Este año el Día de Navarra ha llegado como un adelanto de Olentzero cargado de regalos. Porque el 3 de diciembre Navarra celebra no sólo el Día de Navarra, también se festejan el Día del Euskera, el Día de la Discapacidad y el Día de la Pelota Vasca. En el caso de la festividad institucional, el eje central volvió a ser la entrega de la Medalla de Oro de Navarra, este año a las empresas de economía social. Por su parte, la Medalla del Parlamento fue para el sector primario por su aportación a la actividad económica de Navarra. Dos pasos más en el intento de acercar la Navarra oficial a la Navarra real. Muy alejadas aún. Y al mismo tiempo el 3 de diciembre llegó precedido de la confirmación de Navarra como comunidad con mayor calidad de vida y, sobre todo, de la renovación del Convenio Económico, pendiente desde 2020. Además de todos los aspectos positivos en lo político, en lo económico y en lo financiero que trae consigo esa firma, se rebaja la Aportación al Estado tras la negociación que se mantuvo con Madrid en 2017 para poner fin a una sucesión de años en que Navarra estaba pagando de más. De hecho, Navarra recupera 137,8 millones de euros de los ejercicios de 2020 y 2021, al menos si se aclara la confusión generada por el baile de cifras que han dado ambos gobiernos. La salvaguarda del Convenio Económico es fundamental para impulsar el desarrollo social, económico y cultural de Navarra y sostiene no sólo los restos de la antiguas capacidades políticas y tributarias de unos Fueros aún pendientes de su reintegración plena a Navarra, sino todo el ámbito social, desde la sanidad a la educación, la dependencia o las infraestructuras. La recentralización y uniformización del Estado lleva años empeñada en impulsar la sombra involucionista sobre el desarrollo del autogobierno político y social y los derechos históricos de Navarra. Y, por otro lado, también el Día del Euskera, que se celebra en esta misma fecha a nivel mundial desde 1949 por iniciativa de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, una coincidencia que tiene que ver con que este día la Iglesia Católica celebra la festividad de san Francisco de Javier, copatrono de Navarra, euskaldun y navarro, llegó este año con su pan debajo del brazo tras el descumbrimiento arqueológico de la mano de Irulegi con palabras en lengua vascónica datadas el siglo I a.C. Queda mucho por hacer y saber, pero la mano de Irulegi y todo el conocimiento que puede aportar a partir de ahora confirman que Navarra no se entiende sin el euskera. Es la continuidad en este siglo XXI de ese boca a boca que han transmitido durante generaciones padres y madres a hijos e hijas que ha mantenido viva una lengua que el tiempo y la persecución –palos políticos en la rueda de su recuperación y normalización que penosamente aún se mantienen–, fue convirtiendo en minorizada pese a ser la de la gran mayoría de los navarros y navarras durante siglos. Buenas noticias al compás del Día de Navarra que dejan en un plano lejano las periódicas embestidas en negativo sobre la realidad presente de Navarra de los dinosaurios nostálgicos del viejo régimen empeñados en un regreso a un pasado fracasado. Un inútil minuto de gloria mediático. No es tiempo de dinosaurios, sino de seriedad y honestidad para lograr nuevos y amplios consensos que puedan aglutinar toda la pluralidad de Navarra ante los inciertos horizontes de este siglo XXI.