Hay momentos en la vida que te producen una sacudida en tu monotonía diaria. Esto es lo que ocurrió el pasado sábado cuando nos enteramos del fallecimiento de Cándido.

La memoria es frágil, pero en este caso, reconocer la impronta que en nuestro grupo dejó esta persona, es de justicia reconocerlo.

Hace cincuenta años, como responsable de un grupo de adolescentes, nos introdujo en los valores de la responsabilidad, justicia y solidaridad social. Después nuestras vidas transcurrieron por caminos, que las circunstancias familiares y laborales, en un contexto de liberalismo económico radical, nos llevaron a anestesiar todos esos principios.

Fue en el final de la primera década de este siglo, en plena estafa financiera, cuando me volví a reencontrar con Candido. Y fue cuando pude observar, que mantenía intactos el sentido de la justicia, la solidaridad y la igualdad, que nos transmitió en mi juventud.

Cándido lo hizo muy bien. En una sociedad de mediocres, vendidos, chupópteros y meapilas, él mantuvo siempre sus principios y luchó siempre por defenderlos. De hecho, consiguió propiciar el cambio que esta tierra demandaba, tras muchos años de oscurantismo e injusticia.

Por eso hoy, cuando te despedimos, no queda otra que decirte que esto no para. La ruta a seguir la marcaste muy bien, es imposible perderse.

Seguimos.