Hay que reconocer que el final de la primavera y el comienzo verano es un periodo del año en el que se disfruta de la carretera. Pasearse a los mandos de un descapotable o viajar en moto son dos placeres, entre otros muchos, a los que invita el buen tiempo. Las salidas en grupo de muchos aficionados a las dos ruedas, además del lógico estruendo que provoca el ruido de sus motores -no digamos ya si se trata de ‘ángeles del infierno’ a lomos de enormes bicilíndricas con escape abierto-, suelen generar la sorpresa, curiosidad y en ocasiones el miedo de los que se desplazan enlatados en sus coches. No cabe duda de que hay muchos moteros que te adelantan con precaución, pero otros literalmente te levantan las pegatinas.

Y en estas cada vez más habituales y masivas salidas en grupo predominan en los últimos años las motocicletas trail de gran cilindrada, peso, potencia y prestaciones. Nadie cuestiona que con sus profusas protecciones metálicas de motor y carrocería, para minimizar los daños ante posibles caídas, y sus robustas maletas de aluminio se han convertido en la alternativa a las tradicionales ruteras del pasado. No negaré que las grandes trail viajeras tienen su encanto y sólidos argumentos, pero para el día a día, los desplazamientos por ciudad, recorridos cortos y salidas de fin de semana, me parecen demasiado grandes, pesadas en maniobras en parado, voluminosas en el tráfico urbano y poco ágiles en carretera. Es cierto que hay mucha gente que se mueve deprisa con ellas en carretera -en campo hay que ser muy bueno para poder hacerlo con un mínimo de soltura-, pero creo que para el asfalto lo mejor sigue siendo una moto de carretera.

Les comento todo esto porque, aunque soy el feliz propietario de una moto trail de media cilindrada, acabo de bajarme de la novedosa Suzuki GSX-S 1000 GT, que recupera el espíritu de las en otros tiempos exitosas sport-turismo, y me ha hecho cuestionarme seriamente si no nos estaremos dejando llevar demasiado por la moda de las grandes trail en detrimento de un tipo de moto mucho más adecuado para lo que necesita y desea la gran mayoría; salvo, lógicamente, que seamos unos ruteros empedernidos que viajemos a destinos exóticos y en los que el asfalto brille por su ausencia.

Esta Suzuki GSX-S 1000 GT, que es la versión viajera de una moto naked deportiva que a su vez derivó de otra que en su esencia era una superbike, es una deportiva que cautiva tanto por su faceta racing como por su polivalencia, facilidad de uso, comodidad y utilidad en el día a día. Para comenzar, en vivo posee una presencia y atractivo estético indudable, muy superior al que muestran las fotografías, aunque su frontal me parezca un tanto futurista y no del gusto mayoritario -esas ópticas recuerdan a los ojos de un tiburón-. La calidad de la terminación, su extenso equipamiento en instrumentación, conectividad y sistemas de control (tres modos de conducción, control de tracción de cinco niveles, control de la velocidad de crucero entre 30 y 180 km/h o asistente de cambio para subir y bajar marchas sin embrague) y la sofisticación de sus componentes (suspensiones regulables en tres vías, potentes frenos Brembo, chasis de doble viga de aluminio) hacen de ella una moto completa y brillante al mismo tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que su precio (15.275 euros más matriculación) se antoja muy razonable.

Una vez nos colocamos a sus mandos descubrimos que la altura del asiento (810 mm) nos permite llegar fácilmente al suelo con ambos pies y que su contenido peso en orden de marcha (sólo 226 kilos para una mil de cuatro cilindros es un lujazo) nos facilita las maniobras en parado y a baja velocidad, incluidos los desplazamientos por ciudad en hora punta. Con un amplio manillar y una cómoda y natural posición de conducción, ponemos en marcha esa joya mecánica de cuatro cilindros en línea y 999 cc que entrega 152 CV a 11.000 rpm y 106 Nm a 9.250 vueltas. Su preciso y agradable cambio de marchas trabaja a la perfección, lo que unido a unos desarrollos bien escogidos y una elasticidad increíble -entre poco más de 2.000 vueltas y las 12.000 del inicio de la zona roja tienes toda la potencia, aceleración y velocidad que puedas imaginar y desear- permite aprovechar un rendimiento sencillamente de ensueño. Sólo debes tener en cuenta que llevas 152 CV, capaces de más de 250 km/h de velocidad punta, y que si te dejas llevar demasiado por las emociones acabarás teniendo dificultades para situar las ruedas entre las líneas que delimitan tu carril.

Una vez comprobado que la aceleración es realmente impresionante y que el agarre de los neumáticos, junto a unos frenos notables y unas suspensiones excelentes, nos garantizan movernos con agilidad, rapidez y confianza en tramos de curvas, descubrimos que a velocidades elevadas, donde su estabilidad es soberbia, le vendría bien la pantalla opcional touring para evitar la paliza del viento, sobre todo si eres tan voluminoso -es un eufemismo para no decir grande y gordo- como un servidor. Como rutera otro punto en el que mejoraría sería contando en opción con un caballete central, sobre todo a la hora de cargarla con equipaje y engrasar la cadena.

Es hora de devolver la moto al concesionario y la sensación de que te acabas de bajar de una fabulosa deportiva contrasta con la idea de que perfectamente podría ser al mismo tiempo tu moto de todos los días para ciudad y también para grandes viajes en compañía. Todo dependerá de lo que gires tu mano derecha, porque el rugido salvaje de la GSX siempre está al acecho. l

En un mercado dominado por las grandes trail, la sport-turismo de Suzuki devuelve a las motos

de carretera de siempre

su merecido protagonismo

Con 152 CV, 226 kilos y una cómoda posición de conducción, Suzuki demuestra una vez más que deportividad y capacidad rutera pueden ir de la mano