La final del próximo sábado en el estadio de Saint Denis, París (21.00 horas) será como un choque de trenes. De un lado, Sudáfrica, con tres títulos en tres finales –1995, 2007 y 2019–, con el mérito añadido de los springbooks de haber participado en solo siete de los nueve Mundiales, ya que estuvo vetado en los dos primeros –1987 y 1991– por el apartheid.

De otro lado, Nueva Zelanda, con otros tres títulos –1987, 2011 y 2015– y un subcampeonato, precisamente perdido ante Sudáfrica en 1995. Una victoria de los springbooks que reflejó el periodista John Carlin en su libro El factor humano, en el que se basó la película Invictus.

Para Nueva Zelanda, que en la pasada edición (2019) cayó en semifinales ante Inglaterra (19-7), será la ocasión de reivindicarse como la mejor selección de todos los tiempos, después de un torneo en el que comenzó con una inesperada derrota –sobre todo, por la abultada– ante la anfitriona Francia (27-13), pero que después se ha mostrado muy fuerte, especialmente en el partido clave de cuartos de final ante Irlanda, en un duelo que más de uno llegó a calificar como una final anticipada, y que los All Blacks vencieron por 24-28. Su cómoda victoria ante Argentina en semifinales (6-44) no solo fue un recital sino que permitió al equipo reservar fuerzas para el gran duelo del próximo sábado.

Para Sudáfrica, por su parte, es la ocasión para revalidar su título, algo que llegó a ponerse muy en duda en este Mundial cuando el equipo africano cayó por 8-13 en la primera fase.

Pero logró la clasificación para cuartos sin apuros, y sus victorias en cuartos y en semifinales han sido ambas por la mínima –que ya es difícil en el rugby– y sabiendo sufrir en defensa y pugnar hasta el final en ambos partidos: ante Francia por 28-29, para shock de la afición anfitriona, y por 15-16 ante Inglaterra, que se mostró superior durante muchos minutos pero no consiguió rematar el partido.

Con una generalización quizás errónea, se encontrarán el mejor ataque, a cargo de Nueva Zelanda, y la mejor defensa, a cargo de Sudáfrica, en un duelo llamado a ser casi tan épico e histórico como ése de Invictus, la única vez en la que ambas selecciones del sur se han encontrado en la final de un Mundial.