La gravedad que siente la persona a quien se le desencadenan estas reacciones nunca lo relacionará con su estado nervioso, aunque reconozca que tiene alterados los nervios. Cree saber, a ciencia cierta, que lo que le ocurre es una enfermedad grave. Suele notar falta de aire con sensación de ahogo, opresión en el pecho con sensación de muerte inminente, dolores abdominales intensos, etc.  

Es la reacción más común en un estado de ansiedad no controlado y con sintomatología respiratoria, que es la de respirar rápidamente para coger más aire. No lo necesita porque ya respira bien, pero tiene la sensación de que no es así. Es normal que piense que debe respirar con más frecuencia porque tenemos imbuido desde la infancia que al respirar metemos oxígeno y expulsamos anhídrido carbónico. Y es cierto pero a nivel alveolar. 

NO PERDER ANHÍDRIDO CARBÓNICO

Cuando expulsamos el aire en la espiración echamos todo el nitrógeno aspirado, porque no lo utilizamos, el anhídrido carbónico extraído de la sangre y casi todo el oxígeno inspirado, porque nos ha sobrado. Cuando hacemos el boca a boca a una persona no la estamos envenenando con anhídrido carbónico, sino oxigenándola. Si los glóbulos rojos ya están saturados de oxígeno, por mucho que insistamos en meterles más no lo van a aceptar. 

Lo que sí va a ocurrir es que en cada respiración perderemos anhídrido carbónico (CO2), porque siempre es mayor la concentración en la sangre que en el aire exterior, el inspirado. Y el anhídrido carbónico es imprescindible, no es ningún veneno en la sangre y si lo perdemos en exceso empiezan los problemas. Empiezan los hormigueos, y luego las convulsiones, que ahora sí tienen una causa física. 

Para recuperar el nivel de anhídrido carbónico basta con respirar lentamente por la nariz, mejor con una fosa nasal tapada con los dedos, o respirar el mismo aire expulsado, poniendo una bolsa de papel que ocupe boca y nariz. Así recuperamos el CO2 perdido. En caso de no haber nadie que le ayude perderá el conocimiento, empezará a respirar automáticamente, sin control voluntario, lentamente y se recuperará. Aquí el inconsciente ha sido más listo que el consciente.

RESPIRAR Y CONTAR POR MINUTO

Una buena medida para no caer en esta situación es contar las respiraciones por minuto que hacemos. Normalmente, contando como respiración el ciclo completo de meter y sacar aire, y se hacen unas 10 o 12 por minuto. Si pasan de 30 sí que nos hemos pasado varios pueblos. Ese ritmo no se necesita en ninguna enfermedad.

Cuando contenemos la respiración, cuando buceamos, por ejemplo, lo que nos hace volver a abrir la boca no es la falta O2, sino el exceso de CO2 y expulsar el aire de los pulmones. 

Cuando uno sale a la superficie, lo primero que hace no es abrir la boca para meter aire, sino para expulsarlo. Hemos cogido aire, lo tenemos bien guardado y no nos molesta, pero al cabo de 30 segundos empieza a hacerse opresivo. La cantidad de aire en nuestros pulmones no ha aumentado, sigue siendo la misma, pero el contenido de CO2 sí ha aumentado, ya no hay diferencia de concentración entre la sangre y los pulmones. Esa elevación de CO2 produce una sensación de falta de aire que nos obliga a salir a la superficie. Pero no hemos notado la falta de oxígeno, aunque era real. Si vamos a bucear y hacemos una serie larga de inspiraciones forzadas, para aguantar más, expulsaremos más CO2 del debido sin oxigenar más. Dentro del agua pasa más tiempo del prudencial en saturarse la sangre de CO2, ya que la hemos prácticamente vaciado de CO2. Nos está faltando el O2 y no nos damos cuenta, porque la señal de alarma no la suele dar la falta de oxígeno sino el exceso de anhídrido carbónico. 

Perdemos el conocimiento y nos reencarnamos en palmera, es decir, la palmamos. Eso sí, sin darnos cuenta y sin sufrir. No es una mala muerte pero sí una estupidez mortal. 

LA PRUEBA DEL ANTIÁCIDO

Si los síntomas son de tipo cardíaco, dolor y opresión en el pecho y en el estómago, se deben hacer una serie de maniobras para aclarar el origen. La más fácil es tomar un antiácido, Almax Forte, bicarbonato o sal de frutas si no hay un antiácido a mano. Si se calma el dolor, la causa es una esofagitis, no es de corazón. Procurar levantarse, andar un poco, cambiar de postura, mover los brazos y las piernas, fijándose en si el dolor permanece igual, aumenta o disminuye. Si no influyen en el dolor estas pruebas, es difícil que la causa sea cardíaca. 

Si hay en casa alguna pastilla tranquilizante, las típicas para los nervios o para dormir, es bueno tomar una para quitar la sobrecarga emocional. Si con eso se pasa, sabremos que ha sido un ataque de pánico.


Participa en nuestro consultorio de la mano del Dr. Santiago Otaduy, médico de Atención Primaria con más de 50 años de profesión. Todos los días responde en las webs del Grupo Noticias junto a las preguntas de los usuarios a través de consultoriomedico@ntm.eus