El pasado 3 de febrero, al amanecer de un nuevo día, tu alma dejó tu cuerpo inerte y entró en la inmortalidad.

Txaro nació un 23 de septiembre de 1959 en la calle San Miguel de Sangüesa. Hija de Fernando y Angeles fue la mayor de ocho hermanos, seis chicas y dos chicos. Su infancia transcurrió feliz en su Sangüesa natal viendo nacer a sus siete hermanos. Cuando el Instituto Nacional de Colonización adjudicó un lote de tierra y una vivienda a su padre, parte de la familia se trasladó al recién creado pueblo de Gabarderal. Tuviste, como el resto de tus hermanas, que colaborar en las tareas del campo. Allí estabas recogiendo alubias, cosechando maíz , etcétera. Solo la trágica muerte de tu hermano empañó una juventud feliz.

Fuiste a la Universidad de Zaragoza a proseguir tus estudios. Estando allí, te presentaste a unas oposiciones de Hacienda y te convertiste en funcionaria. Tu primer sueldo lo empleaste en comprar una ordeñadora para tus padres y vestidos para tu hermana pequeña. Conociste a un joven de Bilbao y pediste traslado a la capital vizcaína. En Durango comprasteis una casa en ruinas y con el esfuerzo de vuestras manos la convertisteis en una hermosa vivienda (el caserío).

Cuando tu juventud tocaba a su fin, nació tu pequeño Eñaut. Fueron años felices viendo crecer a tu hijo. Al tiempo llegó la separación de tu pareja pero en esos momentos difíciles contaste con el apoyo de tus amigas para superarla. Cuando la vida te volvía a sonreír, el cáncer llamó a tu puerta. El pronóstico era muy malo pero te enfrentaste a la enfermedad con valentía, mirándola a los ojos. No quisiste morir por la noche, esperaste al nuevo día para hacerlo, como canta Miguel Hernandez en su Elegía a Ramón Sijé: “Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás volando por el cielo”.

Siempre discreta, sólo tu hijo y tus amigas conocían tu estado. Ellas estuvieron cuidándote todos los días, haciéndote más llevadero el final. Tu pequeño Eñaut pidió excedencia en el trabajo para cuidarte y allí estuvo, como un pequeño cachorrillo al pie de tu cama, sin dejarte ni un solo instante. Él ha sido lo mejor de tu vida.

Morirá el invierno, volverá a reír la primavera y desde la eternidad, los destellos de tu luz, tranquila y lejana como los de una estrella, guiarán su camino por la vida.

Cuando se enteraron tus hermanas de tu enfermedad, acudieron como leonas en manada para estar a tu lado. En esos últimos días recordasteis con nostalgia los momentos vividos en vuestra juventud, con tus padres, tu tía Gregoria y tus hermanos Jesus y Javier. En los umbrales de tu muerte aún sacaste fuerzas para decirles: “Como me entere que reñís, os tiro un ladrillo desde ahí arriba”.

Quisiera finalizar este pequeño homenaje con los últimos versos del poema Meditaciones de John Donne: “La muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad, por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”.

¡Hasta pronto, hasta el cielo!

El autor es cuñado de Txaro