Es un amante de los caballos, algo que le viene de familia, pero Javier Olcoz, con su ganadería Hípica Zahorí situada en Falces, ha ido un paso más allá y ha hecho de estos animales, y de lo que era su pasión, su profesión y modo de vida. Ahora, y viendo cómo algunas ferias se están perdiendo, anima a preservar las tradiciones “y a darles una vuelta para que vuelvan a ser un motivo de reencuentro entre ganaderos profesionales y visitantes”. Además, y en esta línea, hace 15 años comenzó con el proyecto de las trashumancias, algo que ahora se oye mucho pero que en su día fue innovador y rompedor. 

Olcoz recuerda que la primera que organizó una fue en Etxarri-Aranatz; “estuvo muy bien, sacamos bueyes jóvenes porque eran los primeros que teníamos y salió de maravilla”. 

Imagen de la hípica Maria San Gil

A partir de ahí también ha estado en Lodosa, Mendavia, Cárcar, Lerín, Funes o Villafranca, entre otros. “Cada una tiene su particularidad. El sentido de la trashumancia es la entrada de ganado para las ferias taurinas. El encierro de San Fermín nace de una trashumancia; el Pilón, nace de una trashumancia, y creo que en ambos sitios debería de haber una trashumancia que recordara esto, porque es el motivo por el cual se empiezan a ver los encierros corridos por la gente. Antes más se entraba al ganado con caballos y bueyes porque no había vehículos”. En este sentido, insiste el ganadero falcesino, “la feria de San Fermín se está muriendo; me da muchísima pena. La organizamos varios años y nos encantaría volver a retomar la idea y darle una vuelta. Estas citas no tendrían que ser tratadas como cuestiones políticas sino como cultura. A veces pierdes la ilusión, pero cuando vuelves a un lugar y ves la sonrisa de la gente y que te dan la enhorabuena porque ha salido todo bien, te llena y solo por eso merece la pena”.

Desde Hípica Zahorí, además, le dieron un giro de 180 grados a la feria marcillesa pasando de la simple compra venta a los enganches, paseos, entradas de potros, espectáculos, concursos de apartado de ganado y la llegada de los caballistas; “es fundamental hacer partícipe a la gente porque, de no ser así, la feria se muere”.

Diversificación 

En la ganadería, explica, tienen en la actualidad 30 caballos, 7 mulas, 12 burros, 300 cabezas de ganado bravo, 50 ovejas laxas, 25 ocas y perros. Olcoz, apunta, divide las actividades en dos: las que realizan en su finca y las que hacen fuera de ella. 

“Aquí vienen unos 60 txikis de los municipios de los alrededores a montar y después a competir en doma clásica, doma vaquera, equitación de trabajo y salto. También hacemos visitas guiadas a colectivos que vienen a pasar el día, en la plaza de toros hacemos tentaderos privados para llevar a cabo nuestra propia selección de bravura y para que toreros y escuelas taurinas preparen su temporada, y también hacemos otros eventos como bodas y comuniones”. Y cuando salen, insiste, compiten, hacen bueyadas, trashumancias, espectáculos ecuestres, bodas en calesa, encierros, gestionan plazas de toros, antigua labranza y, por ejemplo, colaboran con el Olentzero de Pamplona llevando 150 de sus animales. 

Además, y otra de las actividades que realizan son los rodajes de películas y anuncios; el asesoramiento animal de los mismos. “Casi todos los animales del filme Irati son nuestros; el carnero estuvo aquí muchísimo tiempo. También hemos estado en Akelarre, Ilargi Guztiak, Sin Límites, Las Pelotaris 1926, Bajo la piel del lobo, el anunció internación de Jeep o el de Coca Cola. A veces te piden cosas imposibles y tú, lo intentas. Tienes que estar muy, muy conectado, y a veces no te sale, pero cuando lo consigues, es increíble”.

Un gran equipo 

Allí trabajan a diario, además de Javier, su mujer “y alma mater”, Beatriz Zafra, Tania Ausejo y Luis Lorente y, muchas veces, cuentan con la ayuda de Javier Mena, Miguel Caballero, Juan Carlos Ruiz y Juan Boneta, entre otros.

La pandemia, cuenta Olcoz, “fue un periodo de examen profundo interior muy grande; de pensar si me gusta esto o no, y de si estaba convencido de que quería esto, pero está claro que es una forma de vida. ¿Merece la pena? Para un loco como yo, sí. Pero aquí hay que ser muy disciplinado y tener unas normas. El hecho de atar un caballo mal puede hacer que se rompa una pata, que te rompa a ti un dedo o que causes una desgracia”. En este sentido, recalca, “mis hijos tendrán que decidir qué quieren. Yo estoy viviendo mi vida como quiero y me gusta, y ellos tendrán que hacer lo mismo”. De momento, Ione, Diego e India, de 14, 12 y 5 años respectivamente, sí que montan y son amantes de los caballos. 

Siempre con ideas nuevas en la mente para desarrollar, de momento, va a mejorar, gracias al Ayuntamiento de Falces, la finca con un cercado de 100 hectáreas.