a izquierda andaluza lo viene repitiendo sin tregua, ora contra la derechita cobarde, ora contra la diestra voraz: no te engañes, paisano, porque, luzca sonrisa Zero Light o fachaleco Cuatro Quesos, esa gente es en realidad “tu terrateniente, tu jefe, tu casero, tu cura”. Es el machismo. Así que desconfía, atribulado vecino, porque bajo su apariencia de amables cuñados anida la sombra de Caín.

Ignoro a qué genio con botella se le ha ocurrido dividir aún la sociedad bética, y la española, entre émulos del señorito Iván y herederos de Azarías. Pero si anda en lo cierto el domingo las urnas van a mostrar, me temo, un paisaje monegasco y catarí. Según parece la mayoría se compone allí de grandes latifundistas, capataces trabucaires, cicateros propietarios, maltratadores cejijuntos y clérigos como murciélagos. Y luego está el resto, esa élite cada vez más minoritaria llamada pueblo, que como ha estudiado mucho, o es mucho más inteligente, me vota a mí. Al menos no han confundido ser taurino con ser Mussolini. Despeñaperros abajo, sería la puntilla.

Semejante caricatura, ese oxidado reduccionismo, resulta estéril e insultante. La cuestión no es que cuatro hacendados, tres esclavistas y dos sotanas del Palmar voten a la derecha, sino que millones de autónomos, universitarios, paletas y jornaleros lo hacen. Y lo hacen, creo, porque están muy hartos de quien más se arroga su representación. Hartos de sus disputas bizantinas, su altivez intelectual, sus pejigueras lingüísticas. Claro que siempre cabe decir, y lo dirán, que la culpa es de los medios por dar aire a los malos. Al tiempo.