EL premio Nobel de la Paz y ferviente activista contra las armas nucleares, Joseph Rotblat, decía que “la Guerra Fría ha terminado, pero el pensamiento de la Guerra Fría sobrevive”. La tensión entre China y EEUU de los últimos meses, con incidentes entre aviones y buques militares, globos espías, e incluso la acusación de bases espías chinas en Cuba, ha hecho que algunos expertos hablen ya de una Segunda Guerra Fría. La reciente visita de Antony Blinken a China no parece haber ayudado ni a enfriar los ánimos ni a disipar la posibilidad de que el mundo repita errores del pasado.

Pero no todos los expertos están de acuerdo en aceptar el retorno a un mundo dividido en dos bloques enzarzados en un conflicto perpetuo bajo amenaza nuclear. Para estos la idea de una nueva Guerra Fría refuerza las visiones más belicistas de los halcones de ambas potencias, reforzando al mismo tiempo los intereses partidistas de cada bando. A pesar de la fiebre de rearme militar acelerado que corre por todo el panorama internacional todavía habría esperanza para la cooperación y las alianzas internacionales.

Entre los autores que con más fuerza han apuntado a un futuro conflicto entre China y EEUU está el académico John Mearsheimer. Para este, el fin de la URSS trajo consigo para la política norteamericana una visión demasiado triunfalista e inocente del nuevo orden internacional, en la que la democracia liberal era la ganadora de la Guerra Fría y el único camino posible para el resto de los países. La estrategia que derivó de esta visión, de introducir a China en las estructuras económicas internacionales para enriquecerla y encauzar al país a la senda de las democracias occidentales ha fracasado. Es más, según Mearsheimer Norteamérica ha alimentado al que será su principal competidor por el dominio de un orden internacional cuyas reglas ha dictado EEUU desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Mearsheimer cree que los Estados Unidos se vieron empujados por la euforia de la victoria en la primera Guerra Fría, y optaron por una visión en la que solo la democracia liberal y sus valores prevalecerían en el futuro del sistema político mundial, negando la visión realista de las relaciones internacionales, donde los valores están por detrás de los equilibrios de poder entre las distintas potencias. EEUU debió prever que China sería un riesgo para su hegemonía mundial en el futuro, en vez de empantanarse en Oriente Medio, incapaces de ver donde estaba su futuro enemigo. Un error que puede costarle muy caro si quiere seguir siendo el que marca las reglas a nivel mundial.

Otro de los más fervientes divulgadores de la idea de una Segunda Guerra Fría es el historiador británico Niall Ferguson. Para él, al igual que tras la Primera Guerra Mundial hubo otra guerra a escala global, muy diferente en muchos aspectos, pero a la que se le conoce unánimemente como Segunda Guerra Mundial; hoy vivimos una nueva Guerra Fría a la que podemos llamar sin duda alguna Segunda Guerra Fría. Un término que aún nos resistimos a utilizar, pero con el que pronto reconoceremos el mundo que nos espera.

Pero al margen de los paralelismos entre ambas Guerras Frías, lo realmente interesante según Ferguson radica en las divergencias entre ambos períodos. La principal quizás sea la distancia entre ambos contendientes. Si en la primera Guerra Fría el mundo capitalista y el mundo soviético estaban totalmente separados y aislados a todos los niveles, la distancia entre China y Estados Unidos de hoy es mucho más pequeña. Ambos países se encuentran inmersos en el mismo sistema internacional capitalista, en una clara interdependencia a nivel económico, mientras que la distancia en los intereses nacionales y sobre todo en el sistema político son abismales.

Esto implica un rival mucho más poderoso a nivel económico y financiero de lo que la URSS fue nunca, cuya economía y capacidad industrial nunca fue capaz de hacer frente al músculo económico de las democracias capitalistas occidentales. Sin olvidar la cuestión tecnológica, clave en el declive de la URSS, y uno de los principales campos en los que según Ferguson han saltado las alarmas sobre la amenaza de China, y en la que se librará en gran parte el destino de esta Segunda Guerra Fría en opinión del historiador escocés.

Pero por otra parte, resultará mucho más difícil predecir los futuros riesgos y evitar las escaladas entre potencias en las que la interconexión a todos los niveles es tan grande. La complejidad en este nuevo período de Guerra Fría puede ser mucho más grande, ya que no nos enfrentamos a terrenos enemigos claramente definidos y separados. Las propias alianzas y bandos que ambas potencias tratarán de crear también serán mucho más complejas, ya que la cuestión ideológica o territorial no será tan importante, sino cuestiones más relacionadas con los intereses nacionales o el simple pragmatismo.

Otro aspecto clave a la hora de encontrar desemejanzas entre ambos períodos radica también en la rapidez en el que el conflicto hoy en día se está desarrollando. Según Ferguson, desde que Orwell primeramente creó el concepto de Guerra Fría en uno de sus artículos y Churchill habló por primera vez del telón de acero, no fue hasta la primera guerra caliente, la de Corea, cuando por fin el mundo asumió que se encontraba ante un conflicto directo entre las dos grandes potencias mundiales.

Retorno al conflicto bipolar

En esta Segunda Guerra Fría, ha sido la invasión de Ucrania la que ha confirmado el retorno al conflicto bipolar. Ucrania, al igual que Corea en su día, ha roto el espejismo de un orden internacional armónico y basado en las reglas internacionales, y ha puesto sobre la mesa el deseo de otros países por poner en duda el mundo unipolar que sobrevivió al fin de la Primera Guerra Fría. Por tanto, el primer episodio de esta nueva Guerra Fría se estaría produciendo ahora mismo delante nuestro en Ucrania, donde incluso su posible desenlace puede ser muy parecido al de la guerra de Corea hace cincuenta años.

Pero es el paralelismo con el segundo episodio de la Primera Guerra Fría, el de la crisis de los misiles de Cuba, el que más preocupa a Ferguson. Para este, un intento de toma por parte de China de Taiwan, comenzando por un bloqueo naval, sería similar a lo ocurrido en Cuba en el 62. No olvidemos que aquellos 13 días fueron los más peligrosos de toda la Primera Guerra Fría. El Armagedón nuclear jamás ha estado tan cerca. Taiwan podría ser el primer gran peligro de escalada de esta Segunda Guerra Fría.

Ferguson opina también que el escenario en el que se combatirá en esta Segunda Guerra Fría será muy diferente al de hace décadas. La guerra comercial y, sobre todo, la guerra tecnológica pueden ser los grandes campos de batalla de esta Segunda Guerra Fría. Una lucha por la hegemonía mundial en la que Ferguson no ve muy claro el vencedor. La victoria estará en lograr avances claros en los campos claves que determinarán el dominio en el futuro, quizás el más claro, el tecnológico. La reciente apuesta por traer de vuelta mucha de esa industria tecnológica a territorio norteamericano parece un claro signo de que EEUU son conscientes de la importancia de ello.

Pero muchos autores no comparten la idea de una nueva Guerra Fría. El profesor de Georgetown Charles Kupchan entendía ya en 2012 que el siglo XXI no sería ni de EEUU, ni de China, ni de Asia ni de nadie más. El siglo XXI no pertenecería a nadie. Para Kupchan el futuro sistema internacional emergente estará poblado por numerosos centros de poder. Por primera vez en la historia el mundo no tendrá un único centro, ni una hegemonía clara por parte de nadie, ni una lucha entre dos bandos por ella. Un nuevo orden internacional con unas relaciones internacionales más complejas, con diferentes sistemas de gobierno, variando entre democracias y sistemas autoritarios en distinto grado. Un panorama en el que no faltarán conflictos, pero en el que ningún bando será capaz de mantener ni buscar la hegemonía, y en la que las alianzas y los equilibrios entre países será la clave para sobrevivir en un escenario mucho más incierto.

¿Un nuevo orden multipolar?

¿Quiénes serán estos nuevos centros en los que se conformará el nuevo orden multipolar? Muchos apuntan a los BRICS, con una India que ha superado ya demográficamente a China, o a otros actores hasta ahora regionales que cada vez pueden tener más peso en campos como el energético o el tecnológico, como los países de Oriente Medio o los tigres asiáticos.

Unos estados que empezarán a jugar sus cartas para beneficiarse en el mundo de reglas cambiantes que nos espera, y en el que no sólo la competición, sino también la cooperación entre estados, puede tener un lugar muy destacado.

Decía Francis Fukuyama en 1991 que el fin de la historia había ocurrido y que el capitalismo y la democracia liberal eran el único objetivo visible en el horizonte. Más de 30 años después, parece que el capitalismo sí ha vencido, pero la democracia liberal parece que no ha tenido el éxito esperado. La historia de la hegemonía norteamericana también parece que empieza a llegar a su fin. Nos queda saber si nos espera una Segunda Guerra Fría o un mundo multipolar en el que la incertidumbre y la complejidad, pero también la cooperación, puedan ser sus principales características. Los expertos ya hacen sus cábalas. Veremos qué nos depara el futuro.