“No me arrepiento ningún día de haber elegido esto”, dice David Pérez a los mandos de un paramotor. Bajo sus pies Olagüe, Lantz, los valles de Anué y Ultzama y la cueva de Abauntz en la que apareció el mapa más antiguo de Europa occidental. Y allí el de Baztan, donde despuntan los 1.418 metros del Saioa. Él repasa feliz un territorio que conoce al dedillo. “El paisaje es increíble, estamos rodeados de montes y de verde”, abunda.

Y no sabría elegir cuándo es mejor volar; atravesando la niebla de la mañana o en una puesta de sol. En primavera, en otoño o con la nieve que vendrá después. Todo es bonito desde las alturas, a una velocidad de crucero de 50 kilómetros por hora, a ras de suelo o 1.000 metros más arriba. Lo que le apetezca.

David y María Puñal pusieron en marcha el pasado abril Bizifly, empresa que ofrece vuelos de media o una hora en un paramotor biplaza. “Antes hacíamos este tipo de vuelos con amigos. Pero en abril ya nos pusimos en serio, estamos registrados en Turismo Activo y tenemos página web. Hay bastante demanda, sobre todo de hoteles, casas rurales, cámpines y restaurantes de la zona interesados en ofrecer esta actividad a sus clientes”, explica la pareja.

“Hacer biplazas es una maravilla, sobre todo compartirlo. La gente que nos ve volando tiene curiosidad, aterrizas y te preguntan. Y cuando llevo a alguien siempre termina con una sonrisa indescriptible. Su sensación de felicidad también engancha”, asegura David.

“Hacer biplazas es una maravilla, sobre todo compartirlo. La gente que nos ve volando tiene curiosidad, aterrizas y te preguntan. Y cuando llevo a alguien siempre termina con una sonrisa indescriptible. Su sensación de felicidad también engancha”

David Pérez - Bizifly

A él siempre le ha gustado “todo lo que tiene que ver con el aire; cometas, aviones...”. Incluso pensó en sacarse la titulación de piloto. Hasta que un compañero de trabajo le preguntó: “‘¿no prefieres primero aprender a volar con un parapente?’ ‘Bueno, vamos a probar a ver qué tal’. Y ya está. Desde entonces enganchado”.

Empezó con el parapente en 2007, en 2010 se estrenó en paramotor y hace cuatro años compró su propio aparato. Engancha “por la sensación de libertad en el vuelo, algo que se dice mucho porque es real. Además hay muy buen ambiente con la gente con la que nos juntamos, somos muy afines y buscamos lo mismo. Una vez te metes en este mundo, es una gozada”.

Los inicios de María tardaron más. “Yo no hubiese volado en mi vida. Llevamos juntos desde antes de que él empezase con el parapente. Al principio me daba miedo y no me hacía mucha gracia. Pero viendo lo feliz que era solo hablando de volar... Le llevaba al monte para que se tirase en parapente las veces que hiciera falta, siempre detrás”, confiesa ella. “Creo que por hacerme el favor al final dijo; ‘bueno, voy a probar qué es esto’”, dice él. “Ahora me gusta, pero me ha costado”, resume María.

María Puñal y David Pérez, durante un vuelo en paramotor. Patxi Cascante

Esta pareja de Pamplona se afincó en 2012 en Olagüe. Una localidad que, aseguran, les ha recibido de lujo, a ellos y a su paramotor. “Queríamos vivir en un pueblo y aquí estamos felices”. Hace tres años la familia creció con Ortzi, que ya apunta maneras. “No le escucharás hablar de fútbol ni de muñecos. Solo piensa en volar”, cuenta María.

Empezó lanzándose del sofá, recrea vuelos en paramotor con un aro de hula hop y “su padre le puso en la habitación un columpio como un parapente, y antes de dormir vuela un rato”. Ya se ha estrenado en el aire. “Pensaba que no se iba a atrever, porque a veces le asusta el ruido del motor. Fue decirle que íbamos a volar, se arrancó el pijama y feliz”. Ortzi ejemplifica que no hay edad para volar: “Él es el más pequeño, y el más mayor es un señor del pueblo de 90 años que quiere volar otra vez, y otra, y otra. Es muy animado”, resume María.

Una familia de altos vuelos junto al parapente biplaza con motor: María, Ortzi y David. Patxi Cascante

María también explica que “la gente piensa que solo se puede volar un día bonito y soleado en verano, y se puede todo el año. Incluso un día frío puede ser más favorable. Hay que fijarse en las condiciones de viento y de lluvia”, apunta.

“La gente piensa que solo se puede volar un día bonito y soleado en verano, y se puede todo el año. Incluso un día frío puede ser más favorable. Hay que fijarse en las condiciones de viento y de lluvia”

María Puñal - Bizifly

Vuelo junto a Olagüe. Patxi Cascante

Vuelo seguro

David, que adapta el vuelo a la demanda del cliente –100% relajado o con más adrenalina, aumentando la fuerza g con situaciones de casi posición vertical–, reconoce que “el manejo del aparato no es complicado. Tiene su técnica, pero lo principal es conocer cuándo se puede volar y cuándo no”.

Todo el mundo le pregunta qué pasaría si en el aire se apaga el motor. “El aparato planea y no habría ningún problema. También lleva un paracaídas de emergencia que no he usado nunca. Siempre trabajo con condiciones perfectas, no voy a volar un día en el que pueda haber el más mínimo problema o el pasajero pueda marearse. Aquí la gente viene a disfrutar, no a pasarlo mal”. Y resume su celo con la seguridad con esta frase: “Es mejor estar abajo queriendo estar arriba, que estar arriba queriendo estar abajo”.

"Siempre trabajo con condiciones perfectas, no voy a volar un día en el que pueda haber el más mínimo problema o el pasajero pueda marearse. Aquí la gente viene a disfrutar, no a pasarlo mal”

David Pérez - Bizifly