magino que sus móviles tienen el mismo comportamiento que el mío. No sé si es una opción que activé o funciona por defecto, pero tiene un efecto como para darle una vuelta. Cada día, poco después de encenderse a la hora señalada para despertarme, el aparato me ofrece la visión fragmentaria -pero voluntaria, yo saqué esas fotos- de lo que consideré reseñable o curioso el mismo día uno, dos, tres años atrás. La imagen de hace un año, unas lilas sobre la mesa del cuarto de estar, confirma la sospecha del viernes pasado, este año los lilos de casa de mi madre van tarde. Las lilas tardarán una semana más o menos en abrirse. No así las de otras casas cercanas. ¿Lo explica la orientación o hay más factores? Habrá que investigar.

Hace dos años hice una ensalada y utilicé un aro de cocina. Me horroriza usar la palabra emplatar, tan pretenciosa. Si están para confesiones, les diré que maridar y tosta también me ponen los pelos de punta, pero hay quien saliva cuando las pronuncia y yo respeto. El ser humano es diverso. En paz conmigo misma, escribiré que usé un aro para servir, circunscribir o acotar la ensalada. Este comportamiento extraordinario por inusual explica la foto. No encuentro otra razón. Hace tres años vigilé durante meses un nido de urracas y ha quedado el testimonio.

Dentro de un año, si el algoritmo se porta, veré una doradilla (Asplenium ceterach) en la tapia de un cementerio o una corona de novia (Spiraea cantonensis) en la calle de un pueblo con el suelo empedrado de guijarros. Esta imagen sí será significativa. Traerá consigo recuerdos y afectos.

Mi móvil se ha convertido en una extensión de mi memoria. ¿Tiranía digital? No tanto, yo meto las bolas en el bombo. Por comentarlo.