Contando los días estábamos para ver empezar esta temporada 2024. Que yo recuerde una de las que mas expectación ha levantado en las últimas décadas. Con dos claros elementos desestabilizadores que remueven el avispero y que veremos en noviembre cómo afectan al resultado del campeonato. La presencia del caníbal Acosta y el cambio de Marc a la deseada Ducati es suficiente para generar un seísmo de incalculables consecuencias. Así que ayer, cuando se apagó el semáforo en la noche de Qatar, nada de lo que pasara se podía considerar una sorpresa. Pero casi podemos decir que el resultado fue el más lógico, como si nada hubiera cambiado.

Sí que tuvimos algunos temblores cuando Acosta, como si no hubiera un mañana, se pasó por el arco del triunfo eso de la gestión de neumáticos y fuerzas en MotoGP y parecía que podía dar la campanada. Pero un tortazo de realidad, como una buena novatada, le enseñó que una carrera de domingo no es una sprint. Ni una de Moto2. Y que si quiere mantener las posibilidades de dar algún susto este año de debut, que lo hará, tiene que contemporizar y bajar un poco esas pulsaciones. Pero Pedro es así, especial en su postura en la moto, en su forma de pilotar y con todo el futuro en su mano. Y también como buen campeón, su ego está a la altura de su talento.

De ego y talento tampoco está falto Marc. Su cuarto puesto puede saber a poco, sobre todo cuando algún que otro periodista por ahí lo ponían ya ganando por medio minuto desde la primera carrera. Pero por muy Marc que seas, esto cada vez está más difícil. Y más cuando tienes por delante un bicampeón como Pecco, que callando callando, trabajando en silencio, va sentando las bases para volver a ser el máximo favorito. Y sobre todo porque detrás del actual campeón, en Ducati Corse, tienen otro genio con otro ego del tamaño de una alerón. Gigi Dall’Igna, creador del milagro Ducati, y mago de la aerodinámica, ha creado una Desmosedici GP24 que supone no un salto, sino un vuelo respecto a la GP23. ¿Y por qué tanto esfuerzo para mejorar tanto algo que era tan bueno, cuando además tienes 8 motos de tu marca en parrilla y ninguna que realmente amenace tu liderato? Pues porque otro ego tan grande como el suyo, Marc Márquez, viene dispuesto a intentar demostrar que con una moto del año pasado es capaz de mojarles la oreja. Y que no es el caballo, sino el indio, lo que marca la diferencia. Y por ahí, no.