El Gobierno de Navarra ha vendido el circuito de velocidad de Los Arcos por la décima parte de lo que ha costado. Motor Sport Visión (MSV), que lo adquiere por siete millones y libre de cargas financieras es un comprador solvente, con experiencia en otros circuitos y planes de ampliación en Europa cuya entrada pone fín a una inversión que tan sólo benefició a una empresa privada con vínculos directos con el Gobierno. La megalómana infraestructura que el Gobierno de UPN puso en marcha en 2007 ha acabado vendida quince años después y tras haber arrojado unas pérdidas para las arcas públicas superiores a los 60 millones. Una venta más que razonable en este momento teniendo en cuenta que todos los intentos de hacerla rentable, tanto públicos como privados, han resultado inviables, y para evitar una mayor sangría de una infraestructura que requería nuevas inversiones por valor de millón y medio, sumadas al millón de pérdidas anuales que suponía su mantenimiento. Los siete millones que se ingresan van a servir para liquidar la deuda que quedaba pendiente, que caducaba el año que viene. Las cifras son escandalosas. La iniciativa nace del interés de Construcciones Samaniego por crear un circuito y el Gobierno hace suyo el proyecto con la delirante idea de convertirlo en un equipamiento que compitiera en la esfera internacional. El coste total de las obras se estimó en 62 millones, y el primer año las perdidas ya sumaban 2,6 millones. Para entonces el Gobierno era propietario del 95% de las acciones de lo que nació como una idea del constructor Jesús Samaniego pero a menor escala con un presupuesto de seis millones. La misma empresa promotora que después se declararía en suspensión de pagos se adjudicó la construcción de la obra sin concurso previo mientras que el Gobierno foral fue el que puso el dinero y asumió el riesgo: 60 millones con un préstamo de 55. Los Arcos es una de esas herencias envenenadas que dejó para el futuro la pésima gestión de los anteriores gobiernos de UPN y que evidencian el modus operandi de aquel régimen político en el que el despilfarro, el amiguismo clientelar y el cemento eran la prioridad absoluta. Hubo más ejemplos de la utilización de las sociedades públicas para sostener negocios privados. Años del boom económico con las arcas forales llenas en los que se lanzaron proyectos mal planificados con sobrecostes difíciles de justificar y de dudoso interés general como ocurrió con otros planes como Guenduláin.