramos inspiradísimos de espiritualidad, la obsesión que tiene Eslava, a veces, de quitarle dolor al texto, nos lleva, casi, a jugar al escondite con la música (El Quoniam, por ejemplo). La versión más que aseada de la obra tuvo un buen planteamiento a partir de la excelente dirección de Jesús Echeverría, que, en esta ocasión, contaba, además con la Sinfónica de Navarra. Sin su magisterio y control, el coro de la Federación, (a fin de cuentas de aluvión), no hubiera salido tan airoso. El contar con la Sinfónica nos deparó impecables fraseos en los solos (clarinete, oboe, concertino, trombón, trompeta, etc.), matices orquestales muy hermosos, por ejemplo la respuesta de la cuerda grave a los violines en la introducción del Amplius, y sobre todo, la maleabilidad para acompañar a los solistas y al coro, sin avasallar. Los tempi elegidos por el maestro, también fueron los apropiados: dejando cantar a sus anchas a los solistas, y sin que el coro se viera agobiado en los pentagramas sostenidos, ni precipitado en los más rápidos (el Exultabit).

Luis Sola, que se lleva la parte del león, estuvo espléndido: su voz corre sin problemas por la sala. Su estilo de canto, con ese punto de mínimo portamento, otorga un matiz un tanto doliente, al fraseo, que va bien a los textos; se notó, sobre todo, en un contrito Tibi soli, al decir pecado. Se recrea en su canto y esto llega a la sala. Comenzó con un lírico miserere, y concluyó con potente y bien regulado Benigne fac, (afortunadamente no fue al agudo final, no hace falta, bastante operística es la obra; así queda más oratorio). Iñaki Fresán sigue luciendo su hermoso colorido de bajo; abordó con valentía y volumen suficiente el Ecce enim. Lucía Gómez anda escasa de graves para el Amplius, pero cuajó un dúo estupendo con la soprano en el Redde. Ésta, Lucía Sevillano, salvó muy bien su parte adornada del Redde. El coro –muy activo en este Miserere– defendió bien la partitura. Buen comienzo en matiz piano sin tapar al tenor; y bien hecho el regulador y acento de Christus y Tibi soli. Entrada con garra en el Ecce enim. El Auditui se presenta convincente en altos; al final hay algo de cansancio en hombres. Entrada recogida y hermosa en el Liberame; el Et exultavi se alcanza con esfuerzo. El Quoniam es contundente, se ve que el coro disfruta cantándolo; resulta bien medido y controlado, sin precipitarse. Y el final, solemne y rotundo en el coro, y en la orquesta, con ese allegro final escuchado con claridad y garbo, como pocas veces. Una versión que cada vez se clarifica más, de nuestro querido Miserere (muy popular durante años), y que no sé como lo recibirán las nuevas generaciones. En este caso, fue muy aplaudido.