A las 9.57 horas del lunes 27 de marzo, Audrey Hale, de 28 años, envió un mensaje a un excompañero de baloncesto de su escuela secundaria diciéndole que quería suicidarse. Pocos minutos después llegó a la escuela elemental The Covenant donde estacionó su Honda Fit. Armado con dos rifles de asalto (AR-15 y Kel-Tec SUB 2000 que adquirió por unos $900 y $600 respectivamente) y una pistola barata, Hale disparó a través de una puerta lateral para ingresar al edificio a las 10:12; un minuto más tarde la policía recibió una llamada de emergencia informando sobre la presencia de un “tirador activo” en la escuela. Nueve minutos después llegaron a la “escena del crimen” las primeras patrullas de la policía metropolitana de Nashville y un maestro les notificó que de acuerdo con el protocolo de “alarma roja” los alumnos estaban encerrados en sus aulas.

Mientras los oficiales evacuaban la primera planta del edificio, se escucharon disparos provenientes del segundo piso. Antes de las 10.25 horas, cinco oficiales subieron las escaleras y vieron a Hale disparando a través de una ventana a los vehículos de policía. Dos de los oficiales que dispararon ocho rondas y lo mataron a las 10.27 horas, 14 minutos después de la llamada inicial al 911. Todo grabado por uno de los oficiales: https://www.youtube.com/watch?v=Ue2tZa4hT0c

Una de las víctimas falleció en el acto, y las cinco restantes en un hospital cercano. Fueron identificados como Evelyn Dieckhaus, William Kinney y Hallie Scruggs, alumnos de nueve años de edad, Cynthia Peak, Mike Hill y la directora de la escuela, Katherine Koonce, de 61 años.

Siete muertos es el saldo del decimonoveno tiroteo que se produce en un centro escolar estadounidense en 2023. Este año se han registrado 130 tiroteos masivos en el país, un hecho cada vez más frecuente: 383 tiroteos masivos en 2016, 417 en 2019, 610 en 2020, 690 en 2021 y 647 en 2022. En 2020, 1.001 niños menores de 11 años y 4.150 adolescentes (de 12 a 17 años) murieron o resultaron heridos por disparos; 2021 fue particularmente violento: 3.597 niños murieron a tiros: concretamente, 1.065 niños menores de 11 años y 4.645 adolescentes murieron o resultaron heridos a tiros. Un aumento del 31% de las muertes entre menores de 18 años desde 2019 es terriblemente preocupante, pero el aumento de la tasa de mortalidad en un 74% entre menores de 9 años es un dato apocalíptico y vergonzoso.

Principal causa de muerte

Durante dos siglos, la principal causa de muerte entre menores en los Estados Unidos fue la enfermedad. En la década de 1960, los accidentes de carretera se convirtieron en la causa más común de muerte entre los menores. Pero eso comenzó a cambiar en 2014, en el albor de la era de los tiroteos: en 2020, las armas se convirtieron en la principal causa de muerte entre los menores del país. La tasa de muerte por arma de fuego entre menores de edad en los Estados Unidos es de casi cinco por cada 100.000 menores. En mayo de 2022, se desató el horror en Uvalde, Texas, cuando un tirador mató a 19 alumnos y dos maestros en la escuela primaria Robb.

Es el triste reflejo de un terrible panorama sobre el uso de armas de fuego: los tiroteos masivos representan menos del 1% del total de muertes por armas de fuego sufridas por menores de edad en la república. En 2021, casi dos tercios de las muertes por armas de fuego que involucraron a menores (2.279) fueron homicidios. Desde 2018, los asesinatos de menores han aumentado en más del 73%. Y es un tipo de muerte con color: Los menores afroamericanos que tienen ocho veces más probabilidades de morir a tiros y representan casi la mitad de todas las muertes y dos tercios de los homicidios con armas de fuego que involucraron a menores de edad en 2021, cuando solo constituyen el 15% de los menores del país.

El número de niños que se suicidan con un arma de fuego también ha alcanzado un máximo histórico en la última década. En 2021, los suicidios representaron casi el 30% de las muertes entre menores: un total de 1.078. A diferencia de los homicidios, los suicidios involucran de manera desproporcionada a menores blancos, en su mayoría adolescentes.

Kaiser Family Foundation ha realizado un estudio sobre muertes por armas de fuego entre menores de edad comparando un conjunto de países de similares características y ha hallado que Estados Unidos es un caso atípico extremo: la república representa el 46% de la población infantil, pero el 97% de las muertes infantiles por armas de fuego. Todos los días, son tiroteados 22 niños y adolescentes.

Esto es solo una parte del panorama general. Según los datos proporcionados por Gun Violence Archive, 15.139 personas murieron por disparos de armas de fuego intencionales, maliciosos o accidentales en 2016; ese número aumentó a 15.742 en 2017, a 19.558 en 2020, 21.009 en 2021 y 20.200 en 2022. En marzo de 2023, el número total de personas muertas a tiros es de 10.109, incluidos 413 niños, 61 de ellos menores de 11 años.

Lobby armamentístico

El presidente Biden se dirigió a los familiares de las víctimas y pidió al Congreso que aprobara una ley sobre “la prohibición del uso de armas de asalto”. Lo pidió frente a los ataúdes de los 19 alumnos asesinados a tiros en Uvalde en mayo de 2022, y no pasó nada. Lamentablemente, no parece que vaya a pasar nada hoy tampoco.

La razón y corriente de fondo es el lobby de los productores de armas, fundamentalmente la Fundación Nacional de Deportes de Tiro (NSSF) y la Asociación Nacional del Rifle (NRA). En 2016, la NRA invirtió $30 millones para elegir a Donald Trump, más que cualquier otro grupo de interés; en 2019, la NRA donó $3,22 millones para las campañas electorales de senadores que se oponían a legislar sobre control de armas. En 2020, gastaron $2,20 millones; la industria armamentística invierte más de $10 millones al año en cabildeo y subasta de conciencias. Según los datos de la fundación Brady, al menos 48 de los 100 senadores perciben fondos de manos de NRA; 16 de ellos han percibido más de un millón de dólares. Mitt Romney, senador republicano de Utah, encabeza la lista de beneficiados con un total de $13.647.676, le siguen Richard Burr, republicano de North Carolina, con $6.987.380 y Roy Blunt, republicano de Montana con $4.555.722. Con ese dinero se compra el silencio y varias ideas: 1) legalización de portar armas ocultas, 2) legalización de llevar armas visibles en protestas y lugares públicos, 3) posibilitar la compra de armas sin verificación de antecedentes penales, 4) facilitar el acceso a la compra de silenciadores, 5) evitar la responsabilidad civil de industrias de armas ante demandas legales, 6) legalizar la entrada de armas a escuelas y universidades, 7) bloquear la investigación sobre la violencia armada y, 8) evitar que las grandes ciudades promulguen normas sobre control de armas.

Funciona muy bien. El representante de Tennessee Tim Burchett declaró el mismo día del tiroteo en Nashville que el control de armas “no sirve” para evitar los tiroteos: “No veo que podamos hacer nada efectivo sino empeorar las cosas”, dijo llanamente en los escalones del Capitolio. Mike Hill, Big Mike, era miembro del personal de cocina de la escuela de Nashville. Le encantaba cocinar para sus siete hijos y catorce nietos. Las balas que han rasgado horriblemente las vidas de seis familias no tienen ningún eco en los pasillos de un Congreso convertido en un mercadillo de conciencias.