Alejandro Quiroga (Madrid, 1972) es profesor de Historia en la Universidad Complutense. Ha publicado con Crítica un libro sobre la trayectoria de Miguel Primo de Rivera, cuyo golpe de Estado e inicio de su dictadura cumplirá un siglo en 2023. “Sin ella es imposible entender la Segunda República, contra lo que se levantaron los militares golpistas en el 36”. Repasamos con él algunas claves de una figura bastante desconocida.

Antecedente del franquismo, padre de José Antonio, precursor de un populismo de derechas y de un nacionalismo español autoritario.

–Hay que ser muy cuidadoso al trazar vínculos entre Primo de Rivera y Franco, porque los años veinte no son los treinta. Pero a la hora de crear un nacionalismo de corte autoritario, centralista y militar es un claro precedente. Por ejemplo, esa idea de la familia, el municipio, la provincia y el Estado como línea de continuidad, donde se salta la región con toda intención. Por otro lado, hay muchas disparidades.  

¿Por la psicología y el carácter respectivo de Primo y de Franco?

–Son personajes bastante distintos en ese aspecto. El primero, muy inteligente, aprende cómo hacerse necesario para llegar al poder y cuenta lo que cada uno quiere oír para poder dar el golpe de Estado en septiembre del 23. Franco fue mucho mucho más gris, más vengativo y mucho cobarde a la hora de acercarse a la consecución del poder. Por lo que tardó en decantarse por dar el golpe y por cómo llega a la jefatura. Creo que la mayor diferencia es contra qué dan un golpe. La dictadura de Primo de Rivera se forma contra un régimen parlamentario monárquico de corte liberal, muy corrupto, y el del 36 es un golpe contra la democracia. Cuando llegó al poder Primo la izquierda no había estado al mando, ni los partidos ni el sistema eran realmente democráticos. En el 36 ya ha habido una izquierda en el poder y un país que ha vivido una fase democrática.

“Catalunya fue la verdadera obsesión de Primo de Rivera, y hubo miles de encarcelados”

Incide en el carácter represor de Primo. 

–Me interesaba alejarme de una construcción de los propagandistas del régimen, como hombre bondadoso, afable, el dictador paternalista, buen padre de familia que tiene que guiar a ese hijo díscolo que es el pueblo español. No creo que Primo fuera especialmente cruel, pero sí que su dictadura fue ampliamente represiva, en el marco de las dictaduras de los años veinte, de la portuguesa, la polaca, la búlgara o la italiana. No fue una dictadura sanguinaria, porque las de los años veinte, normalmente, no lo fueron especialmente. El principio de la dictadura española fue más represiva que la dictadura de Mussolini, que no acabó de concretar la suya hasta el año 25 o 26, mientras que en España se hizo desde un principio. También me interesaba alejarme de la caricatura que habían creado sus opositores, del dictador mujeriego, borracho, una especie de chiste. 

El golpe de Primo fue dos días después de la Diada.  

–Fue muy importante la Diada del 23, no dio lugar al golpe, pero sí lo adelantó, porque estaba pensado para la noche del 13 al 14 de septiembre, y se acabó dando un día antes, precisamente porque Primo supo leer muy bien la situación de la guarnición de Barcelona. El día 11 hubo una manifestación de nacionalistas catalanes, también de separatistas, entonces muy poquitos, que fueron con una delegación del PNV y otra de nacionalistas gallegos. Hubo enfrentamientos con grupos españolistas, y con la policía y militares. Primo entendió que se daba un ambiente favorable para adelantar el golpe de Estado.

¿Cómo fue a partir de ese momento la situación para el PNV?

–En líneas generales medianamente tranquila. Ni en Navarra ni en el País Vasco las medidas represivas de la dictadura fueron especialmente virulentas, sobe todo si lo comparamos con Catalunya, que fue la verdadera obsesión de Primo de Rivera. Fue un periodo que tenemos ya bastante bien estudiado, en el que se acaban cerrando los órganos de prensa del PNV y la acción nacionalista vasca pasó de ser política a funcionar más en el ámbito cultural. Los propios datos del PNV nos muestran que durante toda la dictadura se encarcelaron a unas 50 personas vinculadas al partido. Esto comparado con Catalunya, donde hubo miles de encarcelados, nos da la sensación de una represión muy pequeña. ¿Le cuento el por qué?

Adelante.

–El nacionalismo vasco fue secundario para Primo. El carlismo en todas sus vertientes apoyó desde el principio el golpe de Estado y la dictadura, y la iglesia vasca estuvo muy a favor del golpe. Por ejemplo, el obispo de Vitoria, Múgica, era abiertamente primorriverista. Lo mismo pasó con la iglesia navarra. De tal modo que esos canales que podía haber encontrado el PNV en la iglesia católica para articular una oposición, no se activaron. Y a fin de cuentas podía haber discrepancias en la manera de leer la sociedad vasca de la época, pero la mentalidad conservadora también hizo un poco de vínculo de unión.

“La dictadura no podía funcionar sin el benplácito de Alfonso XIII, la clave de bóveda del sistema”

Pero hubo tensiones alrededor de la cuestión foral.

–Sí, las hubo, pero al final no hubo una merma de derechos forales. Hubo discusión al respecto, pero no se acabó plasmando. 

Por otra parte, el grado de soberanía y autogobierno era muy limitado en aquel tiempo.

–Claro, el que había dejado el marco de la Restauración. Lo que sí hubo fue un cambio de actitud del carlismo en general y de los jaimistas en particular, porque todas las ramas de la derecha y la ultraderecha apoyaron el golpe de Estado, pero precisamente, las políticas centralistas del Gobierno de Primo, sobre todo la creación del estatuto provincial del 25, alejaron claramente de la dictadura a don Jaime, el pretendiente carlista. Esas políticas centralistas de la dictadura propiciaron un segundo acercamiento entre el carlismo y el nacionalismo vasco, el primero fue en 1921. Por eso llegaron al año 30 con los acuerdos en favor de fomentar un estatuto, que como sabe, al final no salió. 

Primo de Rivera marcaba diferencias con Mussolini, pero no negaba que este había desbrozado camino. 

–Fue una influencia muy clara, como la tuvieron otros dictadores europeos. La inspiración en Mussolini nunca se negó, se comentó abiertamente, y tuvieron buena relación. Se conocieron en un viaje de Primo de Rivera con el rey en noviembre de 1923 para ver a Vittorio Emanuele y a Mussolini. Tuvo un periodo de deslumbramiento fascista. Lo había citado ya en el primer día del golpe de Estado, y lo siguió citando y comunicándose con él durante toda la dictadura. Y la influencia fue tal que le mandó a Mussolini el proyecto de Constitución del 29 para preguntarle qué le parecía y qué se podía cambiar, porque Primo no estaba muy convencido con esa Constitución. Fue una influencia muy importante y constante. Tuvo más peso la del fascismo italiano en Primo de Rivera que a la inversa, obviamente. A mí me sorprendió haciendo la investigación. Sabía de su importancia, pero no a un nivel tan elevado.

¿Qué relación tuvo Primo con Alfonso XIII y los giros que dio este, y en qué medida ello influyó en Franco?

–Fue compleja y cambiante. No es lo mismo la que tenían antes de 1923, que la que se forja con el golpe de Estado. Una relación de necesidad mutua, porque la dictadura no podía funcionar sin el beneplácito de la figura regia. Al fin y al cabo, se produjo una destrucción del régimen de la Restauración, pero la clave de bóveda del sistema no se tocó, que fue Alfonso XIII.

“Primo quería cambiar a la mayoría de las élites de la Restauración, pero no tocar el sistema socioeconómico”

De hecho usted habla de gatopardismo entre las élites.

–Primo quería cambiar a la mayoría de las élites políticas de la Restauración, pero no tocar el sistema socioeconómico. Hubo una retórica de cambio social, de redistribución, la que tenían estas dictaduras de extrema derecha en toda Europa, y también el fascismo. Pero luego realmente no se quería cambiar el marco socioeconómico. En cuanto al rey fue cambiando. En el 23 se necesitaban mucho, aunque Primo ya le dejó claro que era él el que iba a llevar el Gobierno, y le cerró cualquier posibilidad de mangonear o borborbonear. Posteriormente, según fue creando un estado autoritario nuevo, Alfonso XIII se vio desplazado del centro de poder. A partir del 29 las relaciones fueron bastante malas, también por el salto autoritario de la dictadura, y acabaron muy mal. ¿Cómo influyó esto en Franco? Él se levantó contra un régimen democrático donde ya no había rey, y eso le vino muy bien. 

Primo marchó a Francia, murió muy rápido (de diabetes) y sus seguidores abrazaron a la monarquía. 

–La separación que pretendió hacer Alfonso XIII entre él y la dictadura primorriverista no se pudo llevar a cabo y fracasó. Hubo cambios muy rápidos, pero la institución monárquica siguió siendo el punto de referencia para la extrema derecha. Sus ministros crearon la Unión Monárquica Nacional, donde también estaba José Antonio. Pese a que el sentimiento de traición parecía muy claro, fueron incapaces, por lo menos inicialmente, de desprenderse del ideal monárquico y de la figura tan polémica y controvertida de Alfonso XIII. La idea monárquica siguió siendo clave en la extrema derecha españolista de la Segunda República, sea de los monárquicos alfonsinos o del carlismo, otra opción ultraderechista españolista de corte monárquico.