El fútbol moderno es cada vez más un huracán violento que se lleva por delante todo lo que pilla antes o después. Alimentado en muchos casos por la fast food de las redes sociales y por las fantasías del FIFA y videojuegos donde intercambias cromos como si no costase, Osasuna ha sabido apartarse en los aspectos deportivos de esa vorágine devora-equipos y convertir en valor algo que hace años habría sido hasta rutinario.

Comienza otra temporada en Osasuna y lo vuelve a hacer con Jagoba Arrasate al frente y esto parece que no es noticia pero en el mundo del fútbol actual sí que es llamativo (y hasta agradable). El club rojillo ha encontrado la estabilidad en un hombre que, pese al paso del tiempo, sigue con una imagen intachable tanto en el club como en la afición. Arrasate ya acumula en el cargo más días que el resto de tripulantes en el banquillo en la era Sabalza y eso es mérito del entrenador y también de los regidores rojillos, que aprendieron de su impaciencia y errores pasados y han sabido mantener la calma en momentos difíciles.

Sin obviar esto, hay que señalar que buena parte de este cambio lo tiene la presencia de Braulio en la dirección deportiva. Con sus aciertos y con sus errores, pero el gallego tiene dos puntos muy remarcables. El primero, la paciencia con los entrenadores. No solo con Jagoba, sino también en su día con Diego Martínez. Puede que a veces se exceda incluso, pero esto demuestra ser un líder que defiende a los suyos y eso provoca fidelidad y tranquilidad para trabajar bien. La otra, no menos importante, es la intención de aprender y entender dónde está. Defender todas sus actuaciones sería de hooligan, pero si se hace un repaso desde que llegó se le ve una evolución hasta casi la plena integración de lo que ha sido Osasuna históricamente. Ojalá esto crease tendencia entre un par de cargos ejecutivos de la entidad, pero ya parece complicado.

Volviendo al tema: estas dos figuras (más otras como Cata o el equipo de trabajo de Tajonar) han dotado de una estabilidad a la parcela deportiva que permite a Osasuna ahora estar en un estado cómodo, que no relajado. Y es que si Osasuna se relaja puede pasar rápidamente de la estabilidad al estancamiento. En un momento clave de relevo generacional en el vestuario rojillo, la permanencia (por lo menos hasta ahora) tanto de Monca como de David es fundamental, pero también la entrada ilusionante de los Pablo Ibáñez o Aimar Oroz. Ahora falta que jueguen cuando de verdad importa para que vayan cogiendo una regularidad que de momento no han podido tener otros como Javi Martínez.

Así podrá crecer Osasuna en el plano deportivo, poco a poco, sin pausa pero sin prisa. Y sobre todo teniendo claro que esa mejoría no va a ser lineal y tendrá incluso años donde el equipo va a tener que apretarse el cinturón para sobrevivir. Y nunca mejor dicho, porque el futuro no se vislumbra nada bueno para el fútbol español en general y Osasuna no escapa de esa tesitura. Con la deuda que hay, con el dinero de CVC a devolver y con la devaluación progresiva del producto, los rojillos casi tienen como obligación mantenerse en Primera para poder seguir navegando en la tormenta sin ahogarse.