Que nos complicamos mucho la vida, sí. Pero que eso de dejar el grifo abierto se va a acabar, eso también, le digo a Lucho. Y me suelta: Hay que inventar grifos lentos. ¿Grifos lentos? Últimamente le ha dado por los inventos. El otro día me dijo que deberíamos montar un cementerio de animales de compañía. Para forrarnos. Que ya me inventaría yo los epitafios, dijo el cenutrio. En fin, estamos ahí, pese a las inclemencias, como siempre, Lucho y yo. Solos en la terraza del Torino, con gesto mohíno. Y de repente leo que en los colegios del opus inflan las notas mucho. Y se lo enseño a Lucho. Y dice: El Opus en Navarra tiene bastante Misterio. Y digo: ¿En serio? Puede que misterio no sea la palabra adecuada, dice. Lucho puede ser inventor, pero también es filósofo. Porque cuando le digo que eso de las notas infladas ya me lo olía yo (y no solo yo, claro) hace más de cuarenta años, me responde: La desigualdad forma parte del sistema. ¿Parte esencial del sistema?, le pregunto. Parte intrínseca, afirma él. Lo malo es que estamos en la época de la conciencia de la desigualdad, añade. Y sí: antes nos parecía normal y ahora no. Nos estamos poniendo exigentes. Y no es que lo haga el Opus. Es que es así como funciona el mundo. ¿Cómo se va a juzgar eso?, dice. Es como el encubrimiento: eso no va a juzgarlo nunca nadie. Con la justicia pasa como con los grifos, dice dando un sorbito a la tónica. Y le digo: ¿Qué, que son lentos? Y me dice: No, que cuando hay que restringirlos, se restringen. Qué palabra más fea, le digo: restringir. Y de repente pasa un candidato en bicicleta (o eso parece) y salta Lucho: Se me acaba de ocurrir otra idea genial. ¿Otra? ¡Las bicicletas lentas!, exclama. Y entonces le digo: Mira, en los inicios hay que focalizar. Luego, si te va bien, ya diversificarás. Empieza con los grifos y luego ya analizarás otros sectores. Y así va pasando la vida, escénica y coral.