Explosión de contagios

Esta película ya la hemos visto. Concretamente, hace tres años. De hecho, al ver las imágenes que llegan de China, uno duda de si son las de entonces. Parece que nada ha cambiado. Quizá, solo que entonces hablábamos de coronavirus y hoy lo llamamos covid. Por lo demás, todo es un calco. Pasillos de siniestros hospitales donde se apilan decenas de pacientes agonizantes. O directamente, muertos. Fiel a su costumbre, el régimen dictatorial ha tomado como primera medida el eclipse informativo. Desde hace unos días, ya no se informa de los datos diarios de contagios ni, mucho menos, de los de fallecidos por la nueva variante del virus. Centenares de miles en el primer caso, y miles, en el segundo. El personal sanitario es objeto de estricta persecución para impedir la comunicación con medios occidentales. Por descontado, en la prensa oficial no hay rastro del asunto y la censura trabaja a destajo para evitar que la tremenda situación trascienda en internet. Pero trasciende. Ni la más férrea maquinaria represiva es capaz de impedirlo.

Giro de 180 grados

El gran contraste es que las imágenes que también llegan son las de los centros comerciales de Pekín y otras ciudades a reventar. Aunque resulte increíble, las protestas de hace unas semanas provocaron un cambio radical de las políticas sanitarias del que creíamos inflexible gobierno. De un día para otro desparecieron los confinamientos domiciliarios y hasta decayeron las cuarentenas para locales y foráneos que se han mantenido desde hace 33 meses. A partir del 8 de enero, cualquier viajero que llegue a China estará libre del aislamiento de ocho días impuesto hasta la fecha. A la inversa, el motivo de preocupación es mucho mayor. Se estima que hay cien millones de turistas chinos dispuestos a volar al extranjero. ¿Y cómo afrontan el envite los estados receptores? Pues eso también suena a dejà vu.

Avisados estamos

Hasta el momento, solo un puñado de países (Estados Unidos, Italia o Japón, por ejemplo) han movido ficha. Pero, por ahora, una ficha más bien endeble. Lo más que se exigirá a los procedentes del gigante asiático será una PCR negativa de las 48 horas precedentes. En cuanto al estado español, la postura es todavía más mojigata. El ministerio que encabeza Carolina Darias se limita a recomendar que los viajeros que tengan a China como destino u origen procuren estar al día en el calendario de vacunación. O sea, que confíen en la divina providencia. Mientras, los expertos se tiran de lo pelos ante una pasividad que podemos pagar muy cara. Avisados estamos.